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Gisele, la percha de oro de H&M

Lleva 20 años en la industria y es la modelo con más caché. En su nueva campaña para H&M, Gisele demuestra que lo suyo es mucho más que una pose. Empresaria, ecologista y diseñadora, habla con nosotros en exclusiva.

Gisele Bündchen

Le sobran razones para disfrutar de su reinado en el Olimpo. Gisele saltó a la fama cuando, con solo 19 años, el fotógrafo Irving Penn la desnudó, literalmente, para ilustrar un reportaje explosivo de la edición estadounidense de Vogue que proclamaba «El retorno de las curvas». Apenas un año después, se paseaba en ropa interior por la pasarela de Victoria’s Secret, cuyas alas ganó –junto con un contrato millonario– el mismo año que empezó su relación con Leonardo DiCaprio, quien por aquel entonces había sido encumbrado a la categoría de rompecorazones oficial tras su aparición en Titanic.

Hoy, casi 20 años después de su primera sesión de fotos profesional, la espectacular modelo brasileña sigue descubriéndonos sus muchas facetas. Empresaria, diseñadora, yogui, embajadora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, ecologista empedernida, madre…

Y ahora, cantante. En su nueva campaña para H&M, la top no solo presta su imagen al gigante del mass market. También cede su voz para poner música al que promete ser uno de los anuncios más comentados del año. El tema elegido: All Day and All of the Night, del grupo londinense The Kinks. Un exitazo de los años 60 que no podía resumir mejor el espíritu de la colección: rockera, con guiños mod y un desenfado pegadizo. Lo cual, llevado a las perchas, se traduce en jerséis de punto grueso para lucir con pitillos de piel o a modo de vestido, botines bajos masculinos o de tacón y con hebillas, abrigos de inspiración militar, cazadoras tipo aviador, chalecos de pelo… 

Lachlan Bailey para H&M.

La reina del ‘micro’. «Me lo pasé genial durante el rodaje», nos cuenta la top con su habitual entusiasmo, tan contagioso que convierte la entrevista en una sesión de psicología positiva intensiva. «Grabar la canción fue divertidísimo. Era la primera vez que cantaba, pero disfruté tanto que no quería soltar el micrófono. Teníamos un equipo maravilloso y brillaba el sol. Fue una suerte poder hacer las fotos en la calle». Y si le preguntamos por su look favorito, continúa el frenesí: «La blusa verde, la chaqueta azul con ribetes dorados, los jerséis… En realidad, ¡me gustó todo!», exclama.

Puede que en boca de otra supermodelo la experiencia hubiese sonado menos excitante. Pero el optimismo con el que Gisele encara su trabajo y su vida en general es el elemento que la define. Y, muy probablemente, lo que la ha llevado a lo más alto en una industria donde la impersonalidad no es extraña.

Es la modelo mejor pagada del mundo –según la lista que la revista Forbes publicó a finales de agosto, Bündchen se ha embolsado más de 31 millones de euros en el último año– y no tiene razones para no sonreírle a la vida. Es guapa, rica, famosa… y feliz. Pero tampoco se disculpa por ello, ya que se lo ha ganado. «No me importa trabajar duro», sentencia. Aunque eso signifique volver al trabajo apenas unas semanas después de dar a luz a su segundo hijo, Vivian Lake, una niña a la que presentó en sociedad vía Facebook el pasado febrero; el mismo mes que revelaba unas curvas postparto envidiables –fruto de su obsesión por el yoga y el kung-fu– en la última campaña de su firma de lencería, Gisele Bündchen Intimates.

Esta es la segunda campaña que Gisele protagoniza para H&M (se estrenó en 2012) y la primera vez que la oiremos cantar. «En esta ocasión tenía voz, y eso hizo el trabajo mucho más divertido», cuenta.

Lachlan Bailey para H&M.

Como en un cuento de hadas. Su vida es el tópico de las películas: chica de familia humilde salta a la fama como modelo –descubierta, para colmo del cliché, mientras se comía una hamburguesa en una excursión escolar–, conoce mundo, se relaciona con estrellas de cine pero acaba casándose y formando su familia con un deportista de élite y viven felices para siempre. Salvo que, en el caso de Gisele, la historia ha tenido alguna variante agridulce. A los dos meses y medio de empezar su romance con el jugador de fútbol americano Tom Brady, la modelo Bridget Moynahan, con la que el quarterback de los New England Patriots había mantenido una relación, anunció que esperaba un hijo suyo. 

