_
_
_
_
_

Decir «lo siento» ya no es suficiente: así dominan los famosos el arte de disculparse

Pedir perdón es un rito de paso y a veces un trance insalvable para una celebridad. Publicistas y abogados intervienen en unos textos de contrición que implican reglas muy precisas. Saltárselas tiene sus riesgos.

Justin Timberlake, un experto en el arte de disculparse.
Justin Timberlake, un experto en el arte de disculparse.Getty

“Quiero disculparme con la gente a la que he decepcionado y prometo que en adelante escucharé, seguiré educándome y usando mi privilegio en apoyo de una sociedad mejor que creo que somos capaces de construir”. Escuchar: hecho. Educarse: hecho. Privilegio: hecho. Este breve párrafo de la mucho más larga nota de disculpa que emitió la semana pasada la actriz Ellie Kemper ya contiene al menos tres de los ingredientes imprescindibles de un tipo de escrito que es ya un género clave de la última década, la disculpa oficial.

Kemper, la protagonista de la serie The unbreakable Kimmy Schmidt, necesitó cinco slides escritos en blanco sobre negro y publicados en sus redes para pedir perdón por algo que hizo hace más de dos décadas, en 1999, cuando la eligieron “reina del amor y la belleza” en una cosa llamada el Baile del Profeta Velado. Este dato aparecía desde siempre en la página de la Wikipedia de la actriz y era más o menos conocido –para quien pudiera entender una referencia tan específica– pero no fue hasta hace dos semanas que empezó a circular una antigua página de periódico en la que se reconocía claramente a Kemper, que entonces tenía 19 años, vestida de debutante (traje blanco y brillante, guantes de ópera) en ese acto formal que lleva celebrándose en su ciudad natal, Saint Louis, desde hace 135 años. “Kimmy Schmidt fue la reina del Ku Kux Klan” decían algunas de esas capturas. Y aunque eso, al parecer, no es exactamente cierto, sí que es verdad que este grupúsculo de nombre harrypotteresco, la Veiled Prophet Organization, es un bastión del elitismo blanco en el Sur estadounidense. La fundaron dos oficiales del ejército confederado (quienes luchaban por el mantenimiento de la esclavitud) tras una huelga como una “sociedad secreta” para “reforzar los valores de los padres fundadores de la ciudad”. Aunque desde hace unos años algunos afroamericanos asisten al baile anual, la tradición sigue muy ligada al segmento social al que pertenece Kemper por nacimiento, los blancos ricos con cierto abolengo, ya que la actriz es hija y nieta de banqueros.

En lugar de hacerlo en caliente, Kemper, seguramente aconsejada por sus publicistas, se tomó una semana para responder y cuando por fin emitió su disculpa, que incluía otras frases de contrición como “la ignorancia no es excusa”, obtuvo más o menos el resultado deseado. Una buena métrica para saber si una nota de perdón ha funcionado se obtiene de manera casi instantánea en la sección de comentarios de Instagram, contando el número de corazones rojos que envían otras celebrities. Kemper los cosechó por decenas, de casi todos sus ex compañeros de The Office (Mindy Kaling, Angela Kinsey, Rainn Wilson), de cómicos como Aubrey Plaza, Patton Oswalt y Rob Delaney y de Alec Baldwin. Al tratarse de una cuestión racial, se observó con especial interés si los famosos afroamericanos absolvían a la actriz. Lo hicieron su compañero en Kimmy, Tituss Burgess, con su propio post de Instagram (algo que probablemente estaba apalabrado de antemano) y, en la sección de comentarios, la actriz Yvette Nicole Brown. De manera que, en términos de relaciones públicas, el gesto puede considerarse un éxito, aunque llevará un tiempo hasta que la actriz logre eliminar esa referencia de su SEO y del imaginario mental.

“Cuánto más cortas son, más cuesta redactarlas” confesaba un abogado que ha trabajado en la confección de este tipo de notas a Vice hace unos días. Todo indica que el asesor legal seguirá teniendo trabajo porque este tipo de escritos, que a menudo se escriben utilizando la aplicación Notas del iPhone y por eso se asocian a su formato y su tipografía, son cada vez más frecuentes. Las emiten los famosos cuando les pillan acostándose, o en el caso de Justin Timberlake, dándose la mano, con alguien que no es su pareja legal (Kristen Stewart, Dominc West), cuando se quieren disculpar por haber trabajado con Woody Allen, cuando tienen encima acusaciones de violación y alusiones al canibalismo (Armie Hammer) y cuando cometen actos que van contra la idea del famoso como ciudadano modelo y socialmente responsable. Vannesa Hudgens pidió perdón por minimizar el Covid en un vídeo, Rachel Griffiths por enseñar su manicura la semana en la que estallaron las protestas Black Lives Matter, Ariana Grande por chupar donuts ajenos y Lana del Rey aproximadamente cada tres semanas por un motivo u otro. El texto de disculpa es para algunos un reto de iniciación en la celebridad –al fin y al cabo, en lógica show business, si tienes que emitir uno es que eres lo suficientemente famoso como para necesitarlo– y para otros un trance que puede marcar la trayectoria futura de una carrera.

