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Ethan Hawke y Ellar Coltrane, historia de una adolescencia

Los actores han tardado 12 años en rodar Boyhood, un filme que profundiza en la relación entre padres divorciados y sus hijos.

Ethan Hawke y Ellar Coltrane

Cuarenta días salpicados durante 12 años. Ése es el tiempo que ha tardado en hacerse Boyhood (Momentos de una vida), la última película de Richard Linklater, por la que recibió el Oso de Plata al mejor director en la pasada Berlinale. El filme, que se estrenará en España el próximo 12 de septiembre, narra la evolución real de un niño, Mason (interpretado por el actor Ellar Coltrane), de los 7 a los 19 años. Un paseo por su adolescencia, el divorcio de sus padres (Ethan Hawke y Patricia Arquette), los novios de su madre, su primer amor, su primer dolor… Un pequeño experimento cinematográfico con el que el espectador empatiza al instante por su veracidad y porque, alguna vez, todos tuvimos una infancia y una adolescencia.

¿Qué fue lo primero que se les pasó por la cabeza cuando, por fin, tras 12 años de rodaje, vieron la película montada?

Ellar Coltrane: Todas las emociones que te puedas imaginar. Si ya es duro verte en la pantalla de por sí, imagínate cuando visualizas momentos de tu vida que ni tan siquiera recordabas. Fue brutal. No me reconocía. Uno no se da cuenta de lo que cambia.

Ethan Hawke: Resultó impactante. No creo que exista un solo ser humano al que no le parta el corazón ver cómo han pasado los años. Pero no hay forma de evitarlo. El único consuelo es que nos pasa a todos.

Da la sensación de que el paso del tiempo es más implacable para un actor que para personas con otro tipo de profesiones…

E. H.: Es difícil concienciarse de que los papeles que te ofrecen cambian con el paso de los años. Aún recibo guiones en los que empiezo leyendo «Jimmy, 16, va en su skateboard» y pienso que ése es el personaje que tengo que interpretar. Pero no: en realidad quieren que haga de su padre. Lo de hacerse mayor es duro para todos, pero es cierto que las películas te recuerdan, más de lo que uno quisiera, que algún día morirás.

E. C.: A mí se me hace particularmente extraño verme en los pósteres del filme. Esa cara ya no es la mía; es la de mi ‘miniyo’.

¿Se parece mucho la vida de Mason a la de usted, Ellar?

E. C: No, mis padres son artistas, no como en la película. Aunque los peinados de Mason sean los míos y algunas de sus ideas también, su vida es diferente a la mía.

Y sin embargo es muy fácil que todos nos identifiquemos con él…

E. C.: La adolescencia es universal, por eso es fácil verse reflejado en él.

E. H.: Creo que ése es el secreto de un buen guion. Si tratas de escribir para todo el mundo, el resultado es aburrido, pero cuando lo haces sobre algo personal, auténtico, experiencial… la gente se ve como en un espejo. Richard Linklater y yo intentamos utilizar nuestras propias vivencias de adolescentes, las de nuestros padres divorciados, las de unos niños que se tenían que dividir entre casas cada fin de semana… Quizá por eso mismo, durante todos estos años, Boyhood ha sido nuestro pequeño secreto en común.

E. C.: Es verdad. A mí también me ha pasado. Durante estos 12 años casi no le he hablado a nadie de este proyecto. Es complicado de explicar porque entregas en él parte de tu vida. Por eso solo lo he compartido con los más cercanos.

Tras una experiencia tan intensa como ésta, ¿qué lugar ocupa Richard Linklater en sus vidas?

E. C.: Es mi maestro. En estos años me ha dado la oportunidad de aprender a ser actor. Caí en esto casi por casualidad, no tenía intención de dedicarme a esta profesión. Pero aquí estoy, con mi primera película. Richard me ha enseñado a proyectar mi vida de una manera artística.

E. H.: Hay una pequeña y una gran diferencia respecto al resto de filmes que he hecho. ¿La pequeña? En todos me han pagado, pero para Rick he trabajado gratis. ¿La grande? Nunca, en mis 30 años de carrera, he disfrutado de una experiencia como la que proporciona él en los platós. A menudo me encuentro con directores hechos un manojo de nervios; convives con la ansiedad y el egocentrismo. Pero rodar con Rick es, simplemente, sencillo: casi ni te enteras de que estás actuando. He podido trabajar con él en ocho ocasiones y me siento afortunado. Además, es un gran amigo.

Si tuvieran que quedarse con algo de esta película, ¿qué sería?

E. C.: Casi toda la gente que conozco de mi generación proviene de un hogar con padres divorciados. Mi esperanza es que la película ayude a entender que son humanos, que son personas que tienen problemas, como todos, y que intentan afrontarlos como pueden.

E. H.: La verdad es que cuando acabamos el rodaje sentí una tristeza que no había experimentado antes en toda mi carrera. Por eso quiero quedarme con su magia.

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