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Hugh Grant, un joven de 61 años (o la astuta reinvención del galán caído de Hollywood)

Convertido en férreo enemigo de Boris Johnson y activista anti Brexit, el británico es la prueba viviente de salir del escándalo más jugoso sin perder un ápice de socarronería.

Hugh Grant.
Hugh Grant.Getty (Dave Benett/Getty Images)

Tenía 34 años cuando hizo suspirar a los millones de amantes de la comedia romántica que fueron al cine a ver Cuatro bodas y un funeral (1994) en todo el mundo. Hugh Grant era Charles, el joven inglés un poco tartamudo, un poco torpe y un poco desastre pero muy encantador que pierde la cabeza por la norteamericana Andie McDowell. En 2020 celebró su 60 cumpleaños y mantiene los tics que le hicieron famoso aunque tanto su carrera como su imagen pública hayan cambiado por completo.

Su último trabajo, la miniserie A very English Scandal (Amazon Prime Video, 2019), ha recibido los aplausos de la crítica, consolidando así la recuperación de su faceta como actor dramático de la que nadie se acordaba. En ella interpreta a Jeremy Thorpe, el político británico que llegó a ser líder del Partido Liberal cuya carrera acabó después de ser juzgado por conspiración e intento de asesinato de su antiguo amante Norman Scott. Pese a que le absolvieron de todos los cargos, solo consiguió esquivar la cárcel pero no el escarnio público.

Grant ha tardado en librarse del papel de conquistador de corazones. Lo ha conseguido poco a poco, con películas como Florence Foster Jenkins (2016) o Paddington 2 (2017). En 2020 estrenó la miniserie The Undoing (HBO) junto a Nicole Kidman y la película The Gentleman dirigida por Guy Ritchie. Un nuevo drama y una comedia que sumar al currículo.

El actor no se ha cortado demasiado ante los medios a la hora de expresar su hartazgo de las comedias románticas, aunque también ha reconocido que gracias a ellas le ha ido de maravilla, por lo menos en cuanto lo económico se refiere. Según declaró en una entrevista en The Hollywood Reporter el pasado junio: “Me pagaban toneladas de dinero. Tuve mucha suerte. Y la mayoría de ellas, exceptuando una o dos que son vergonzosas, me gustan y a la gente también. Y creo firmemente que nuestro trabajo es entretener”.

Grant, junto a Nicole Kidman durante el rodaje de su proyecto para HBO, la miniserie ‘The Undoing’.
Grant, junto a Nicole Kidman durante el rodaje de su proyecto para HBO, la miniserie ‘The Undoing’.Getty

Esa es una de las bondades que le reportó su imagen de joven tímido y tierno. Pero otra y bien importante fue la de salvar su carrera casi al empezarla por protagonizar uno de los escándalos sexuales más sonados de los 90. Grant se encontraba en Los Ángeles promocionando la película Nueve Meses (1995) y una noche decidió darse una vuelta en su coche y contratar los servicios de una prostituta Divine Brown.

Aquella versión cutre de Pretty Woman no terminó en la habitación de un hotel de lujo, sino en el coche del actor y la policía interrumpiendo la felación de Brown al ver que movimientos extraños en el auto. Las fotos del arresto –los dos implicados con el número de identificación en el pecho– han pasado a la posteridad.

El suceso no gustó nada a los productores de la película, que pusieron en marcha una campaña de lavado de imagen del intérprete que se paseó por el mundo proyectando esa personalidad de inglés inocente que adoptaba en las películas para obtener el perdón del público. A su lado también se mantuvo su novia de entonces, Elizabeth Hurley, a la que había conocido en el rodaje del filme dirigido por Gonzalo Remando al viento (1987). Siguieron siendo novios hasta 2001.

Hugh Grant, Claudia Schiffer y Elizabeth Hurley en una fiesta de los Globos de Oro en el año 2000.
Hugh Grant, Claudia Schiffer y Elizabeth Hurley en una fiesta de los Globos de Oro en el año 2000.Getty (The LIFE Picture Collection via )

El Grant activista

Hurley y Grant continuaron con su amistad después de la ruptura –él es el padrino del primer hijo de ella– al menos hasta que el Brexit hizo aparición en la realidad política británica. Mientras Hurley hizo campaña para que ganase el sí con acciones como publicar una foto en su Instagram envuelta solo con la bandera británica, Grant recorrió el norte de Londres picando de puerta en puerta para pedir a los vecinos el voto contrario (sí, como la escena de Love Actually).

Además de hablar con las personas, el actor se dedicó a atacar al Partido Conservador y en concreto a su líder Boris Johnson en la red social Twitter (la utiliza básicamente para el activismo). Hasta el momento no se había posicionado demasiado políticamente –se reconocía como “centrista”– pero las acciones de Johnson le han sacado de quicio.

Con las elecciones británicas a la vuelta de la esquina, Grant publicó un tuit en el que decía. “No vas a joder el futuro de mis hijos. No destruirás las libertades por las que mi abuelo luchó en dos guerras mundiales. Jódete, muñeco de goma enchufado”. Johnson, por su parte, hizo una versión de la mítica escena de los carteles de Love Actually en su spot electoral. Si un día se encuentran en la calle puede que el político rubio tenga que echar a correr.

No es una situación tan imposible, porque el actor ya ha hecho demostraciones públicas de arrebatos de furia moderada en contra de los paparazzis. El derecho a la intimidad y la defensa de la ética en los medios de comunicación son otras de sus cruzadas.

En 2007 le lanzó un táper de judías a un fotógrafo que se encontraba cerca de su casa. En 2011, consiguió una orden de alejamiento para su primer hijo y su madre, Tinglan Hong. Ese año denunció a News of the World -tabloide que ya no existe- y The Sun por haberle pinchado el teléfono y haber realizado escuchas ilegales. Donó la indemnización recibida tras ganar el juicio a Hacked Off, una campaña en contra de dichas prácticas (el enlace a su web está también en su perfil de Twitter).

El último incidente relacionado con el tema sucedió en 2019, mientras paseaba por Roma con su esposa Anna Eberstein. El actor vio a una mujer grabando un vídeo con su móvil y se lo arrebató de un empujón pensando que les estaba filmando a ellos. Resultó ser Luisa Melara, la presidenta de la empresa responsable del reciclaje de basura de la ciudad, que estaba tomando pruebas de una posible infracción de un restaurante de la zona.

Puede que en ocasiones se pase de impulsivo (si no, que se lo digan a Melara) pero si durante su juventud no tuvo problemas a la hora de hacer lo que le dio la gana, a los 60 ya no se corta con nada. Tanto si tiene que decir que odia una de las escenas más icónicas de su carrera (véase el documental sobre su trayectoria que se ha estrenado recientemente en la BBC) como si tiene que acallar a sus trolls en Internet a base de latigazos verbales. Puede que haya ganado arrugas, pero no ha perdido ni un ápice de esa socarronería y vitalidad con la que encandiló al público por primera vez hace casi treinta años.

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