_
_
_
_
_

«Sonríe, por favor», la súplica de Trump a Melania en un posado de máxima tensión

La primera dama acompaña al presidente a un polémico posado en el santuario de Juan Pablo II en Washington, que fue duramente criticado por las autoridades religiosas de la ciudad.

Donald Trump y Melania Trump en su visita y posado al santuario de Juan Pablo II en Washington.
Donald Trump y Melania Trump en su visita y posado al santuario de Juan Pablo II en Washington.Getty

«Sonríe, por favor», murmura Donald Trump, el presidente de EE UU a Melania Trump en un posado que realizaron ayer al visitar el santuario nacional de Juan Pablo II en Washington. Las cámaras captaron el incómodo momento, que se ha viralizado rápidamente con, como viene siendo habitual, multitud de teorías y elucubraciones sobre el estado anímico de la mujer del magnate. Vestida de negro, con gafas de sol y con el semblante forzado, la primera dama estadounidense forzó una media sonrisa después de que el presidente se lo pidiese.

La pareja presidencial acudía al santuario católico en plena polémica por el uso de la Biblia del presidente, que un día antes llegó a requerir del uso de gases lacrimógenos para despejar su paso hasta la iglesia de Saint John y amenazar con desplegar al ejército. Si el acto del lunes fue criticado duramente por los líderes religiosos –entre ellos la obispo de la diócesis de Washington, Mariann E. Budde–, la visita del matrimonio Trump al santuario de Juan Pablo II tampoco ha contado con el beneplácito de la institución religiosa. El arzobispo de la diócesis, Wilton Gregory, tildó de “censurable” y “desconcertante” la visita en un comunicado, donde lamentó que la instalación católica “se permita ser tan mal utilizada y manipulada” de una forma que viola “nuestros principios religiosos”, que nos llaman “a defender los derechos de todas las personas, incluso aquellas con quienes podríamos estar en desacuerdo”, aclarando también que el Papa Juan Pablo II “ciertamente no toleraría el uso de gases lacrimógenos y otros elementos de disuasión para silenciarlos, dispersarlos o intimidarlos” con el fin de sacarse una foto “delante de un lugar de culto y la paz”, en referencia a los manifestantes que fueron desalojados del parque situado entre la Casa Blanca y la iglesia de Saint John.

Por su parte, la primera dama subió varias imágenes de su visita al santuario asegurando que la visita servía para «honrar el legado de Juan Pablo II» y que «su pasión y dedicación para la libertad religiosas es un legado que debemos proteger por todo el mundo».

Una primera dama cuestionada por su racismo

Si ya fue reticente a mudarse a la Casa Blanca en 2016, Melania Trump no suele prodigarse en público. Sus intervenciones suelen reducirse a su campaña contra el ciberacoso, Be Best, y como acompañante formal del presidente en actos oficiales. El semblante serio de la primera dama en el acto de ayer, como suele pasar tras varios episodios en los que se interpretó su disconformidad con su marido, volvió a ser sobreanalizado en redes, recordando otros episodios en los que Melania se mostró incómoda como en otra histórica sonrisa forzada, la que le dedicó a su marido en enero de 2017, el día de su investidura como presidente de EE UU.

Dejando de lado las elucubraciones sobre la supuesta cautividad de Melania en su matrimonio –una analista fotográfica defendió esta teoría catalogando todas sus fotografías compartidas en redes antes de que Trump ganase las elecciones–, el expediente de Melania Trump respecto a su posicionamiento frente el supremacismo blanco ha sido más que cuestionado públicamente. Eslovena e inmigrante en EE UU, la primera dama ha permanecido en silencio frente a los tuits racistas de su marido y es la misma que, sin haber vestido prendas low cost en una visita oficial, se puso una chaqueta de Zara con el polémico mensaje de «La verdad es que a mí no me importa, ¿a ti?» en la parte posterior de su parka mientras visitaba a los niños migrantes, algunos de ellos separados de sus padres, en Texas en 2018.

«A mí no me importa, ¿y a ti?», la chaqueta que vistió cuando visitó a niños migrantes separados de sus padres en Texas.
«A mí no me importa, ¿y a ti?», la chaqueta que vistió cuando visitó a niños migrantes separados de sus padres en Texas.Getty

La simbología de sus prendas y su indiferencia por cómo y frente a quién las viste en sus visitas oficiales es una de las tónicas que ha caracterizado a Melania Trump desde que se calzó con unos tacones de aguja para visitar una zona devastada por el huracán Harvey. O como cuando en su primera visita en solitario a África en 2018 no dudó en ponerse un salacot, el casco que solían llevar los ejércitos coloniales europeos en África y Asia y acabaron adoptando muchos civiles de los mandos invasores y que hoy en día se ha erigido en un símbolo racista y de opresión.

Tal y como recogía Begoña Gómez Urzaiz en este artículo sobre el juego al despiste y el troleo institucional en el estilo de la primera dama, entre los arrepentidos de Trump (colaboradores que han salido de su órbita) está la ex asesora (y estrella mediática) Omarosa Manigault. En sus memorias políticas Unhinged (Desquiciado), Manigault  escribe que Melania, está “contando cada minuto que falta para que su marido deje la Casa Blanca” y poder así divorciarse, utiliza la ropa para vengarse del Presidente. “En conjunto, todas sus rebeldías de estilo han servido para lo mismo, y no sólo para distraer, una estrategia que su marido conoce bien. Creo que Melania utiliza el estilo para castigar a su marido. Llevó esa chaqueta [la de Zara] para herir a Trump, y activó una polémica que él tendría que arreglar, prolongando la conversación sobre la insensibilidad de la Administración, arruinando todo el viaje y asegurándose de que nunca nadie volvía a pedirle que hiciera algo parecido”.

Melania Trump con salacot en su visita a África en 2018
Melania Trump con salacot en su visita a África en 2018Getty

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_