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La tragedia de ser guapo, según Rob Lowe

‘Love life’, la segunda entrega de las memorias del actor estadounidense, cuenta el proceso de redención de un adolescente problemático que a punto estuvo de desaprovechar su talento.

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Tyler Boye ( 0 /Cordon Press)

Si los buitres de la TMZ hubieran posado sus garras sobre Rob Lowe en 1983, probablemente ahora no estaríamos celebrando su segundo acto de contrición literaria. El joven intérprete que se estrenó en el show business con la tv movie Thursday's child y la película Rebeldes, creadas a su imagen y semejanza, comenzó su carrera profesional dando vida a rompecorazones de instituto y terroristas emocionales en potencia. Su pródiga trayectoria se ha desarrollado paralela a su atribulada vida personal, que mañana alumbra la segunda entrega de sus memorias, Love life. O lo que es lo mismo, un acto de sorprendente desmemoria y narcisismo rampante mediante el cual Lowe imagina y reescribe una historia que nadie salvo él recuerda.

La segunda parte de Stories I only tell my friends, el primer capítulo de este relato de tintes hagiográficos, dispara sin matar sobre un reparto perfectamente seleccionado del que esta estrella de la pequeña y gran pantalla sale indemne. Ni rastro de aquella grabación casera de carácter sexual donde el intérprete aparecía en 1988 con una chica de 22 años y otra de 16. Tampoco menciona, ni siquiera de forma tangencial, la odisea judicial que emprendió en 2008 contra tres exempleadas a las que acusó de dejación de sus obligaciones, acoso sexual y otras perlas que estas rebatieron con imputaciones similares. Entregas que conforman una vida vivida y nada aburrida que increíblemente brillan por su ausencia en el libro.

Lowe sí recuerda todo lo demás. El actor, considerado uno de los más atractivos de su generación, del que Robert Wagner decía que "se había follado a todas nuestras hijas", menciona sin mancharse las noches locas por Manhattan, los años ahogados en alcohol junto a su inseparable Brat Pack (la versión contemporánea del Rat Pack de Frank Sinatra) y su primera visita a la mansión Playboy en 1991. Episodios que pertenecen a la época del BIGS (before I got sober), que en los años 80 hicieron de Lowe una peligrosa leyenda en vida. Nada que ver con su existencia actual. A sus 50 años, plenamente rehabilitado de su alcoholismo, estas memorias pretenden convencernos de que solo una vida recta y dedicada a lo que verdaderamente importa puede conducirnos al éxito.

Courtesy Everett Collection

Rob Lowe con el reparto de ‘Rebeldes’ (1983), junto a Patrick Swayze, Matt Dillon y Tom Cruise, entre otros.

Cordon Press

Los salvajes años 80 que vivió los presenta como una anécdota. Sus romances con Madonna, la actriz Nastassja Kinski o la princesa Estefanía de Mónaco dan paso a su boda en 1991 con la maquilladora Sheryl Berkoff, el ángel que consiguió meterlo en cintura y con quien desde entonces comparte su vida. Actualmente el matrimonio tiene dos hijos, Matthew y Johnowen… y demasiadas batallitas que contarles. Descafeinadas, naturalmente. Como las de las páginas de Love life, que se centran en los años buenos, cuando enamoró a medio mundo con su personaje de Sam Seaborn en la serie de televisión El ala oeste de la Casa Blanca entre los años 1999 y 2006, o sus papeles posteriores en Cinco hermanos o Californication, también en la pequeña pantalla.

Su vasto bagaje en el cine comprende títulos como Oxford Blues (1984), ¿Te acuerdas de anoche? (1986), El mundo de Wayne (1992), Austin Powers: La espía que me achuchó (1999) o la película emitida en televisión Behind the candelabra (2013), donde interpreta al cirujano plástico de Liberace. Una experiencia más que suficiente para que las quejas y advertencias de Lowe sobre la industria sean tomadas en consideración. "No es justa esa creencia generalizada de que los tíos buenos no sufrimos o no tenemos vidas interesantes, y pocos saben de qué manera puede limitar eso a un actor", asegura. Y añade: "Afortunadamente ahora [en la madurez] puedo hacer buenos papeles".

Este "narcisista benévolo", según lo califica Rashida Jones, ha cambiado. Y mucho. No sabemos si será cosa del paso del tiempo o de las horas invertidas en el diván, pero Lowe justifica así sus andanzas de juventud: "Mi teoría es que cuando un niñato conoce la fama a los 15 años queda incapacitado emocionalmente, y en mi caso esa incapacidad se mantuvo de los 15 a los 18. ¡Tenía casi 20 años y mi cabeza era la de un adolescente!". Y ofrece la clave sobre la máquina antropófaga de Hollywood: "La fama de una celebrity y su aptitud para producir es proporcional a su desconexión con la vida real". Por eso quizás se acuerda de Justin Bieber y le cuesta extrapolar su caso a los años en los que ejerció de pirata. "Ni siquiera soy capaz de imaginar el grado de escrutinio que pueden vivir hoy en día, con tanta cámara y tanto móvil". Lo cierto es que si Lowe ha sobrevivido es precisamente porque pertenece a otro tiempo.

Rob Lowe como Sam Seaborn y Eddie Nero, en ‘El ala oeste de la Casa Blanca’ y ‘Californication’ respectivamente.

Cordon Press

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