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Por qué Joey de ‘Friends’ fue el ‘cuñado’ oficial de los Emmy

O cómo Matt LeBlanc aportó el chiste sin gracia de la alfombra roja sobre Emilia Clarke (‘Juego de Tronos’).

Matt le blanc emilia clarke emmys 2016
Getty

Si uno separa la paja del grano durante esa hora previa a una gala de premios en la que la alfombra roja es la protagonista suelen despuntar momentos bastante clarificadores sobre cómo van las cosas en el showbiz hollywoodiense. De ahí salió triunfadora aquella rebelión contra la cosificación de las actrices que tanto dio que hablar mediáticamente (Cate Blanchett reprendiendo a un cámara mirón que la apuntó desde el pecho a la punta del pie, la rebelión contra la mani-cam o el #AskHerMore como bandera para evitar convertir a las actrices en floreros). Superado aquel despropósito de colocar a las mujeres sobre plataformas con cámaras circulares –Amy Schumer dio la puntilla final anoche cuando espetó a la presentadora que llevaba puesto «un vestido de Vivianne Westwood, zapatos de Tom Ford y un tampón marca OB»–, algunos actores pueden provocar sonrojo por ellos mismos y sin la necesidad de cámaras denigrantes.

Algo así pasó con Matt LeBlanc, Joey de Friends y que ahora se interpreta a sí mismo en Episodes. El actor se convirtió en cuñado oficial de la gala cuando perpetró un chiste que él consideró desopilante en pleno directo. El canal E! conectó su entrevista con la de Emilia Clarke (Daenerys en Juego de Tronos y nominada a mejor actriz en drama). Tras decirse lo mucho que se admiraban mutuamente, el presentador preguntó a LeBlanc si era seguidor de Juego de Tronos, a lo que él respondió: «Sí, vi la primera temporada, y conecté bastante. Supongo que es ahí cuando ella se empieza a quedar en pelotas, así que necesito volver a engancharme», comentario que acompañó con una risa socarrona. Precisamente, Emilia Clarke (que finalmente no se alzó con el premio por interpretar a una mujer capaz de liberar a miles de esclavos, además de enseñar su cuerpo) ha sido una de las actrices que ha reclamado «igualdad genital» en el show, petición a la que también se sumaron compañeros de rodaje como Kit Harington (Jon Snow) o Natalie Dormer (Margaery Tyrell).

El asunto no es un simple chiste o chascarrillo. Para muchos, Juego de Tronos simbolizaba el denominado ‘mandato de las tetas’ de la HBO. Una estrategia sexista de la televisión por cable en la que se exponía mucha más carne femenina que masculina (llegaron a prohibir un desnudo integral de Louis CK en 2006 por considerarlo desagradable) y que en el último año se ha enmendado con series como Togetherness o Leftovers, donde se ha superado el tabú del desnudo genital masculino en pantalla.

La gala, por suerte, tuvo varios golpes de efecto contra este tipo de comentarios reduccionistas de puro y brandy. Estuvo el merecido Emmy a Sarah Paulson por interpretar la redención feminista de la fiscal Marcia Clark en el caso contra OJ Simpson («yo también fui superficial al juzgarte», dijo la actriz a la mujer que más acoso sexista tuvo de la prensa en su día). Leslie Jones se encaró a sus (racistas) abusones de Twitter que tanto la han criticado por su peso («solo quería sentirme guapa, ¿es que una hermana no puede sentirse guapa?») y Kate McKinnon fue la única que, entre tanta broma trillada sobre Trump, quiso dedicar su premio a Hillary Clinton y posicionarse políticamente (ella, que posiblemente hace mejor de Hillary Clinton que la propia Hillary Clinton).

Faltó el discurso reivindicativo de Robin Wright que todos esperaban (no ganó, pero apostamos a que hubiese exigido, otra vez, cobrar lo mismo que su coprotagonista en House of Cards), pero el activismo por la igualdad alcanzó cotas históricas cuando Jill Soloway, directora y productora de Transparent, recogió su Emmy y remató su discurso sobre la necesidad de nuevos prismas en el discurso cultural: «Cuando colocas a mujeres, gente de otras razas, personas trans y queers en el centro de la historia, los conviertes en sujetos en lugar de objetos. Así cambias el mundo. Lo que esa gente llama televisión, yo lo llamo revolución», para acto seguido pronunciar lo innombrable: «tenemos que destruir al patriarcado». Y lo repitió hasta dos veces mientras alzaba su premio y algún espectador ponía los ojos en blanco y resoplaba ante lo azaroso de su petición. «Vaya, eso de destruir al patriarcado no sé si me beneficia o no», respondió un atónito Jimmy Kimmel, conductor de la gala y serio aspirante a jugar en la misma liga que la del inolvidable Joey de Friends.

https://youtu.be/WqJ0-r_i7io

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