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Bárbara Lennie, la musa ‘indie’

Tímida, con un alto grado de exigencia y autocontrol, la actriz Bárbara Lennie confirma en esta entrevista que tras la introversión de todo intérprete se esconde un lado exhibicionista.

Bárbara Lennie

Cada verano lo mismo: los diarios se llenan de infografías del Estrecho. Allí, el Peñón; aquí, la Península; aquí España, allí, África… Y ponen líneas y pintarrajean alrededor de los apenas siete kilómetros cuadrados de tierra que tiene Gibraltar: aguas internacionales, aguas territoriales… no se sabe dónde empieza y acaba nada. La vida de Bárbara Lennie (Madrid, 1984) también es un poco así, hablar de ella es intentar ponerle puertas al mar. Entre el teatro y el cine, la gran y la pequeña pantalla, entre la fama y el anonimato, las fronteras se difuminan y todo parece arbitrario.

Hasta el Estrecho se desplazó Lennie, amante del vino y malasañera de pro, para rodar El niño, de Daniel Monzón (estreno el 29 de agosto), un thriller sobre el narcotráfico, con el Peñón de fondo. Se trata de la nueva apuesta de Telecinco tras Ocho apellidos vascos, un filme en el que la cadena de Vasile tiene depositadas tantas esperanzas como para haberle cedido espacio de autopromoción durante el Mundial de Brasil.

Bañador de Emporio Armani, pendientes y anillos, todo de Pesavento.

Sebastián Sabal Bruce

La presión, sin embargo, no parece ir con una actriz que en persona transmite una imagen de absoluto autocontrol que, en algún momento, niega («a veces me cuesta mucho expresarme en la intimidad»). Quién sabe si como medida de protección, confiesa: «Es una película de director, de Daniel, aunque tenga ambición comercial. Aun así es muy alentador que alguien decida que va a defender y promocionar el trabajo en el que estás, porque a veces es muy difícil que se vea lo que haces. Dicho esto, yo soy de las que siempre se ponen nerviosas cuando estrenan, tengo un nivel de autoexigencia muy grande. Pero, para bien o para mal, la película es de otro». Hoy, sin embargo, Lennie está de lo más relajada… y con motivo: «Acabo de volver del cabo de Gata, un lugar que te baja las pulsaciones muchísimo». Ha tenido tiempo de leer y de ver películas, como The Bling Ring, de Sofia Coppola. «Me gusta mucho cómo se manifiesta corporalmente Emma Watson. Todos los buenos actores saben cómo expresarse con su cuerpo», afirma.

En El niño, Lennie interpreta a Eva, abnegada policía de aduanas a la caza de un narcotraficante. No es la primera vez que lleva placa: las fans de Dani Martín la recordarán en Cuenta atrás, morreándose con el líder, por aquel entonces, de El canto del loco (de eso queda testimonio en su YouTube más famoso bajo el título «Corso y Leo se besan»). Ahora, su compañero de fatigas es el acaparador de premios Luis Tosar, y Lennie sonríe cuando se le pregunta con quién se «apatrulla» (Torrente dixit) mejor: «Son mundos tan diferentes… Pero se parecen mucho en que son dos tipos muy nobles, muy trabajadores y muy payasos. Con Luis me he reído hasta el punto de que me han tenido que llamar al orden. Dani también es así».

Vestido de Nina Ricci, sujetador de Oysho, pendientes de Tous, cadena de Dime que me quieres y pulseras de Mónica Vinader.

Sebastián Sabal Bruce

¡Donosti a la vista! En la profesión, Lennie tiene mejor que buena prensa. Tanta que hasta da rabia. Se ríe cuando se lo comentamos. Gran parte de su prestigio se lo debe a su condición de icono del último cine español, ése que algunos han bautizado como «nuevo» u «otro» cine, que para algunos es arte en estado puro y para otros es un soberano bostezo.

