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Ana Juan, la española que más veces ha ilustrado la portada ‘The New Yorker’

Es la artista española que más portadas ha creado para la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker. Un total de 19. Su genialidad la ha hecho merecedora del Premio Nacional de Ilustración.

Ana Juan

Entrar en el hogar de Ana Juan es lo más parecido a hacerlo en una casa museo. Maquetas de sus exposiciones, como la que le brindó el Museo ABC de Madrid en 2011, carteles de las portadas que ella ha dibujado para los libros de Isabel Allende y esculturas se agolpan en los pasillos. Es inevitable que uno sienta curiosidad y hasta ganas de cotillear, porque en el universo de Ana Juan cada pequeño detalle guarda una gran historia. Bustos que son cajas de música, bocetos de agarraderas para bolsos, joyas, afiches de cine, de teatro. Y todo impregnado de ese sello onírico tan personal y reconocido en todo el mundo que le valió el Premio Nacional de Ilustración en 2010.

Su estudio es luminoso. Un artista sabe qué orientación han de tener sus ventanales: «Aquí da norte, en la otra sala da sur y en verano se nota mucho». El salón, con los años, se ha ido llenando de ella. «Igual hay algo de síndrome de Diógenes pero no puedo desprenderme de nada», dice entre risas. Efectivamente, es risueña. Y también una perfeccionista incurable. Advierte que dará rodeos para responder, lo mismo que necesita hacer varios bocetos antes de dar por finalizado un trabajo. Nunca se siente orgullosa al cien por cien: «Todo podría haberlo hecho mejor», asegura. Y lo dice con ese rostro presidido por unos ojos melancólicos y un pelo indomable. Parece que la hubiera dibujado Edward Gorey.

Abrigo de Louis Vuitton y vestido de encaje con cola de Alberta Ferretti.

Pablo Zamora

¿Cómo llegó a ilustrar las portadas de la revista The New Yorker?

No tengo una carrera al uso porque nunca he aspirado a grandes metas. He sido feliz con lo que he ido consiguiendo día a día. Alguien publica mi libro, otro lo ve, me llaman y así me ha ido saliendo todo. No existe otra magia. Con The New Yorker me costó tres años publicar la primera portada. Me hacían pruebas que no llegaban a cuadrar, hasta que una salió bien y pasé a formar parte del equipo.

Es usted una de las pocas españolas que triunfa internacionalmente en el mundo de la ilustración. ¿Siente que respetan más su trabajo en el extranjero?

Tengo la suerte de sentirme querida y respetada, aquí y fuera. Nunca me planteé que publicar en el extranjero fuera algo posible, pero el azar o el tesón por mejorar y tener mi propia forma de contar el mundo me llevó a publicar en otros países.

¿Ilustrar para The New Yorker es llegar a la cima?

No lo creo. Es más, no considero ninguna de esas 19 portadas como mis mejores trabajos. Son encargos con mucha libertad, siempre y cuando tú aportes la idea. Si no, te reconducen e intervienen muchas opiniones.

Ana lleva vestido negro de Boss y broches de Lanvin.

Pablo Zamora

¿Cuánto tiempo le suelen dar para los encargos?

Pueden ser meses u horas. Cuando sucedió el atentado en Londres me llamaron para que enviara algo ese mismo día y luego no lo publicaron. Estas son las reglas del juego y yo las acepto. Si no las aguantas, mejor no participes porque son peculiares. Puedes llegar hasta el final y que el editor elija otra portada que no es la tuya. Siempre te da un pequeño disgusto pero en la vida hay que tener muchos más recursos. Uno no se puede centrar en algo que puede o no salir.

Confiéselo: de pequeña pintaba sobre los libros del colegio…

¡Claro, siempre estaba dibujando! Era el medio más afín a mí. Pero nunca me echaron bronca por no prestar atención porque soy muy práctica y, al igual que en la facultad, quería acabar lo más pronto posible. Sabía que era un trámite que debía pasar rápido y a los 21 terminé la carrera.

Un poco pronto, ¿no?

Hice Bellas Artes cuando era escuela superior y podías acceder a partir de los 14 años. Desde los 12 me estuve preparando para entrar practicando dibujo clásico.

