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Fin de la saga Crepúsculo: ¿Y ahora qué?

El próximo 16 de noviembre se acaba la historia de Bella y Edward, al menos en los cines. Analizamos el fenómeno fan.

Crepusculo
D.R.

A partir del próximo día 16, cuando las salas de cine vuelvan a encender las luces tras proyectar Amanecer (Parte 2), las lágrimas del público sentado en las butacas serán distintas a todas las que han vertido hasta entonces. Lo quieran o no, se acabó lo que se daba.

Ese viernes miles de fans asistirán al esperado final cinematográfico de la saga Crepúsculo, la famosa serie vampírica basada en los libros de Stephenie Meyer, para decir adiós a los personajes que desde hace cuatro años, ocho si la fiebre se despertó con la publicación de la primera novela, han marcado su vida. Sí, marcado, que como asegura el famoso refrán, o al menos una versión adaptada para la ocasión del mismo, dime de qué eres fan y te diré quién eres.

No es novedad que un fenómeno fan defina a toda una generación. Por poner solo unos ejemplos, antes de que los crepusculeros dominaran el mundo las "tokiohoteleras" ya gritaron desconsoladas cuando sus ídolos se dejaban caer por su ciudad, los "harrypoterianos" hicieron cola de madrugada para comprar las nuevas novelas, las "takethateras" lloraron desconsoladas porque no consiguieron ver a sus ídolos en el aeropuerto después de hacer pellas en el instituto y las fanáticas de los Beatles se desmayaron con solo verlos asomarse a una ventana en un hotel.

Hasta en el siglo XIX las histerias colectivas se llevaban, que como aseguran algunos historiadores, por aquel entonces el pianista y compositor Franz Liszt ya tenía que sortear la ropa que le tiraban al escenario sus admiradoras. Nada comparado, eso sí, con la intensidad de las seguidoras de Justin Bieber, las Believers, que profesan tal devoción por su ídolo que algunas de ellas, después de una macabra broma en la que a través de Twitter se aseguraba que el cantante tenía cáncer, se raparon la cabeza al cero en señal de solidaridad.

¿Es normal este comportamiento? Según Melinda Beck, columnista de salud en el Wall Street Journal, sí, ya que como explicaba en un artículo publicado a mediados de este año, un estudio llevado a cabo en la Universidad McGill de Montreal dirigido por el neurólogo Daniel Levitin demostraba que exponer a un sujeto a aquello de lo que se declaraba fan incondicional estimulaba la liberación de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer y la adicción que provoca en el cerebro las mismas sensaciones que ganar una partida para un jugador compulsivo.

Eso explica que a veces fiebres en teoría adolescentes como la de Crepúsculo contagie a adultos como Raquel W. Polo, empresaria de 42 años dueña de un estudio gráfico que confiesa sin complejos su pasión por la historia de amor entre Edward y Bella. “Pero la de los libros, porque de la Bella que sale en las películas Edward no se enamoraría. Aún así soy la primera que compra los DVD y compra las entradas para el día del estreno. De hecho, tengo preparada una maratón con mis amigas para ver todas las películas seguidas antes de ir al cine a ver la última, aunque nos pasaremos las horas comentando la cara de sufrimiento de él y lo mal que nos cae ella”.

Respecto al comportamiento de las fans más jóvenes de Crepúsculo, Raquel, que ha compartido con ellas eventos como el encuentro con fans que mantuvieron en 2009 los actores Robert Pattinson, Kirsten Stewart y Taylor Lautner en el Palacio de Vistalegre, tampoco cree que haya cambiado demasiado con los años. “Intentan llegar a sus ídolos, estar cerca de ellos, saltándose lo que sea, pero igual que yo cuando tenía 17 años e iba a ver a Spandau Ballet en concierto. Quizás lo único que me sorprende ahora es que hacen acampadas de tres días acompañadas de sus madres, algo que yo solo haría si me prometiera una cena con Pattinson. Las más mayores somos muy del vampiro. Las jovencitas se quedan más con el hombre lobo. Supongo que ahí sí que se nota la diferencia generacional”.

Por eso Raquel no estará el próximo día 15 cuando el trío protagonista vuelva a Madrid para presentar la película en una premiere que promete ser multitudinaria tanto por la  ocasión de ver por última vez en vivo a los actores de la saga como por el morbo de comprobar en directo qué tal se llevan Pattinson y Stewart después de la sonada infidelidad de ella, una traición que llenó tabloides para enfado de las comunidades de fans que, tomándoselo como algo personal, pedían desesperados a la prensa que dejaran tranquilos a la otrora pareja. Las cosas, magia de la promoción, perecen ahora más calmadas.

“Somos uno de los pocos países que visitarán y será una gran forma de despedir la saga”, explica Igor Ibeas, Director General Adjunto de Aurum Producciones, distribuidora de la película a nivel mundial, que asegura también estar apenado por la llegada del final. “Llevamos más de seis años trabajando con estas películas que nos han tenido muy ocupados y han exigido mucho de nosotros, pero las alegrías superan con creces el esfuerzo”.

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