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«Doctor, he vuelto a fumar por culpa de la pandemia»: guía para afrontar una recaída con sabiduría

Aumentan las recaídas en el consumo de tabaco, pero no todo son malas noticias. Los expertos y algunos felices exfumadores nos cuentan cómo lo han dejado para siempre sin traumas, sin engordar y sin dramas.

tabaco coronavirus mascarilla
Getty Images (Getty Images)

«Hola soy Manu, dejé de fumar gracias a ti hace 15 años», le dijo a Rhea Sivi de Es fácil si sabes cómo una voz al otro lado del teléfono en las semanas álgidas del confinamiento, en abril del año pasado. Recordaba el caso: en 2005 los problemas circulatorios derivados del elevado consumo de tabaco de Manu (no menos de dos paquetes diarios) habían hecho que fuera necesario operarle una pierna y estaba en espera para ser intervenido de la otra. Al participar en el programa recuperó la circulación en cuestión de días y pudo cancelar esa segunda intervención. En 2020, algo había cambiado, contaba preocupado al teléfono: «Me fumé uno hace dos semanas y no sé cómo pero vuelvo a estar en los dos paquetes diarios… Y, por supuesto, los problemas circulatorios han vuelto». Realizó de nuevo el programa, dejó de fumar en mayo y, casi un año después, sigue sin probarlo.

Es fácil si sabes cómo es quizá el único centro que devuelve el dinero a sus pacientes si no consiguen dejar el tabaco. El elevado éxito del tratamiento (online o presencial, tanto en su sede en Cantabria como en varias ciudades españolas) les ha llevado a trabajar con numerosas empresas y particulares. De hecho, en la última sesión, realizada la semana pasada, Rhea Sivi hizo a las seis mujeres asistentes la misma pregunta que ha formulado a los centenares de personas que han dejado el tabaco con su ayuda, es decir, cuánto fuman al día. Y respondieron, por orden, una que fumaba dos paquetes diarios, dos que fumaban uno, otras dos que rondaban el medio paquete y la sexta, que consumía menos de tres cigarrillos al día. «Respuesta errónea», contestó esta experta en mindfulness aplicado al tratamiento de las adicciones, «todas fumáis lo mismo; fumáis lo que podéis».

Tras refunfuñar, protestar y argumentar, todas ellas acabaron dando la razón a Sivi. «Hay tres factores que determinan o limitan lo que fumamos: el dinero, la sensibilidad de tu cuerpo a los venenos (la diferencia entre la persona que si fuma más de cierta cantidad se marea frente al que fuma aunque tenga gripe y fiebre) y la oportunidad (si tu empresa no permite que salgas a fumar o tienes una pareja antitabaco)», y esos tres factores combinados nos llevan a que la realidad es que cada fumador fuma lo que le es permitido, lo que le es posible», añade. Pues bien: el confinamiento ha cambiado por completo el tercer factor, el de la oportunidad, especialmente para aquellos que viven solos, por eso tantas personas han aumentado su consumo desde el inicio de la pandemia (si bien en España hay un 1,4% de fumadores que han aprovechado el quedarse en casa para dejarlo).

A raíz del coronavirus, nos cuenta Rhea Sivi, no solo han observado un aumento en el número de personas que les piden ayuda porque han pasado de un consumo esporádico a uno compulsivo, sino que se han multiplicado los casos de recaídas incluso entre aquellos que llevaban años sin probarlo. Es lo que le pasó a Lorena, comercial de 44 años que reside en Valencia: «Llevaba cinco años sin fumar y sin mono, pero durante el confinamiento algo pasó en mi mente; empecé a aterrorizarme por si me contagiaba y por las muchas posibilidades de quedarme sin trabajo, por no hablar de la tristeza que me provocaba no salir de mi casa en unas semanas y de mi país seguramente en meses o años… La espiral de estrés encendió una especie de letrero luminoso en mi cabeza que decía ‘necesito un cigarrillo’ y sin darme cuenta he vuelto al paquete diario. Lo peor es que el estrés sigue ahí, y encima se suma la preocupación por el daño que me hace el tabaco», cuenta a S Moda.

La fatiga pandémica, la ansiedad, el estrés y hasta la depresión son, para muchos, emociones que pueden hacer que parezca que dejar el tabaco ahora sea más complicado que nunca. En esto discrepan los expertos del centro en Cantabria Es fácil si sabes cómo que codirigen Geoffrey Molloy y Rhea Sivi. Su abordaje tiene bastante del método viral de Allen Carr, amigo y colaborador de la pareja, de hecho son los traductores al español del bestseller de Carr, Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo, que ha ayudado a millones de personas en todo el mundo a dejar el tabaco. «Al morir Allen en 2006 nos desvinculamos de la nueva organización y creamos nuestro propio método y me atrevo a decir que hemos mejorado el planteamiento original, ya que introducimos elementos como el mindfulness y la psicología para trabajar la resiliencia emocional, aumentando la capacidad de las personas a controlar varios aspectos de sus vidas, incluso el estrés pandémico».

