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George Clooney: «Envejecer delante de las cámaras es lo más difícil»

Director, actor y sex symbol, el triunfo lo persigue y él se deja querer.

George Clooney

No se puede tener todo. George Clooney fue el hombre más envidiado en la alfombra roja de los Oscar. Tiene talento, fortuna y conciencia, además de esa intachable sonrisa de conquistador. ¿También quiere un Oscar? Este año la actuación del francés Jean Dujardin le ha ganado la partida. Por cierto, el diseñador Giorgio Armani echó la bronca a Clooney, antes de mandarle un nuevo esmoquin, para que dejara de utilizar el mismo una y otra vez en la gala. ¿Descuidado y ambicioso? No. George sabe muy bien lo que hace y lo que realmente merece la pena. No será esta derrota la que le quite el sueño. Ni su esmoquin.

Tanto Los descendientes como Los idus de marzo hablan del engaño. ¿Le suena familiar?

Algo que detesto en el ser humano es el engaño, las mentiras. Pero bueno, alguna mentira piadosa quizá no sea tan mala.

¿Miente usted a la hora de decir su edad?

No seré yo quien mienta. Puedo afirmar que tengo 50 sin tartamudear. Pero cada uno se enfrenta a la edad de forma diferente, especialmente en la gran pantalla. Envejecer delante de las cámaras es lo más difícil del mundo.

¿Qué es lo que más valora en sus amigos?

Su amistad. Su honestidad. La integridad. La generosidad. Admiro a la gente que hace algo, aunque le cueste, porque es lo que hay que hacer.

¿Es posible encontrar a alguien así en la industria?

Son muchos los que disfrutan criticando Hollywood como si fuera Sodoma y Gomorra. Y lo cierto es que somos como cualquier otra industria. Con la misma moral y la misma amoralidad que los demás.

Cuando uno se enfrenta al Oscar en la misma categoría con un buen amigo, ¿se acaba el buen rollo?

¿Hablas de Brad? ¡Claro que es mi amigo! Y no hemos sentido ningún tipo de competencia. Entre nosotros no hay pugnas ni apuestas. Simplemente nos hemos dado una palmada en la espalda y nos hemos deseado lo mejor, porque ante todo somos colegas.

¿Cuál diría que es su mejor cualidad?

¿Mi pelo? (risas) ¡Está más blanco cada día! Veamos, debo confesar que mi atención por el físico es escasa y pierdo la paciencia con facilidad. Entono el mea culpa. Así que supongo que entre mis cualidades está el adaptarme a los cambios. Porque todo cambia, ¿sabes?

¿Su secreto para estar en forma?

Siempre me pasa lo mismo. Comienzo una nueva película y me prometo: «En esta lo voy a hacer mejor». Un buen régimen de comidas y levantarme a las 4.30 de la madrugada para hacer gimnasia son mis metas; pero para cuando acaba la semana, los planes se han ido al infierno. Especialmente cuando dirijo. Procuro no comer ni beber demasiado y mantener la energía que me permitirá responder cien mil preguntas. Pero no te negaré que se hace muy cuesta arriba.

¿Y a diario? No me diga que no se cuida…

Hago ejercicio todos los días, pero jugando al baloncesto o montando en bicicleta. También tengo un gimnasio sin entrenador porque, ¡para qué engañarnos!, lo mío nunca ha sido el ejercicio. Intento mantenerme en forma y hacer de-to-do, pero con moderación (risas). Todo con moderación, menos el humor. Me viene de familia. En casa tenemos nuestras propias normas y si eres aburrido, si no sabes contar una historia, te sientas y te callas. Eso sí: el humor que prodigamos es siempre sano.

¿Cómo protege su vida privada para que no caiga en manos de gente ajena?

Gastándome todo el dinero del mundo en mensajeros. Me gusta escribir a mano, en mi propio papel de cartas. Es una mezcla entre lo mal que se me dan los ordenadores y el hecho de disfrutar de ese arte perdido que es escribir a mano. De otro modo uno renuncia al toque personal e intransferible. Tengo una colección de cartas del periodista Walter Cronkite que es uno de mis mayores tesoros.

¿Más que su colección de motos?

En Estados Unidos tengo un par y dos coches, y en Italia guardo unas tres motos más para dejárselas a las visitas. No las utilizo todas a la vez, que conste. De hecho, cada vez me gustan más otro tipo de vehículos, como los monovolúmenes. Dirán que he perdido todo mi estilo, pero es que me permiten pasar mucho más desapercibido.

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