Hija de padres católicos felizmente casados (ya van por las bodas de rubí), y la mediana de seis hermanas, Gisele definió la situación como «desafiante». Porque, con su filosofía positiva, supo ver el lado bueno: «Fue una bendición, me dio la oportunidad de saber de qué estaba hecho Tom e hizo que me enamorara más de él», contó en su momento. Y después de casarse en una de las pocas bodas famosas que no han llegado a las páginas de las revistas del corazón, se convirtieron en el paradigma de la pareja perfecta. «El capitán del equipo y la reina del baile», así titulaba el diario británico The Daily Beast la noticia del enlace.

Hoy, con sus dos hijos y Johnny, su hijastro, ha hecho realidad el sueño de la gran familia feliz que siempre imaginó. Y no descarta ampliar el elenco adoptando a un niño brasileño. Para ella, «cambiar la vida de uno solo de ellos hace que tu tiempo en este mundo merezca la pena». La supermodelo, además de cuerpo, muestra valores: ella y Tom colaboran con organizaciones benéficas, sirven la cena en comedores sociales el día de Acción de Gracias y graban anuncios recordando la importancia de apagar las luces y ahorrar energía para la televisión local de Boston, donde viven la mitad del año, turnándose entre su mansión ecosostenible de Los Ángeles y Costa Rica, su refugio espiritual. Allí ha pasado el verano instagrameando fotos de sus vacaciones familiares. Si a eso le sumamos el hecho de que juntos tienen un valor estimado de 100 millones de euros, a su lado Brad y Angelina parecen normales.

En primicia Las fotos se hicieron en Londres el pasado abril bajo un secretismo total. No fue hasta agosto que se supo quién sería su imagen. La primera en contarlo: Gisele, en su cuenta de Instagram.

Lachlan Bailey para H&M.

¿Y las fiestas? ¿Y el glamour? «No soy muy fiestera. Me gusta irme a la cama a las 10 y levantarme temprano para hacer yoga», cuenta la modelo. Bündchen es consciente de que la percepción que el mundo tiene de ella es muy diferente de la realidad. Pero también sabe que su trabajo consiste en «ser otra persona». Para las cámaras, se convierte en «ella», el álter ego de una mujer que, cuando no está protagonizando una campaña multimillonaria o caminando por la alfombra roja, se define como hogareña y realista.

Gisele tampoco tiene problema en reconocer que usa la fama para sus propios intereses, que incluyen, en lo más alto de sus prioridades, el medio ambiente y su Brasil natal. A través de su marca de sandalias, Ipanema, colabora con varias iniciativas para salvar el Amazonas; junto a su familia puso en marcha el Projeto Agua Limpa para reforestar su pueblo, Horizontina; y, ya por su cuenta, creó la Fundación Luz para ayudar a niñas con problemas de autoestima. Una cualidad que a ella no le falta. Cuando Tom Ford declaró, nombrándola, sobre lo difícil que debe de ser para una mujer considerada una de las más hermosas del mundo ver cómo su belleza se esfuma, la prensa contuvo el aliento. ¿Su respuesta a los comentarios del diseñador? «Envejecer es un capítulo más en mi vida y estoy en armonía con ello. Para mí, hacer diferentes cosas a diferentes edades funciona», afirma a S Moda.

A los hechos nos remitimos: a sus 33 años de edad, ha abandonado la dura vida de la pasarela en favor de las campañas –su última aparición fue en el desfile p-v 2011 de Balenciaga, en el que se negó a llevar tacones, lo cual desencadenó el éxito de los zapatos oxford–. Hoy acumula contratos con marcas de ropa, joyas, maquillaje… Lo vende todo. Por algo la llaman «la maga de las firmas». ¿Su secreto? Ni sus curvas, ni su sonrisa, ni su mitificada melena surfera. «Soy modelo, pero ante todo soy mujer, y como tal sé lo que quieren», explica.

Lachlan Bailey para H&M.

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