Vestido con estampado de mariposas y abejas metálicas de Lanvin y botines de Christian Louboutin. La cama de hierro forjado es de Hermanos Vázquez (atrezzovazquez.com).

Pablo Zamora

Entonces, tuvo siempre claro cuál quería que fuese su profesión.

Bueno, tenía talento, aunque soy más trabajadora que talentosa. Pero mi madre me dirigió muy bien. Me dijo que intentara hacer de mi virtud una profesión, porque toda mujer debe tener un oficio para no depender de nadie.

Es una suerte que los padres apoyen las habilidades de los hijos.

Pues sí, porque en vez de pensar que eran tonterías decidió potenciarlo. También tenía otras intenciones para mí, como que me dedicara la docencia. Pero creo que no recogí el título en la universidad por no tener que verme obligada un día a dar clases. Admiro mucho el trabajo de maestro pero no me veo.

¿Cuándo fue consciente de que se podía dedicar a esto?

Realmente no tenía un plan B. Tuve la suerte de aprender publicando, de darme pocas alegrías y muchos tortazos. Eso me fue educando y pude vivir del trabajo desde el principio.

Y se vino de Valencia a Madrid con una carpeta repleta de dibujos.

Sí. Vine a mostrar mi trabajo y una cosa llevó a la otra. Hubo suerte y la aproveché. Tuve muchas oportunidades a la vez, en La Luna de MadridMadriz y El País, y todos fueron abriéndome camino.

La artista lleva vestido de Gareth Pugh, botines de Christian Louboutin y anillo de Ana Juan. La escalera de madera antigua es de Tado.

Pablo Zamora

Entonces no se trabajaba prácticamente con Internet. La llegada de la red de redes ¿ha cambiado su dinámica de trabajo?

Antes había una mensajería nocturna especial. Aparecía un señor en mi casa y le daba el sobre. Pero mis herramientas siguen siendo el papel y las manos. No como un dogma, me gusta el tacto de las cosas. Lo mío es la artesanía.

¿Hay algo que no se pueda ilustrar?

No. Todo aquello que produzca una emoción puede ser ilustrado. Y todo produce emociones, solo depende de cómo recibas los estímulos.

¿Y se le resiste algo?

¿Ilustrado o dibujado?

¿Qué diferencia existe?

Si me dice que dibuje un coche le diré que no. Todo lo que no es orgánico y no está vivo se me da mal. Al ilustrar aplicas tu dibujo a un texto o a una imagen. Hay que hacerlo tuyo, llevártelo a tu terreno y hasta que no lo digiera no tendrá su coche.

Vestido de Dolce&Gabbana. La silla es de Tado (tadoynicolas.com).

Pablo Zamora

¿Hay diferencias entre hacer un libro para adultos o hacer uno para niños?

Yo en esta vida procuro hacerlo todo para mí. Soy muy egoísta (ríe). Hay que disfrutar con lo que uno hace. Me identifico con la respuesta que dio el escritor y artista Edward Gorey al preguntarle si le gustaban los niños: «No sé, no conozco ninguno».

¿Le interesa el mundo de la moda?

Lo disfruto mucho porque está muy cerca del arte. Hay gente como Galliano o McQueen que han hecho auténticas performance en las pasarelas. Llenas de poesía y drama. La moda es una gran industria que se come a sus hijos: todo aquello que es nuevo va acompañado de algo que cambia y se rompe.

¿Le da mucha importancia a lo que llevan puesto los personajes que crea?

¡Cómo no! Dime como vistes y te contaré quién eres. Me gustan los complementos, los detalles. Son los que más hablan de la personalidad de cada uno.

Usted también ha creado algunos, ¿verdad?

Sí. Los complementos son pequeñas esculturas y me gusta pensar en ellos como amuletos. Una galería valenciana me propuso crear una serie y me lancé. Los engarces los elaboran unos artesanos valencianos que se dedican a los aderezos de fallera.

Vamos, que tiene alma de fallera…

Más bien de joyera (ríe). Disfruto haciendo cosas nuevas. Tengo decenas de proyectos distintos que sé que no me van a hacer rica pero sí feliz. No invierto mi dinero en comprarme un coche sino en hacer mis prototipos. Es sano y contamina menos. Yo hago las cosas, las disfruto y después, las olvido.

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