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¿Qué diferencia hay entre una crema de 30 euros y una de 300?

Pista: para poder compararlas de verdad, hay que fijarse en el listado de ingredientes antes de entrar a valorar.

Investigación y fórmulas determinan el precio final del producto.
Investigación y fórmulas determinan el precio final del producto.ana regina garcía / getty

En el mercado cosmético, que extiende sus ramas por las grandes superficies, las farmacias y las perfumerías especializadas, aparte de tiendas propias de las marcas, se pueden encontrar productos con precios que oscilan desde unos pocos euros a cientos. Todos, sin importar los ceros de su código de barras, prometen una gran eficacia. Pero ¿valen lo mismo, en términos cualitativos, todas las cremas?

La dermatóloga Elia Roó, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología, lo tiene claro. «Primero, para determinar si una crema es más efectiva que otra, independientemente de su precio, hay que fijarse en la etiqueta. Los resultados dependen de los principios activos con los que se formulan y su concentración». El doctor Leo Cerrud, con clínica propia en Madrid, desgrana los ingredientes que de verdad trabajan en la piel. «Elementos como el ácido retinoico, el ginkgo biloba o la vitamina C, si están bien introducidos en la fórmula, darán un buen resultado». Roó añade los AHA (alfahidroxiácidos) y el ácido ferúlico.

Una vez identificados, si dos listados coinciden, los dos dermatólogos consideran que su efecto también lo hará. Eso sí, hay que fijarse en la forma en la que se incluyen los ingredientes. Como indica la esteticista Marta García, con centro en Oviedo, «no es lo mismo un Omega 3 de baja calidad, sin filtrado de metales y sin pasar ciertos procesos muy costosos, que uno bien elaborado».

Consuelo Mohedano, directora de formación de Shiseido, extrapola el razonamiento de García a la cocina. «Puedes tener dos azafranes y que cada uno sea de una calidad diferente. O usar el mismo en dos recetas diferentes, y que en una encaje y en la otra, no». Es decir, aunque vengan bajo la misma nomenclatura, no quiere decir que funcionen igual. Y si disponen de eficacias similares, puede que no hayan sido formulados correctamente. «La tecnología que consigue que el ingrediente no se sensibilice con el oxígeno o que no empiece a funcionar hasta estar en contacto con enzimas que se encuentran en capas más profundas donde son más efectivos implican un sobrecoste», explica Mohedano.

La investigación, clave en el precio

También puede deberse al trabajo que ha supuesto llegar a ese compuesto. Si existe una investigación larga detrás, hay que compensarla. «Se debe prorratear el coste de todos esos ensayos clínicos y distribuirlo en el precio de cada bote», considera García.

Chanel, por ejemplo, cuenta con un gran aparato logístico detrás de cada lanzamiento. Durante la presentación de la renovada línea Le Lift (crema facial disponible en tres texturas, contorno de ojos y crema de manos), Armelle Souraud, directora de comunicación científica de la casa de lujo, reveló su equipo: 250 científicos distribuidos en cuatro centros internacionales: Francia, Japón, Estados Unidos y Corea del Sur. «Gracias a ellos podemos crear nuestros propios ingredientes activos exclusivos o las microburbujas que permiten llevarlos a capas más profundas de la piel», afirmó Souraud. En el caso de su última gama lanzada, la novedad llega con el concentrado botánico de alfalfa, que aseguran tan eficaz como el retinol.

Los ensayos para comprobar si los nuevos productos funcionan o no determinan del mismo modo los costes. El número de sujetos que participan, y que sus necesidades difieran, importa. «Debemos invertir para justificar las promesas y que las validen los entes legales que autorizan comercializar el producto», explica Mohedano, de Shiseido. «En nuestras muestras, por ejemplo, contamos con más de 100 personas, y este grupo nunca tendrá la misma validez que uno de 30».

Los productos más económicos, en ocasiones, aprovechan la investigación elaborada por las grandes firmas una vez se acaban las patentes. No solo eso: masificar un producto, lanzarlo a gran escala, también puede abaratar costes. Como reconoce el doctor Cerrud, «cuando se extiende y se fabrica algo en serie, se reducen los costes». Mohedano minimiza el impacto de esta práctica. «Sucede en todas las industrias. Ahora bien, dudo de que un grupo pequeño disponga de la capacidad tecnológica de los grandes y de la inversión que supone llegar a la calidad de nuestras fórmulas».

Sostenibilidad y experiencia, factores relevantes

Atender otras preocupaciones de la usuaria más allá del resultado cosmético importa. La consultora Grand View Research prevé un valor de 25.110 millones de dólares (22.598 millones de euros) para la cosmética natural y ecológica a nivel mundial en 2025. Satisfacer la creciente conciencia eco conlleva un precio. «Un pilar de todas nuestras cremas es el Fermento Milagroso, a base de algas», cuenta María José García Quero, directora de formación de La Mer. «Se recolectan de manera sostenible dos veces al año, para respetar la biodiversidad del mar y para garantizar que sus propiedades están en su máxima potencia. Esto supone que si sufrimos un problema, tengamos una ruptura de stock, asumimos un riesgo».

El envase también infla la cifra de venta. En el caso de La Mer, todos se elaboran con cristal de ópalo, más eco que el plástico. «Optimiza la conservación del producto, muy útil en nuestros formatos de medio kilo», añade García Quero. «El frasco es lo más caro de los productos, si tiene un diseño bonito y unas calidades superiores, el lujo se paga», opina la doctora Roó.

Las marcas de lujo, además, ofrecen una experiencia sensorial. «Las cremas de farmacia o dermatológicas evitan perfumes por si las pieles son más intolerantes; los rangos más elevados incorporan aromas que los hacen más atractivos a los sentidos», considera Roó. Mohedano reconoce la gran importancia que otorgan estas casas a que la rutina cosmética sea agradable. «Nos esforzamos no solo por tratar la piel, sino porque suponga un disfrute». Sobre las posibles alergias, tranquiliza: «En nuestro caso, investigamos para minimizar las alergias de estos aromas y sensaciones. En pieles sin anomalías no deberían suponer ningún problema».

Los dermatólogos, por su lado, van a seguir recomendando las cremas de farmacia, cuyos precios oscilan entre los 30 y los 100 euros. La doctora Roó lo justifica: «Trabajamos con ellas y, por tanto, son las que conocemos. Pero claro que se puede optar por otras si se buscan otras sensaciones».

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