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El día que Nancy Reagan abandonó a su suerte a Rock Hudson

Salen a la luz los documentos que confirman que la primera dama estadounidense no quiso ayudar al actor en sus últimos días.

reagan

Nancy y Ronney, como se llamaban cariñosamente, se conocieron en Hollywood. Eran los años 50 y ambos protagonizaban carreras de éxito en el cine de segunda división. Él, con un divorcio y 53 películas a sus espaldas, y ella, con once trabajos en su haber, formaban uno de esos matrimonios tan perfectos como americanos cuyas verdaderas ambiciones no podían estar más lejos de la meca del cine. Su vida, de película, acabó en la Casa Blanca. Con esfuerzo y sonrisas, Ronald Reagan acabó siendo el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos. De su época como intérpretes, la pareja conservaba muchos recuerdos y un puñado de buenas amistades. Rock Hudson era una de ellas. Este célebre galán del cine estadounidense y los Reagan compartían cenas, vacaciones y anécdotas. Pero en el peor momento de su vida, nueve semanas antes de morir, a Hudson lo dejaron en la estacada. Esta es la historia de uno de los episodios menos conocidos y tristes de la convulsa historia de Hollywood.

Rock Hudson tenía 58 años cuando el 4 de junio de 1984 le informaron de que se había infectado del virus del VIH. En esa época el actor participaba en la serie de televisión Dinastía. Para entonces, su trayectora filmográfica era una sucesión de películas inolvidables. Rifles de Bengala (1954), Gigante (1956), Adiós a las armas (1957) o El último atardecer (1961) eran algunos de los títulos que conformaban una carrera incansable y llena de éxitos. Pero un secreto, su homosexualidad, le atormentó hasta el día de su muerte. Ni el matrimonio con su secretaria, Phyllis Gates, ni la colección de bellas mujeres a las que besó en pantalla consiguieron reformular su identidad.

Courtesy Everett Collection

Elizabeth Taylor, Rock Hudson y Jimmy Dean en el rodaje de ‘Gigante’.

Cordon Pres

El año que precedió a su muerte, cuando Hudson ya sabía que se había infectado del VIH, sus amigos más cercanos lo abandonaron. El miedo y el desconocimiento que rodeaban a la enfermedad convirtieron sus últimos meses en un suplicio. Al evidente declive físico del actor (sus portavoces dijeron que padecía cáncer de hígado) se sumó la tristeza que le provocó la desbandada de su entorno más próximo. Burt Lancaster fue uno de los pocos que se mantuvo a su lado. Tres meses antes de morir, en julio de 1985, el actor declaró públicamente que padecía sida. En una medida desesperada, se trasladó a Francia para someterse a un tratamiento experimental con la droga HPA-23, pero no fue posible. La culpa, según el periodista Chris Geidner, la tuvo Nancy Reagan.

Buzzfeed acaba de publicar unos documentos de la biblioteca presidencial de Ronald Reagan de Simi Valley, en California, que confirman que la esposa del presidente estadounidense no quiso ayudar al actor en sus últimos días. Cuando Rock Hudson llegó al hospital militar de Percy (cerca de la capital gala) para ponerse en manos del doctor Dominique Dormant, nada fue como esperaba. Como el actor no disponía de nacionalidad francesa, el comandante que dirigía el complejo sanitario de Percy se negó a admitirlo. Inmediatamente, Dale Olson, secretario personal de Hudson, remitió un telegrama a la Casa Blanca en el que pedía a Nancy Reagan que intercediera en favor de su amigo. Solo una petición de Washington podría hacer cambiar de opinión al director del hospital.

El matrimonio Reagan con Rock Hudson en 1984, en una cena en honor del presidente mexicano Miguel de la Madrid.

Cortesía Biblioteca Ronald Reagan

"Por favor, haz que alguien llame al centro y les obligue a reconsiderar su decisión. Se trata del único hospital en el mundo que podría salvar la vida de Rock Hudson o aliviar su padecimiento", decía el telegrama. El matrimonio Reagan conocía perfectamente la delicada salud del actor, pero la respuesta de la primera dama no fue la que el entorno de Hudson preveía. En una escueta nota, Mark Weinberg, empleado de la oficina presidencial, respondió de la siguiente manera a Olson: "Acabo de hablar con la señora Reagan sobre el telegrama y me dice que no es un asunto en el que la Casa Blanca deba intervenir". La respuesta fue un jarro de agua fría para Hudson. Nadie esperaba que la primera dama no estuviera a la altura de las circunstancias en uno de los momentos más difíciles de la vida de su amigo.

A los pocos días, y tras numerosas gestiones con el personal de la embajada de Estados Unidos en París (a espaldas de la Casa Blanca), Hudson por fin consiguió que lo admitieran en el hospital militar de Percy. Pero su grave estado de salud hizo imposible el tratamiento y lo mandaron de vuelta a Estados Unidos, donde falleció pocas semanas después, el 2 de octubre de ese año. Su muerte fue la primera de una celebridad de semejante magnitud por la complicaciones derivadas del virus del VIH. Aquella pérdida cambió la percepción que los estadounidenses tenían del sida. La administración Reagan, muy criticada a comienzos de los 80 por su inacción a la hora de abordar el problema, cambió de estrategia. El 31 de mayo de 1987, dos años después de la muerte del actor, Ronald Reagan ofreció su primer y más importante discurso sobre la lucha contra el sida. Hasta ese momento nunca había pronunciado la palabra maldita en público. Pero para entonces, ya habían muerto 41.000 estadounidenses por la enfermedad. Rock Hudson sufrió las terribles consencuencias del mal y el lado más amargo de la amistad.

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