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Por qué los hombres se muerden más las uñas que las mujeres

Aunque el origen de la onicofagia (el hábito de comerse las uñas) puede nacer por igual en niños y niñas, con la edad factores como la presión social o la cultura de la belleza hacen que las mujeres abandonen antes el hábito.

1960s ANXIOUS BUSINESS MAN…
Armstrong Roberts/ClassicStock/Getty Images)

Intenta evocar el primer día que te mordiste las uñas. Visualizar esa primera vez que te llevaste el dedo a la boca y apretaste los dientes. Si era lunes o sábado, dónde estabas, en qué pensabas. ¿Cómo te sentías? Inténtalo de nuevo. Imposible, ¿verdad? El hábito de mordisquearse las uñas probablemente te acompaña desde los tres o cinco años, la primera edad en la que suele empezar a manifestarse la onicofagia (así se llama cuando se llega a comer la uña). Según crecemos, va en aumento: según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), un 30% de los menores entre siete y diez años tiene este hábito, cifra que puede llegar al 45% en los adolescentes. En esta entidad la definen como “la situación que tienen algunas personas que se comen las uñas, preferentemente de los dedos de las manos”, que puede ser o bien “una manía, o tener una causa emocional y conductual, que en ocasiones precisar ayuda de profesionales para corregirla. Al hacerlo puede dejar la piel descubierto y producir un deterioro estructural periungueal [la zona que queda alrededor de las uñas]”. Los trastornos de ansiedad, el estrés o una tendencia excesivamente perfeccionista pueden funcionar como un gatillo para empezar desarrollar este hábito, que niños y niñas pueden acusarlo por igual: no hay ningún estudio que relacione el inicio de esta costumbre con el género, sino más bien con la edad. Sin embargo, algo ocurre según se van cumpliendo años: según se acerca la adolescencia comienza a ser una tendencia más habitual entre chicos (después de los 10 años quienes se muerden las uñas son más a menudo niños, y según un estudio sobre la prevalencia de morderse las uñas y su asociación con la salud mental en la adolescencia su incidencia en chicos es mayor). Cuando llegamos a la edad adulta la onicofagia desciende considerablemente (más o menos el 10% de los adultos mayores de 35 años se muerden las uñas de manera compulsiva) y se confirma como un hábito masculino: ellas, más habitualmente, dejan de hacerlo. En torno a un 20% de hombres siguen mordiéndose las uñas (según recoge la National Library of Medicine en este artículo o en este otro: Nail Biting; Etiology, Consequences and Management).

Morderse las uñas en exceso es una actividad humana sorprendentemente extendida y se remonta a milenios: se decía que el antiguo filósofo griego Cleantes, por ejemplo, era adicto a morderse las uñas. En la era moderna no existe apenas documentación sobre cuántas personas comparten este tic y a pesar de que el morderse las uñas en exceso está muy extendido, los psicólogos solo han comenzado a estudiarlo en las últimas décadas. De hecho, todavía están tratando de entender la pregunta básica con la que muchas personas con onicofagia pasan tanto tiempo luchando: dado que la parte racional de nuestro cerebro quiere dejarlo, ¿por qué seguimos mordiéndonos las uñas? La hipótesis más extendida es que morderse las uñas ayuda a nivelar nuestras emociones. Cuando estamos aburridos, nos estimula; cuando estamos estresados o frustrados, proporciona una calma temporal. Funciona como una vía de escape momentánea, una distracción o un momento de placer o relajación, al menos hasta que comienza a afectar al lecho ungueal (la parte del dedo sobre la que cree la uña) o causar una infección llamada panadizo, por quitar los padrastros. Pero, ¿por qué las mujeres lo abandonan antes?

Este problema “suele asociarse a comportamientos de respuesta ansiosa”, explica Pilar Conde, psicóloga clínica y directora técnica de Clínicas Origen. “Ante las respuesta ansiosa de nuestro organismo, el ser humano buscar herramientas para gestionarlo. Algunas de ellas son funcionales y otras desadaptativas. Es habitual en la infancia que cuando un menor siente niveles ansiosos recurra a herramientas de estas características, como puede ser la onicofagia, dado que al hacerlo el menor percibe una reducción de su malestar, dado que tiene un efecto calmante al hacerlo, a pesar de tener consecuencias graves como heridas o dolor. A su vez, el comportamiento se asocia a actos compulsivos, más allá de los niveles de estrés. Estos tipos de caso, en lo que tiene menos asociación al estrés, son casos de mayor severidad”. De ahí que la pubertad sea el momento de mayor incidencia: “El aumento de demandas y la adaptación y desarrollo de recursos a las diferentes situaciones como escolares, familiares, sociales, personales. Lo que la hace una etapa de alto nivel de estrés”, apunta esta doctora.