La primera ola del #MeToo, por ejemplo, conllevó decenas de disculpas de hombres acusados de lo que se codificó en esos días como “comportamientos inapropiados” en distinto grado. Algunas más o menos convincentes y otras desastrosas. El cómico Louis C.K. por ejemplo, encontró espacio en su largo escrito para hablar de su miembro viril, pero no para incluir las palabras “perdón” o “disculpa”. Su texto marcó cómo han ido para él los últimos tres años. El cómico ha rechazado la vía de la redención y ha abrazado la del resentimiento del cancelado en algunos de los monólogos que ha hecho desde entonces. El empresario musical y de la moda Russell Simmons, no negó las acusaciones de violación de una guionista, Jenny Lumet, y además aprovechó para hacer promoción de su nuevo estudio de yoga. Aunque quizá la más problemática de todas fue también una de las más notorias. Kevin Spacey, acusado de tocamientos y acoso por más de 20 hombres, pidió perdón por su comportamiento pero aprovechó la nota para salir del armario, cosa que no estaba relacionada con las acusaciones. De alguna manera, con ese acto, que antes se consideraba de honestidad y valentía, esperaba tapar las alegaciones que pesaban sobre él.

“Está muy claro cuando lees una disculpa y el talent ha decidido hacerla solo, sin consultar a su equipo”, decía un publicista de famosos que ha redactado muchos de estos escritos en el mismo artículo de Vice. “Está muy claro cuando alguien se ha sentado y ha escrito lo primero que le ha venido a la cabeza en lugar de tomare un día o dos, o más, para hacerlo de la manera correcta. La disculpa problemática es la disculpa reaccionaria (…), y también todas las que no dicen “lo siento”. Todos hemos leído disculpas que no dicen “lo siento y seguiré sintiéndolo”.

Para este relaciones públicas, que prefiere mantenerse en el anonimato, el momento es también crucial. “La de Justin Timberlake llegó demasiado tarde. Quizá décadas tarde”. Y aquí se refiere a la que lanzó el cantante hace un par de meses en respuesta al documental de Britney Spears, en la que aprovechó para disculparse por cómo la había tratado a ella y a Janet Jackson. El problema es que los hechos por los que pedía perdón eran demasiado amplios y genéricos. Era como si dijera “perdón por haber sido una persona un poco deleznable durante gran parte de mi carrera”. Es difícil que un texto de 400 ó 500 palabras puedan reequilibrar eso.

La redacción es crucial, y cada palabra cuenta. Se suelen escribir unos diez borradores antes de emitirla. La palabra “perdón” debería aparecer en el primer párrafo y se debería terminar con una referencia de futuro, una promesa al “trabajo” (trabajo es un concepto importante) que el famoso promete hacer para expiar sus pecados.

Existe una cuenta de Twitter llamada @SorryWatch que analiza este género y ya desde la bio avisa de la frase mortal, el “perdón si…”. Se debería evitar siempre la fórmula “perdón si he ofendido a alguien…”, y eso es algo que en general los habitantes del mundo del espectáculo han entendido mucho mejor que los políticos, que siguen utilizándola con profusión. El “perdón si” se cancela a si mismo: si tienes que emitir esta nota es evidente que sí se ha ofendido a alguien, así que es mejor ahorrarse ese paso que ya indica descreimiento por parte del emisor.

Para @SorryWatch, hay otras reglas cardinales, además de decir explícitamente “perdón”: nombrar la ofensa (no solo decir “lo que pasó), responsabilizarse, demostrar que se entiende el impacto, explicar por qué eso no volverá a suceder y hacer enmiendas. Sobre la de Ellie Kemper, opinaron que es una buena disculpa, que el décalage de una semana ayudó y que se detecta cierta personalización. En cambio, al Papa Francisco le daban un 0 sobre 6 en su reciente disculpa a los canadienses cuando se descubrieron 215 cuerpos de niños en un centro residencial destinado a personas nativas canadienses regentado por la iglesia católica. Ni pidió perdón, ni mencionó explícitamente los hechos, ni prometió enmiendas. Quizá la Iglesia necesita mejores publicistas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_