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Dominique Lapierre en privado

De él se dice que ha vendido tantos libros como discos los Beatles. Pero en su casa no escribe para batir récords, sino para conseguir fondos para los niños leprosos de Calcuta, a los que protege desde hace 40 años.

Su cuartel general está al lado de Saint Tropez. Poca distancia geográfica, pero todo un abismo, ya que Lapierre (La Rochelle, 1931) vive lejos del glamour y la sofisticación. Su casa está escondida entre los bosques de Ramatuelle, un delicioso pueblo medieval de calles circulares con casitas pintadas con los característicos tonos lavados de la zona. En un recodo del camino –y entre jardines provenzales rodeados por una cerca, tras la que nos saludan un burro y un caballo– surge La Bastide. Esta casa alegre y confortable está llena de libros, recuerdos de viajes e innumerables fotos de los personajes que han marcado la historia, desde Gandhi hasta el Papa, pasando por Teresa de Calcuta. «Compré esta casa cuando solo tenía 24 años. Fui a ver al dueño –un alcohólico necesitado de dinero– a la única hora en que estaba sereno, las ocho de la mañana, y cerramos el trato».

En su mesa de trabajo reina un orden caótico. En el centro, el pilot negro con el que escribe siempre a mano todos sus libros.

Pere Peris

Aquí ha escrito todos sus libros, algunos en solitario y otros a cuatro manos con su inseparable compañero de fatigas, Larry Collins (1929-2005), el hijo de un abogado de Connecticut que se enamoró de Francia mientras hacía el servicio militar. Su proceso de trabajo siempre era el mismo: un exhaustiva investigación seguida de unas maratonianas sesiones de escritura. Todo ocurría en esta casa, en la que Lapierre dispone de dos espacios de trabajo. Uno de ellos está contiguo al salón. El otro es un cobertizo en el jardín, junto a la cancha de tenis. Quien se acerca a él se encuentra con un amenazador letrero de «prohibido el paso», su forma de detener a los curiosos.
El deporte de la raqueta ha tenido una importancia crucial en sus libros. «A Collins y a mí nos encantaba jugar. Cuando estábamos trabajando y nos atascábamos en una discusión, nos vestíamos de blanco y empezábamos un partido. El que ganaba en la cancha ganaba también la discusión».
Ahora trabaja en solitario. Dominique se despierta todos los días a las siete de la mañana para escribir. «Siempre a mano y con un pilot negro. Delante coloco un papel con tres palabras: colores, ruidos, olores. Me recuerdan lo que debo transmitir a mis lectores. Y las tardes las dedico a la lectura y a montar a caballo».

Nada que ver con lo que su padre, diplomático, deseaba, ya que veía en él un digno sucesor. Pero Lapierre decidió hacerse reportero y, grabadora en ristre, recorrer medio mundo para narrar sus experiencias en la revista Paris Match. Corría el año 1973 cuando se instaló con Collins en Nueva Delhi para investigar sobre la independencia de la India. Ese trabajo culminó con la publicación, en 1975, de Esta noche, la libertad. Ahí empezó su amor por la India, a la que dedica su nuevo libro, India, mon amour (Planeta), un cuaderno de viajes en el que explica sus andanzas y la admirable cruzada humanitaria que inició hace 40 años. Fue en 1981 cuando el matrimonio Lapierre creó la fundación Cité de la Joie para ayudar a los niños leprosos de Calcuta, adonde van a parar los derechos de autor del escritor. Gracias a eso, y a las donaciones, los Lapierre han creado barcos-hospitales que surcan el Ganges, canales de irrigación para las islas de su delta, escuelas y residencias. Su forma de transformar la literatura en una realidad mejor.

Sobre el sillón, la chaqueta con la que monta a caballo.

Pere Peris

Literatura en imágenes La escalera que conduce al primer piso está empapelada con los carteles de las películas que se han rodado sobre sus libros.

Pere Peris

La rústica entrada de su mundo. Una silla le sirve de perchero para dejar sus aperos de montar a caballo.

Pere Peris

Detalles de las notas manuscritas con las que llena los rincones de su despacho

Pere Peris

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