La desaprobación social suele hacer que ambos sexos abandonen el hábito, pero las mujeres están más influenciadas ante el valor de las uñas bien cuidadas. No es nuevo: a lo largo de la historia, las mujeres han realzado sus uñas con cosméticos desde el año 5000 a. C., cuando las mujeres de India, China y Egipto usaban henna para teñirse las uñas (Shafer, 1993; Tsatalis et al., 2018). Actualmente, entre el 85 % y el 90 % de las mujeres de todo el mundo utilizan productos para el cuidado de las uñas (Goldstein Research, 2018).El creciente mercado mundial de cosméticos para uñas refleja la importancia que les damos: los cosméticos para uñas, incluidos esmaltes, acrílicos, sedas, geles y extensiones, son una industria global multimillonaria, cuyo principal consumidor es mujer. En 2019 El País publicaba que su valor de mercado estaba estimado en casi 9.000 millones de euros. “Las cifras que revelan los diferentes analistas del siempre boyante sector de la belleza a propósito de la fiebre de los salones de uñas son impresionantes: solo en Estados Unidos, los beneficios anuales rondan los 5.000 millones de euros (según el portal de informes de consumo Statista), mientras que la industria global del esmalte va camino de facturar 14.000 millones de aquí a 2024 (datos de la consultora Grand View Research)”. Claramente, la apariencia estética de las uñas es importante para las mujeres y el conocimiento de cómo mantener una uña saludable, las prácticas seguras para el uso de cosméticos y la identificación y el tratamiento tempranos de los trastornos de las uñas les ayudan a mantener las uñas funcionales durante toda su vida. Pero los especialistas advierten que hay algo más.

Lourdes Navarro, dermatóloga miembro del Grupo Español de Tricología y Oncología de la Asociación Española de Dermatología y Venerealogía (AEDV), confirma algo que apuntan distintos colegas: normalmente hay pocos pacientes que consultan al dermatólogo sobre la salud de sus uñas y cuando lo hacen, son los casos más complicados. “Se ven más casos adultos en hombres que en mujeres. Normalmente acuden por otro problema (acné u otra patología) y soy yo quien les pregunta por ello. Muchos no quieren hablar del tema porque sienten cierto pudor y la mayoría asegura que no le preocupa su aspecto”, cuenta a SModa. “Hace un par de semanas vi a un padre y un hijo, ambos con el mismo problema en las uñas, y a ninguno le importaba lo más mínimo la apariencia de sus manos. En consulta es evidente que las mujeres están más pendientes de lo que transmitimos externamente. Antes del verano comencé a tratar a una chica adolescente por un tema de acné y al entregarle la receta vi sus manos. Ella intentó esconderlas y quiso evitar hablar del tema, pero en la siguiente consulta accedió a hablar de ello. Me contó que solía esconderlas, bajo mangas largas o en los bolsillos. Y pusimos un tratamiento. Desde hace años trato también a otra paciente, que es modelo, y que acudió a la primera consulta muy avergonzada por sus uñas. Le recomendé que buscara ayuda psicológica y que pusiera en práctica un truco: ponerse esparadrapo en los dedos para ser consciente del hábito. Regresó a los seis meses a enseñarme las uñas: habían crecido por completo (es el tiempo que necesitan la uñas de la mano para crecer enteras; en el pie tardan un año). Morderse las uñas es un tema conductual y es evidente que existe cierta presión social para que las mujeres mantengan unas manos bonitas”, reflexiona esta dermatóloga. En las farmacias se confirma la tendencia masculina a morderse las uñas en la edad adulta: “Quienes compran Mordex, el famoso esmalte amargo, suelen ser madres de adolescentes u hombres de entre 20 y 45 años”, contaba hace poco a SModa Sabina Palazzi, farmacéutica con dos décadas de experiencia en Barcelona.

