_
_
_
_
_

Año de Nieves

Nieves Álvarez, la top más querida, cumple 20 años de carrera exportando nuestro glamour por el mundo.

Nieves Álvarez

Estudia las preguntas y elabora respuestas medidas. Mientras habla, da la impresión de estar haciendo un striptease sentimental, pero lo que dice no termina de desnudarla. Hasta que entra en confianza. Las inseguridades y complejos afloran en el repaso de su carrera, pero ella ríe. Tiene motivos: es una de las pocas supervivientes de su generación. Este año cumple 20 años de romance con la moda; los mismos que lleva junto a su marido, Marco Severini. Y ambos siguen enamorados de ella. Dos décadas atrás, Nieves preparaba su salto a Milán, donde la esperaban, en 1993, Balenciaga, Lolita Lempicka, Yves Saint Laurent y Lacroix. Ese año también desfiló para Loewe. Nada como una foto para comenzar a desgranar recuerdos.

¿Qué ve en esta imagen?

¡Es Loewe! [Acierta]. Creo que es mi primer desfile. Gracias a esa cara me llamaban «manzanita». Era mi apodo cuando empecé, porque tenía el rostro redondo. Sin querer pecar de presumida, me veo mucho mejor ahora. Entonces los maquilladores me decían que me quitara las muelas del juicio y Celia Forner, gran mujer y modelo, me recomendó: «Tú no te quites nada, los pómulos salen con la edad».

¿Qué era lo que más le enorgullecía de su cuerpo en aquella época?

La altura, y eso que cuando era joven los chicos se metían conmigo y me gritaban: «¡Jirafa, patas de chicle!». Yo no quería destacar y llevaba la falda del uniforme muy larga. Elsa Pataki, que iba a mi colegio, me lo recordó hace poco: «¡Llevabas la falda hasta los pies! ¡Eras la única!».

¿Le ha tentado alguna vez la cirugía estética?

Hubo un tiempo en que me planteé operarme el pecho, trataban de convencerme de ello en EE UU. Me aseguraban que podría ganar mucho dinero y posar para firmas de lencería como Victoria’s Secret. Pero no iba conmigo. Pensé que no me sentiría yo. Cada mujer tiene su estilo y mis iconos de belleza siempre han sido mujeres sin grandes curvas ni escotes. Siendo como soy, me puedo poner lo que quiera, aunque a veces no rellene un vestido. No todas tenemos que tener los 90-60-90 ni pasar por el quirófano para estar perfectas. Mira, mujeres guapas en el mundo hay muchas y te aseguro que mucho más guapas que yo. Lo importante como modelo es saber transmitir y llegar a las personas que te ven.

¿Nunca le han impuesto un cambio?

Siempre he cambiado cuando me ha apetecido. En 1995 me rapé el pelo sin decirle nada a nadie. Necesitaba un cambio en mi vida y lo pagué con el pelo. ¡No me ubicaba dentro del mundo de la moda! [pone voz de rabia animal y ríe]. Era mi manera de rebelarme. Se llevaban bellezas más andróginas y agresivas como Kate Moss o Stella Tennant. Y me dije: «Yo también puedo ser fea». A raíz de ese corte, trabajé con Hermès y Guerlain. Y me hicieron la foto más bonita de mi carrera, con Yves Saint Laurent.

¿Fue en esa época de rebeldía cuando sufrió anorexia?

No, no. Eso fue cuando no era modelo. La moda me salvó de aquello. Esta enfermedad viene por problemas de inseguridad, de complejo de inferioridad y lo pagas con la comida. A mí la moda me ubicó en el mundo. Y, de hecho, en mi primera entrevista en la agencia Bookings de Madrid me dijeron: «Es que estás demasiado delgada y así no…». Y ahí empecé a encontrar mi sitio. Poco a poco. No te levantas un día y dices: «Hello, ya estoy curada». Te cuesta, pero si eres fuerte, sales. Ahora ayudo a las niñas que lo sufren. Me paran las madres por la calle, pero no tengo una varita mágica. Solo soy un ejemplo de esperanza: hay luz al final del túnel.

La moda la centró y le permitió desfilar con muchos de los grandes creadores. ¿Se queda con alguno?

Me encantaba que me confirmaran para el desfile de Hervé Léger, porque conseguía concentrar a las mujeres más bellas del mundo en pocos metros cuadrados. Era impresionante estar junto a Carla Bruni o Karen Mulder, por ejemplo.

¿Quién era el más maniático?

Me acuerdo de Ungaro, que siempre te decía: «No pongáis las manos en jarra». A él lo que le gustaba era que, a la hora de desfilar, se colocaran los puños en la cintura.

Top de red con bordados de pedrería de Alberta Ferretti (585 €), vaquero de J. Brand (285 €).

Gonzalo Machado

Pero eso no se aprende de la noche a la mañana… ¿fue difícil entrar en este mundo?