Precisamente de la necesidad de un abordaje multidisciplinar nos habla el doctor en psicología y profesor de la Universidad Complutense José Antonio Molina, autor entre otros libros de SOS Tengo una adicción (Pirámide). «Se ha comprobado que los programas ‘multicomponente’, es decir, los que integran diferentes tipos de estrategias, son los que mayor eficacia presentan. Las cuestiones que se pueden trabajar son el control estimular (los estímulos que asociamos al tabaco), trabajar con los deseos de consumo y cómo afrontarlos, probar con una reducción de la nicotina (el método Rgina), el autocontrol y las herramientas para prevenir las recaídas muchas veces vinculadas a situaciones emocionales».

Aunque no existen datos oficiales sobre las recaídas (sí hay datos en cambio sobre un mayor consumo entre los fumadores y, en paralelo, el mencionado y leve descenso del número de fumadores totales), el doctor Molina nos cuenta: «No conozco estadísticas concretas sobre recaídas, aunque sería previsible que hubieran aumentado, ya que los factores emocionales negativos (como el que estamos viviendo) son los principales desencadenantes de la vuelta al consumo del tabaco». Si esto nos ha ocurrido o tememos que nos suceda, Molina recomienda «trabajar estrategias para reducir la ansiedad , ya sea alguna técnica de relajación o de control de la respiración, o aumentar el ejercicio físico. Es interesante entrenar a las personas en el afrontamiento de diferentes tipos de emociones, algo que se realiza en intervenciones psicológicas. Por último, aconsejamos también trabajar para evitar el aumento de peso en la deshabituación tabáquica, ya que es una de las causas que provocan recaídas posteriormente a haberlo dejado».

Es precisamente lo que le ha sucedido a Mónica, una profesora universitaria de 39 años que pertenece a ese 1,4% de fumadores españoles que han dejado de serlo durante la pandemia. En verano, junto a su pareja, decidieron intentarlo a la vez. «Mi resumen es que estamos más sanos, pero nos sentimos más desgraciados», nos cuenta entre risas. «Lo hemos hecho sin ningún tipo de ayuda (ni psicológica ni farmacológica) y hemos conseguido abstenernos incluso en fiestas. Eso sí, siete kilos en siete meses, y el mono sigue aquí». Y ese también fue uno de los mayores miedos de Giomar, gaditana de 41 años, antes de emprender su tercer y definitivo abandono del tabaco. «Lo he intentado varias veces, la primera de ellas llegué a estar año y medio, pero fue la tercera la que supuso un cambio casi a nivel cerebral. Para no engordar, hice la ‘locura’ que muchos desaconsejan, pero que a mí me funcionó: ponerme a dieta a la vez que dejaba el tabaco, sentí que podía hacerlo porque sabía que si engordaba me iba a agobiar, y que ese agobio posiblemente me hiciera recaer, así que me adelanté. Y funcionó. ¿Mi secreto? Las rutinas que hacía con el cigarro las cambié por caramelos de menta sin azúcar y hacía otros pequeños trucos para engañarme. Pero no fue fácil, recuerdo algunas noches en las que me lo estaba pasando muy bien y, sin embargo, me volvía a casa porque sentía que iba a recaer. Y en la pandemia volvió el mono, pero me abstuve».

¿Existe una personalidad adictiva?

En este punto discrepan los expertos. Por un lado, desde Es fácil si sabes cómo aseguran que son las sustancias (como el alcohol o el tabaco, al igual que la cocaína o la heroína) las que crean adicción por su propia naturaleza. Es como una pendiente por la que algunos se deslizan más rápido que otros, pero todos acaban consumiendo más de lo que realmente desearían (incluso los que parecen “tenerlo controlado”). Para el doctor Molina, sin embargo, “todas estas sustancias tienen un enorme potencial adictivo, pero no es menos cierto que existen unos rasgos de personalidad que hacen que las personas puedan desarrollar o no la adicción más fácilmente. Prueba de ello es que hay personas que se inician en el consumo pero no se enganchan. Los rasgos psicológicos que pueden propiciar un comportamiento adictivo son la impulsividad, la baja tolerancia a la frustración e incluso la atracción por el riesgo”.

¿Significa esto que no todos podemos dejar de fumar?