Ha trabajado con Jonás Trueba (Todas las canciones hablan de mí, que protagonizó e inspiró, pues era la pareja del director por aquel entonces), Isaki Lacuesta (Los condenados, con un larguísimo plano fijo solo a la altura de las elegidas), Luis Miñarro (Stella Cadente, hecha toda una aristócrata, como cuando interpretaba a la malvada Juana de Avis en la popular serie Isabel). Junto a ellos se ha forjado una imagen de actriz, seria, tal vez demasiado: «Me habría encantado hacer Tres bodas de más, pero no me llaman para eso. Creo que me han encasillado como actriz “intensa”».

Y no parece que en el futuro se vaya a convertir en la nueva Lina Morgan. El director Carlos Vermut la ha elegido como su magical girl en la película del mismo título que (dicen) será una de las sorpresas del próximo Festival de San Sebastián. «Es mi primer papel protagonista potente en el cine. ¡Y los que faltan por llegar! Confío mucho en lo que vendrá». Una carrera que sueña casi tan rica y longeva como la de su compañero en Magical Girl, José Sacristán. «Es más moderno que otros actores jóvenes con los que he trabajado. Todavía quiere indagar en sus márgenes, en sus grietas… Hace cosas que yo no me atrevo. Respira, se sienta, te mira… ¡Te mira mucho! Se cuestiona, aprende. En esta cinta ha estado rodeado de gente jovencísima… ¡y tenía más energía que nosotros! Ojalá mi carrera se pareciera un poco a la suya».

Bañador de Tsumori Chisato y collar de H&M.

Sebastián Sabal Bruce

Si no te andas con ojo, a la que puede, Lennie te lleva al teatro con esa naturalidad con la que sube la marea, como si le guardara cierto resentimiento al mundo del cine. «Hay algo muy heavy en el audiovisual: puedes estar dos años currando y luego te vas al carajo, a tu casa, y estás cinco sin hacer nada. Y si tienes suerte, vuelves. En el teatro eso ocurre menos: si tú vas demostrando que vales y haces buenos trabajos, salen las cosas… En mi opinión, es más honesto». Ella lo ha hecho, en especial junto al director Miguel del Arco, con quien ha formado una de las parejas más exitosas de la escena española del último lustro. La función por hacer, Veraneantes, Misántropo… Un premio Max por su actuación en la segunda y un Ojo Crítico por su carrera la contemplan. Difícil elegir entre tan alabada trilogía: «Con Misántropo he empezado a notar que tengo un lugar en el teatro, que el público no me ve como algo ajeno. Con Veraneantes me dejé la piel, literalmente: me hice una herida en el hombro, me abrí la rodilla, tuve una tendinitis durante meses… Esas cosas que pasan cuando pones energía de más». Por si fuera poco, Lennie, con esa querencia que tiene por lo independiente y minoritario, todavía encuentra tiempo para actuar en la reducida sala madrileña La pensión de las Pulgas, para 36 espectadores. «No necesito trabajar en teatros pequeños más allá de mi propio viaje como actriz, pero lo hago. Es una cura de humildad que te salva de muchas idioteces que vas creyéndote». La pregunta siguiente es obvia: ¿Cuándo duerme? (Risas). «Ahora busco tiempo para hacer otras cosas… Para dirigir, por ejemplo».

Colegas con el currículum desierto, que matarían por el de Lennie, tienen mucha más presencia en los medios que ella, que rara vez va a photocalls ni se la ve remojándose el gaznate en soirées. «Voy cuando toca y cuando me invitan. No hago esfuerzos por ajustar mi agenda y ser una profesional de las fiestas. Pero me parece genial: es parte del espectáculo. Este tipo de cosas hay que cuidarlas y creo que a veces, por timidez o por prejuicios, he sido muy poco generosa en ese aspecto». Para esas ocasiones, confía en los estilistas José Juan y Paco, de Change is Good. Le preguntamos si ya tiene listo el oufit para el estreno de El niño y, ¡oh, sorpresa!: «Me voy de gira latinoamericana el día antes del estreno… Justo cuando me tengo que poner guapa para una película que va a ser un éxito, ¡no estoy porque me voy a hacer La función por hacer en Brasil!». Allí, entregará su pasaporte en otra frontera. Así es Lennie, la actriz que se las salta todas.

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