Al principio te sientes insignificante, una don nadie. En las primeras fiestas me metía mi agente. Y cuando llegas allí y ves a todo el mundo vestido tan fantástico, te invade la inseguridad. Pero aprendes.

Glamour, belleza, fiestas, siempre se habla de lo bueno, pero ¿la moda tiene un lado oscuro?

Algunos fotógrafos me han hecho llorar. Pero el más excéntrico era Lance Staedler, que vestía siempre pantalones de cuero y llevaba un cojín de terciopelo rojo a las sesiones. Tenía una de las voces más sexies que he escuchado nunca, aunque casi no hablaba. Se recostaba en el suelo sobre el cojín y tú inventabas poses hasta que decía: «Change». Con eso quería decir que te cambiaras de ropa. Era imposible conectar con él y yo me sentía realmente ridícula. En cuanto al hecho de que esta profesión se asocie con «vicios no recomendables», he de decir que en mis 20 años de carrera nadie me ha ofrecido droga ni nadie me ha sugerido que debía ir a reuniones con señores mayores… Solo una vez, en Nueva York, me llamaron de la agencia para acudir a una fiesta de una marca a la que no me dejaban ir por mi cuenta ni con mi novio. No fui. Al día siguiente me contaron que había sido algo más que una party… Espero que mi hija sea tan lista como su madre.

¿Le gustaría que fuera modelo?

No. El otro día me pidió que le hiciera una foto con el iPhone. Y luego cambió de pose: «Ahora otra». Me asusté. ¡Era un minimonstruo! Y eso que nunca me ha visto posar… Ahora entiendo a mi madre cuando tuvo que enviarme a recorrer mundo sola. Cuando llegué a Milán me pasé tres semanas llorando y al llamarla me dijo: «¿No es lo que quieres? ¡Pues lucha!». Ahora puedo intuir cómo se le partía el corazón mientras me lo decía…

Porque si usted no hubiera sido modelo, se habría dedicado a…

Yo quería ser la presentadora del telediario. ¡Quería ser la Letizia del momento!

Bueno, también es una de nuestras mejores embajadoras en el extranjero…

En realidad, nunca creían que fuera española. Pensaban que era rusa o del este. ¡Pero ya me he encargado yo de aclararlo! No pierdo oportunidad para decir bien alto que soy española allí donde voy. Recuerdo una sesión con David Bailey en la que era incapaz de recordar mi nombre. ¡Me llamaba «spanish thing»! Yo era muy jovencita y no sabía lo importante que era él, así que llamé a la agencia y les dije: «Pero este, ¿quién se ha creído que es?». Cuando vi los fotones que me hizo para el Elle inglés, entendí quién era.

¿Cómo se ve ahora?

Soy la veterana. Ahora las chicas que me acompañan en las sesiones me preguntan: «Nieves, ¿me enseñas a hacer esto?». Este verano hice una campaña en Alemania con dos modelos 15 años más jóvenes. Me preguntaba, «pero ¿qué hago yo aquí?». Tengo 37 años [los cumple el 30 de marzo] y sigo en la brecha. Hay mujeres mayores, como Lauren Hutton o Carmen Dell’Orefice, que siguen siendo iconos de belleza. Lo importante es saber evolucionar, aunque, siendo realista, son muy pocas las que continúan. La carrera de modelo ya no acaba a los 21 –cuando a mí ya me hicieron sentirme vieja–, pero acaba. Por eso he lanzado mi línea de ropa infantil. Aunque la crisis me afecta, como a todos.

¿Mejorará la situación con este Gobierno?

Es muy nuevo. Espero sentirme representada. Tenemos que darle una oportunidad y luego juzgar. Tomará medidas poco populares, pero debemos remar todos juntos. Aunque soy la primera que me quejo de la cantidad de impuestos que hay que pagar, ¿eh? [risas]. ¡Soy cabeza de familia y tengo tres hijos!

Top de encaje de Emilio Pucci (c. p. v.), falda de seda con volante en el bajo de Roberto Cavalli (875 €), sandalias de charol de Prada (c. p. v.).

Gonzalo Machado

Chaqueta corta con bordados de Dries Van Noten (1.627 €), pantalón de Moschino (432 €), sandalias de tiras cubiertas de pedrería de Jimmy Choo (1.495 €).

Gonzalo Machado

Culotte de talle alto con volantes de Fifi Chachnil (c. p. v.); sandalias de seda con detalle de bordados y borlas de Christian Louboutin (c. p. v.).

Gonzalo Machado

Chaqueta con bordados y pedrería de Emilio Pucci (2.995 €), vaquero de J. Brand (285 €); sandalias de Alberta Ferretti (500 € aprox.).

Gonzalo Machado

Tocado andaluz. Flores de Flowers by Bornay.

Gonzalo Machado

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_