Aquí sí hay quórum entre los especialistas, que aseguran que todo el mundo es capaz de vencer esta y cualquier adicción. Mejor si es con ayuda, especialmente psicológica. Los fármacos como Champix o los sustitutivos como parches transdérmicos o chicles de nicotina, nos explica el doctor Molina, “lo fundamental es que se apliquen en sujetos con perfiles de dependencia nicotínica muy alta, no que se utilicen de forma generalizada, ya que trabajan sobre los posibles síntomas del síndrome de abstinencia. Lo que sí se ha comprobado es que tanto si se deja con la ayuda de un medicamento como si no, las tasas de eficacia aumentan si se cuenta con algún tipo de apoyo o consejo psicológico”.

¿Qué tienen en común las personas que lo dejan para siempre?

“La intencionalidad, el tomar conciencia de que es un problema sin tratar de minimizarlo y trabajar a fondo para producir ese cambio”, cuenta Molina sobre cuáles son las claves para dejarlo con éxito. Rhea Sivi añade que es necesario un cambio de nuestra forma de pensar. «Uno de nuestros lemas es ‘la percepción lo es todo’: si dejarlo te parece un sacrificio tienes más posibilidades de fracasar, por eso con nuestro trabajo ayudamos a las personas a descubrir que el cigarrillo no provoca placer, solo alivia el mono que el propio cigarrillo provoca. El mindfulness permite no funcionar en piloto automático y transformar los pensamientos, en lugar de perdernos en el ‘qué horror, estamos de fiesta y no puedo fumar’ debemos tomar distancia del pensamiento y observarlo de otra manera, por ejemplo, concentrándonos en ‘qué bien poder estar con mis amigos y no tener que meterme veneno’, para verlo como maravillosas oportunidades de disfrute en lugar de duras tentaciones que resistir». Luis, profesor de 40 años, nos cuenta que lo consiguió para siempre tras una recaída. «He dejado de fumar en dos ocasiones y en la primera logré estar cinco años sin fumar, pero volví porque asociaba ciertos rituales y hábitos al tabaco (como las cervezas, los cafés o las pausas en el trabajo). Así que la segunda vez eliminé esos rituales. Y supe que me había desenganchado cuando pude volver a tomar cañas o un café sin echar de menos el tabaco».

¿Es posible el deseo de muchos fumadores de fumar solo a veces?

“Esa es al cuestión con la que todo adicto fantasea en un principio: poder tener un consumo controlado de la sustancia”, explica el doctor Molina. “La evidencia científica nos dice que esos casos son extremadamente difíciles, sobre todo si la persona ya ha sido adicta a la sustancia. Es extraordinariamente complicado pasar de 20 cigarrillos diarios a uno o a fumar solo en eventos contados y mantenerlo en el tiempo, porque lo habitual será que en un periodo relativamente corto el adicto vuelva al consumo previo habitual (o incluso a superarlo), por factores que tienen que ver con la falsa sensación de control e incluso por determinados cambios que se producen a nivel neuronal. Por eso, a nivel terapéutico trabajamos con la abstinencia completa”.

«Hay que olvidarse de esa idea falaz por el principio de resistencia o de tolerancia que provoca cualquier fármaco y cualquier sustancia de esta naturaleza. La primera línea de defensa del cuerpo cuando se encuentra con veneno es avisándote con mareos y tos. La segunda consiste en tratar de eliminarlo lo más rápido posible: eso es lo que produce el llamado mono. La tercera línea de defensa natural de nuestro organismo consiste en volverse más resistente, y cuanto más resistente se vuelve nuestro cuerpo más necesitamos fumar, es por eso que la mayoría de nosotros  empezamos fumando ocasionalmente y lo vamos introduciendo en el trabajo, en los estudios, cuando estamos aburridos, cuando estamos estresados, etc. Y el resultado final siempre es fumar más y más. Hay que olvidar eso de una calada y ya está», explica Rhea Sivi.

Sofía, murciana de 60 años, explica que «fue difícil pero lo dejé de una vez y sin recaídas hace más de 30 años… En mi caso fue automático: en cuanto me encontré mal de salud decidí ‘este es el último’. La verdad es que gané tanto en salud que no me resultó complicado, supe que se había acabado y no podía volver a fumar más». Su hija Sonia, de 39, siguió sus pasos, aunque por un camino más complicado: «Yo lo he dejado en cuatro ocasiones y lo más duro no fue dejarlo, sino gestionar la frustración de cada una de las tres recaídas, porque sientes que tras tanto recorrido vuelves a la casilla de salida. La cuarta vez supe que era la definitiva cuando, tras semanas sin fumar, comprendí y asumí que no podía dar ni una calada, porque significaría volver a fumar. Y así sigo… Diez años después, pandemia incluida».

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