_
_
_
_
_

El estilo no envejece. ¿La prueba viviente? Eloísa Bercero

Es una de las mejores perchas de España. Ha dedicado media vida a comprar alta costura y a ponérsela. Ella lo equipara al coleccionismo de arte­­

Eloísa Bercero continúa siendo uno de los referentes españoles cuando hablamos de alta costura. Sin embargo, gran parte de la colección que adquirió durante años ya no cuelga en su vestidor. Ahora pertenece al Museo del Traje de Madrid y, gracias a ello, esta gran dama de la moda ha visto cómo se hacía realidad su sueño más deseado: ver sus vestidos tratados como verdaderas obras de arte.

En 2006 decidió vender a la entidad 64 piezas entre vestidos, trajes de chaqueta y complementos. ¿Las firmas? Mayoritariamente obras muy selectas de Gianni Versace, pero también Chanel, Pierre Balmain, Giorgio Armani, Christian Lacroix, Franco Moschino, Gianfranco Ferrè y Loris Azzaro. Encontrarse con Eloísa de nuevo siempre es una ocasión perfecta para rememorar los años gloriosos de la alta costura parisina, frente a sus fotos junto a Giorgio o Karl.

Con su coleta lacia y gris, intacta y bien alta (como las que llevaban las supermodelos en los desfiles de Gianni Versace de finales de los 80) y su traje sastre con pantalón blanco combinado con un abrigo capa en negro, sorprende su gran capacidad para responder a mis preguntas al instante recordando los detalles de un esplendor que ya quedó atrás. A su alrededor, un halo nostálgico la envuelve. La sensación de haber vivido mejores tiempos flota en el ambiente, pero solo lo justo para comprobar que su dignidad como antigua clienta de la época dorada de la alta costura sigue absolutamente intacta.

Vestido de Lorenzo Caprile, pendientes vintage de Bulgari (ambos de Eloísa). Pulsera de oro blanco y diamantes de Vendôme, anillo de oro blanco y brillantes de Bárcena.

Gonzalo Machado

Su experiencia en el mundo de la moda es un recorrido realmente apasionante. ¿Para cuándo un libro que nos la cuente al detalle?

Estoy en ello. Se llamará Más allá de lo real, porque así ha sido mi vida, y contará todas mis vivencias en el ámbito más elevado de la moda.

¿Cuándo empezó a interesarse realmente por ella?

Desde pequeña y gracias a mi padre, un hombre de negocios que era muy apuesto y elegante, con un armario impresionante. De él heredé mi pasión, no de mi madre. ¡Ella con un vestido tenía ya para toda la vida! Y también heredé una fortuna sustanciosa, claro. Gracias a ella me introduje en el hermético mundo de la alta costura.

Gracias al empujón económico y al flechazo que tuvo con Gianni Versace, ¿no?

Por supuesto. Ser invitada al desfile que organizó durante años en la piscina del Hotel Ritz de París –de 1990 a 1997, año de su muerte– no era nada fácil. Pero lo conseguí gracias a Elena de Borbón (relaciones públicas de Versace en España en aquella época). Antes de asistir, me pasé por la tienda del diseñador, en el 62 de Faubourg Saint Honoré, y me compré el look de la temporada, un vestido de cóctel con un abrigo estampado con estrellas. Aparecí con él en el desfile justo cuando Gianni atendía a la prensa en la entrada, guapísimo, siempre sonriente y vestido con una levita gris con cuello mao. En ese momento mágico, se quedó mirándome fijamente, se acercó a mí, me estrechó las manos y me las besó. Así fue como aterricé en la alta costura parisina.

Sin embargo, al poco tiempo comenzó a ser infiel a Versace y empezó a relacionarse con otros diseñadores.

Pues sí, la verdad. Después de Gianni, Giorgio Armani ha sido mi otro gran amor en la moda. Él siempre me decía mientras me abrazaba: «Tu sei la mia musa». Mi relación con Oscar de la Renta cuando diseñaba para Balmain también fue entrañable. Y por último, está Karl Lagerfeld, el único que realmente sigue en activo. ¡Quizá activo es una palabra que se queda corta! Es impresionante su actual capacidad creativa para Chanel.

Ahora la alta costura está en pleno proceso de transformación, adaptándose a los nuevos tiempos. ¿Qué opina de ella?

Exceptuando lo que hace Karl para Chanel, no tiene ni por asomo el nivel de las prendas que yo he adquirido a lo largo de mi vida. Ahora encuentro cierto vacío a nivel creativo y también humano, porque ya no están ahí sentadas la mayoría de sus grandes clientas.

De entre ellas, sus compañeras de primera fila, ¿quiénes le han parecido más interesantes?

Del selecto grupo de mujeres españolas que han disfrutado de la alta costura como yo siempre destacaré a Naty Abascal. Aparte de su elegancia innata, entiende la moda. A nivel internacional, la mujer que más me ha impresionado siempre ha sido la jequesa de Catar: su belleza es monumental y su elegancia, imponente. Otras mujeres como Ivana Trump eran la antítesis del buen estilo o Nan Kempner, que vestía muy bien y con lo más caro… pero no me parecía la bomba. Tengo la misma sensación cuando pienso en Rania de Jordania.

