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Así es el estreno (desastroso) como director de Ryan Gosling

Se ha demostrado que no es el hombre perfecto. Hay algo que no sabe hacer: dirigir películas. Su debut como realizador, la esperada ‘Lost River’, recibe un gran varapalo en el Festival de Cannes.

RYAN GOSLING
Getty

Después de erigirse en proyección ideal del hombre heterosexual, ha resultado que Ryan Gosling no era perfecto. Por lo menos existe una cosa que el actor no sabe hacer bien: dirigir películas. El Festival de Cannes adora al actor canadiense de 33 años, quien debe gran parte de su actual estatus de icono al paso de películas como Blue Valentine o Drive por este certamen. Pero esta vez no ha tenido tanta suerte. El actor pasó por La Croisette para presentar su debut en la dirección, la esperadísima Lost River, en la sección paralela Un Certain Regard. Lo hizo en una sala llena hasta los topes –decenas de espectadores se quedaron fuera– y con invitados de lujo como Willem Dafoe (miembro del jurado oficial), Nicolas Winding Refn (su director en Drive y Solo Dios perdona) y Wim Wenders. Vestido con un smoking sin pajarita, Gosling se presentó mucho menos locuaz de lo que acostumbra. “Espero que les guste la película”, dijo antes de dar paso a la proyección. “Me ha dicho que está algo febril”, confesó el delegado general del festival, Thierry Frémaux. Al final hubo aplausos, lo que en Cannes no significa demasiado. La prensa influyente no ha dudado en cargarse la película, convertida ya en uno de los principales pinchazos de esta edición. Estas son algunas de las claves para entender el porqué.

Relato onírico y absurdo
. Gosling cuenta la historia de Billy (Christina Hendricks, haciendo lo que puede), una madre soltera con dos hijos y graves problemas económicos, que vive cerca del ficticio y pantanoso Lost River, en un lugar muy parecido al Michigan de las hipotecas basura, donde la actual crisis empezó allá por 2007. Cuando el banco amenace con quedarse con su casa, esta madre coraje decidirá aceptar un trabajo en un extraño cabaret fetichista, que regenta Eva Mendes, compañera sentimental del actor (y ahora también director). Empezará entonces una narración deshilachada y pretendidamente onírica, poblada por imágenes de una indudable belleza, pero que no logra disimular una trama raquítica y absurdamente pretenciosa. A ratos se diría que Gosling, que también es autor de los diálogos, tomó clases de guion cuando presentaba el Club Disney.

Poética (trillada) de la destrucción. Gosling abusa de las casas en llamas y de los parajes en situación ruinosa en Detroit, convertida en capital contemporánea de la destrucción. Por su película transitan personajes llamados Bones (el hijo adolescente de Billy, interpretado por el prometedor Iain de Caestecker) o Rat (una esforzada Saoirse Ronan, interpretando a una chica solitaria que compone electropop en una habitación iluminada con neones rosas). Entre unos y otros aparece el tirano Bully (Matt Smith, visto en Doctor Who), que se la tiene jurada a Bones, y algún que otro personaje real que Gosling detectó sobre el terreno, que pretende conferir a la película eso que los estadounidenses llaman local color. En conjunto, Lost River parece una fantasía sobre los descastados, que responde a la visión idealizada de la marginalidad que deben de tener las estrellas de Hollywood. Por si fuera poco, Gosling añade todos los tópicos habidos y por haber de los relatos estadounidenses, como la sacrosanta comunión entre hombre y naturaleza (con una pizca de superstición sureña, a lo Bestias del sur salvaje) o la posibilidad eterna de volver a empezar cuando las cosas se ponen feas, ese mito fundacional del Nuevo Mundo.

Cóctel explosivo de influencias.
No hay plano que no cuente con un referente estético explícito. A menudo, procedente de directores con los que Gosling ya ha trabajado: hay secuencias que parecen un cruce entre Nicolas Winding Refn, Derek Cianfrance (el director de Blue Valentine y Cruce de caminos) y Terrence Malick, con quien el año pasado rodó en Austin una película todavía inédita. Además, no pasa desapercibida la influencia de David Lynch (ese misterioso cabaret que recuerda al Club Silencio, donde suena Moliendo café de Javier Solís), el Gus Van Sant de los noventa o el Brian de Palma de los setenta, además de algún toque indie a lo David Gordon Green. Algunos primeros planos de Christina Hendricks recuerdan furiosamente a la obra fotográfica de Alex Prager, mientras que algunos paisajes parecen cruces entre un lienzo de Edward Hopper y una vaporosa instalación de Olafur Eliasson. El problema es que Gosling se limita a calcar sin encontrar una suma orgánica (o, puestos a pedir, medianamente personal) de las influencias mencionadas. Algunas imágenes cuentan con un poder indudable, aunque parezcan obra del buen hacer del director de fotografía belga Benoît Debie, responsable de la luz en películas como Irreversible y Spring Breakers. Debie también acaba de rodar un drama en 3D, Everything will be fine con Wim Wenders, lo que explicaría su presencia en la sala durante el estreno en Cannes.

Malas críticas para el 'golden boy'.
La crítica no ha sido benevolente con Gosling, aunque hay quien se ha mostrado mínimanete generoso con él. El influyente Peter Bradshaw le dio dos estrellas en su crítica en The Guardian. “Todo el mundo sabe que tener éxito como superestrella significa que estás rodeado de gente que nunca te dice que no”, afirmó Bradshaw. “Es colosalmente indulgente, amorfa, a menudo ofensiva e insufriblemente presuntuosa”. Sin embargo, también apuntó que “contiene virtudes”. “Gosling tiene energía y apetito. Es ridículo y fatuo pero a menudo también ingenioso. Todavía es posible que madure como director”, sostuvo. Por su parte, el crítico de The Hollywood Reporter, publicación de referencia para la industria, afirmó: “Uno espera que trabaje con un coguionista la próxima vez, que se olvide de sus directores favoritas y que utilice un estilo que se ajuste al tema”. En las páginas de The Telegraph, Robbie Collin ha hablado de una película “abominable hasta dejar la boca seca”, y la revista Total Film ha hablado de “una película de estudiante con un reparto de primera categoría”. En Variety, Scott Foundas ha hablado de “delirios de grandeza de primera clase”. Gosling demuestra que ha trabajado lo suyo en el proyecto. Pero tiene varios problemas que superan su voluntarismo: de guion, de puesta en escena, de percepción de la realidad y, sobre todo, de gusto.

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