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Elisa Palomino, diseño español en londres

Tejidos, mantones de Manila y quimonos antiguos son el germen de sus creaciones. Prendas esenciales para esta diseñadora de moda que ha trabajado con John Galliano, en París, o Moschino, en Milán.

«En otra vida fui una geisha, seguro», afirma al abrir la puerta a su mundo de colores y detalles orientales. «Vivo fuera de España desde los 16 años y soy como los zíngaros, necesito llevar la caravana detrás. Mis quimonos y mis tejidos siempre viajan conmigo. Es mi forma de hacer mío cualquier lugar», comenta la diseñadora de moda.

Ha vivido en Londres, Milán, París y Nueva York, y ha trabajado para Moschino, Dior, Cavalli y Diane Von Furstenberg. Pero su gran aprendizaje fue con John Galliano. «Nos presentó una amiga y tuvimos un flechazo. Le siguieron ocho años en su atelier. Allí descubrí la auténtica experiencia de la alta costura».

En cada una de las casas en las que ha vivido ha repetido su «mundo nómada». Su hogar londinense se encuentra en una tranquila calle de Bermondsey. Desde que llegó, hace unos meses, ha pintado de rojo y entelado la angosta escalera. También ha cubierto sillas, sofás y paredes con quimonos y mantones.

Mantiene una relación casi obsesiva con los tejidos. «Tienen vida propia y son mi fuente de inspiración». En su última colección ha adaptado bordados asiáticos de los años 20. «Me fascinan los motivos japoneses de fertilidad o los estampados de escenas cotidianas chinas».

Colección de quimonos y quipongs chinos de los años 20 y 30, algunos heredados de su familia y otros comprados en mercadillos. Los zapatos son de Charles Jourdan y John Galliano.

Jorge Monedero

Recuerda con una sonrisa que de niña siempre «quería vestir de domingo». Aunque nació en Valencia, pasó su infancia y adolescencia en Cuenca, en el seno de una familia con sensibilidad artística. Tocaba el piano, dibujaba, cantaba y jugaba durante horas con la ropa de su bisabuela. «Mi abuela conservaba mantones de Manila de los años 30 –de su tía abuela, monja en Filipinas– y quimonos que mi bisabuelo traía de sus viajes. Ahora son prendas que no solo disfruto al verlas, también con su contacto con mi piel».

Los traslados de un lugar a otro obedecen a su anhelo de nuevas experiencias. «Cuando llego a una ciudad creo que me voy a quedar para siempre. Rápidamente hago amigos e incluso ¡me compro una casa!». Pero de la misma forma vuelve a hacer las maletas. «Valoro ser nómada y conocer a gente nueva. Mi vida es mi trabajo, y todo funciona en torno a él», asegura. Hace unos cuatro años se trasladó a Nueva York para lanzar su firma. «Franca Sozzani, directora de Vogue Italia, me echó una mano. Enseguida me di cuenta de que Europa me respondía mejor. Escuché el canto de sirenas del Viejo Mundo y volví», afirma vestida con uno de sus tocados, un quimono y sus tacones.

de la cocina muestra su colección de porcelanas antiguas compradas en China y Japón.

Jorge Monedero

En la pared, junto a uno de sus burros de ropa, ha colgado los retratos que le han realizado amigos como Howard Tanguy, profesor de Saint Martin’s, Adrien Beau, director de cine, o el estilista Óscar Visitación, entre otros.

Jorge Monedero

En un rincón, abanico chino que perteneció a su bisabuela. Las botas son de John Galliano y Azzedine Alaïa.

Jorge Monedero

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