¿Qué momento del proceso vinculado a la alta costura ha sido siempre su preferido?

El desfile. Elegir el vestido que me compraría mientras desfilaban las modelos siempre ha sido sencillo para mí. En cuanto aparecía, lo sabía. Mi mejor consejero, mi hijo Yago, me daba el visto bueno o no. ¡Tiendo hacia lo demasiado exagerado! Y él siempre ha sabido frenarme. Yago ha sido y es mi gran compañero en la aventura de la moda que he elegido vivir.

¿En qué detalles se fijaba principalmente para elegir los vestidos?

Lo primero que siempre me llama la atención es la silueta, que sea la adecuada para mí. Es algo que tengo que visualizar, si me veo dentro del vestido… ¡me lo llevo! Y soy perfectamente consciente de que la ropa me queda como un guante. ¿Parezco pretenciosa? Puede ser, pero es que para vestirte de alta costura tienes que tener una gran seguridad en ti misma y pisar fuerte.

¿Qué vestido de su colección considera que es la joya de su corona?

El vestido bordado con cristales de Swarovski de Gianni Versace que está expuesto en el Museo del Traje. Aunque no me trae muy buenos recuerdos, porque Donatella me pidió que me lo pusiera para asistir al primer desfile de la firma sin él. Y lo hice, allí sentada en primera fila con la familia Versace, Elton John, Sting, Madonna… todos lloramos y le rendimos un gran homenaje mientras sonaba de fondo el tema I’ll Be Missing You de Puff Daddy.

La primera vez que la vi en persona fue en la inauguración de la exposición de Giorgio Armani en el Museo Guggenheim de Bilbao en 2001 y vestía de negro riguroso. A pesar de poseer hasta modelos de Ungaro en un rosa escandaloso, usted tiende mucho a vestirse de blanco o negro.

Me encanta el black & white. Soy una persona extremista, o todo o nada, o blanco o negro, ¡gris no! También creo que soy adorada o soy odiada, y lo acepto. No me gustan los términos medios.

¿Cómo debe combinarse un vestido de noche para que luzca como se merece?

Sobre el vestido siempre intento llevar una capa larga con capucha. Un abrigo corto que no lo cubra quedaría horrible. Respecto al calzado, soy adicta a los taconazos. Y como bolso, una cartera de mano.

¿Cuál es el secreto para que un look perdure en el tiempo?

Que no siga en exceso las tendencias. Para mí la moda es sinónimo de libertad de expresión y, por eso, no creo en la dictadura de las tendencias, no están hechas para mí.

Me ha llamado la atención la cantidad de vestidos firmados por Juanjo Rocafort que hay en su colección

. Era un diseñador español maravilloso que ha sido injustamente olvidado y que merecería un homenaje. Tuvo la mala suerte de nacer en un país que no lo supo valorar. Nunca olvidaré los leggings unidos a unos zapatos de tacón que creó y los bautizó como «los berceros». Era muy vanguardista para su época. Demasiado.

¿Con qué vestido le gustaría ser recordada?

Con uno de alta costura, de Oscar de la Renta para Balmain, de inspiración oriental y confeccionado en encaje blanco de guipur. Con él estaba divina.

¿Alguna vez adquirió un vestido y no se lo puso?

Todos los vestidos de alta costura que he comprado me los he puesto en alguna ocasión. Bueno, una vez me ocurrió algo con un prêt-à-porter de Dior. La razón fue mi obsesión por la exclusividad. Antes de estrenarlo, se lo vi puesto a Carmen Martínez-Bordiú en una revista y, entonces, lo arrinconé para siempre… Hasta que acabó subastado.

¿Qué siente al saber que sus prendas están en el Museo del Traje y no colgadas en sus armarios?

Felicidad absoluta. Por fin se les trata como obras de arte, como yo realmente siempre las he visto. Para mí la moda es arte y es mi debilidad. Otras personas prefieren adquirir cuadros, caballos o coches. El Museo del Traje cuenta ahora con una selección que, espero, le sirva para negociar con otros museos como el Galliera de París o el Metropolitan de Nueva York. En manos de esta entidad he depositado lo que más quiero y, por ello, en ese museo me siento como en mi casa.

Echando la vista atrás, ¿se arrepiente de todo lo invertido en sus más de 2.000 vestidos de alta costura?

Para mí no tiene sentido vivir la vida y no dejar huella. Yo he aprovechado el privilegio de haber podido formar parte de la historia de la alta costura gracias a la invitación de los más grandes. Me voy a ir al otro mundo llena de alegría. Si tuviese la oportunidad de vivir de nuevo, volvería a consagrarme totalmente a la moda.

Eloísa posa con un abrigo con relieves de gasa de YSL.

Gonzalo Machado

Esmoquin vintage de Escada (es de la colección de Eloísa), zapatos de Gloria Ortiz en El Corte Inglés, broches: flor larga y pájaro, ambos de Vendôme; y mariposa de Bárcena; anillo con diamantes de Pablo Villanueva.

Gonzalo Machado

Vestido de gasa y encaje y cinturón de cuero, ambos de Valentino; collar de oro blanco, brillantes y rubíes de Bárcena, reloj vintage de Vendôme.

Gonzalo Machado

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_