“Al no ser considerada oficialmente una enfermedad, existen pocas publicaciones sobre la onicofagia”, añade la doctora Lourdes Navarro. “Pero sí te puedo confirmar que hay otro trastorno localizado en las uñas que es mucho más prevalente en hombres adultos que en mujeres. Se trata del trastorno TIC de toquetear el primer dedo de la mano (no importa si es el pulgar o el meñique), en la zona de la cutícula, con los demás dedos de la misma mano. Esto provoca pequeños traumatismos de repetición que se transforman en una distrofia, una alteración longitudinal de la uña por pequeñas rayitas transversales que van formando un surco, que con el tiempo se pigmenta. Yo lo llamo uñas en tabla de lavar, porque acaban con esa forma. Y es muchísimo más frecuente entre los hombres. También existe un tercer problema asociado a las uñas, la onicotilomanía, que en este caso es un trastorno psiquiátrico”, explica. Desde hace tiempo, esta doctora (junto con otros dos especialistas, el doctor Román Milano y la doctora Esther Jiménez) aboga por que la dermatología incorpore el tratamiento de las uñas: “La mayoría de las personas cuando ve una uña estropeada piensa que son hongos. Y en muchas ocasiones no es así. A diferencia de otros países, como en Latinoamérica, en España no tenemos una gran cultura de la uña. Son muy pocas las personas que se realizan cuidados específicos semanalmente o mensualmente”.

La pandemia aumentó el foco que ponemos en nuestras manos. Primero, por higiene (comenzamos a lavarlas más a menudo y durante una canción completa de Cumpleaños feliz). Segundo, por su aspecto: el uso del gel hidroalcohólico comenzó a dejar huella en la piel y también en las uñas. En las revistas especializadas en moda comenzaron a aparecer artículos sobre cómo cuidar las manos y, quizá por primera vez, experiencias de redactoras con la onicofagia. En Vogue India, una periodista contaba cómo había regresado a su antiguo hábito de morderse las uñas y cómo hacerse la manicura, utilizar esmaltes amargos y ponerse una tirita en cada uña mordida le estaban ayudando a parar. En Self, otra redactora probaba todos los remedios posibles (desde ponerse sal y cosas picantes en las uñas, cosa que ni es recomendable ni funcionó, hasta reflexionar sobre las bacterias que se acumulan bajo ellas) y en Refinery29, atendiendo a que la ansiedad por la pandemia podía disparar este hábito, publicaban sus esmaltes favoritos (muchos amargos) para parar.

La presión social, unida a la cultura de la belleza, suele empujar a las mujeres a abandonar este hábito antes que a los hombres. Así, la extensa industria cosmética femenina que existe en torno a la uña y su embellecimiento funciona al mismo tiempo como herramienta para evitar seguir mordiéndola (al verla esmaltada en algún color, o más trabajada, es común intentar frenar el hábito) y como catalizador de inseguridades: parece que si no llevas unas uñas perfectas (entendiéndose por esto decoradas y trabajadas), tienes un problema. Esta percepción nos la confirma Nikol Aray, especialista en manicura en el salón My Little Momó de Madrid. “Las mujeres dejan de hacerlo por belleza. Aquí vienen chicas que han dejado de morderse las uñas por una cuestión de estética. Desde pequeñas tenemos esa cultura de empezar a cuidarlas y, además, ahora tienes la posibilidad de arreglarte las uñas desde casa, por lo que puedes destinar más o menos presupuesto a su cuidado, mientras que antes era algo solo para las que se lo podían permitir. Para los hombres, sin embargo, el cuidado de sus manos no es tan indispensable como cortarse el pelo o arreglarse la barba”.

Esto es algo que parece querer cambiar y aunque la demanda aún sigue siendo discreta, algunos salones están incorporando servicios de cuidado de uñas para ellos. En My Little Momó, un salón en el que el 95% de clientes son mujeres, han desarrollado tratamientos específicos para hombres, tanto manicura (un tratamiento de media hora, que tiene en cuenta que “por lo general la piel de las manos de los hombres es más gruesa y tendente a formar asperezas, que la de las mujeres. Nuestro tratamiento tiene tres funciones principales: es nutritivo y cosmético, hidratando y rejuveneciendo la piel, es terapéutico para proteger la facilidad de las uñas y sequedad de la piel, y por último es estético e higiénico”) como pedicura (un protocolo de 45 minutos que incluye un baño relajante de pies, pulido de talones, corte y limado de uñas, retirada de cutícula, masaje hasta la rodilla y esmaltado o pulido de uñas). En Hom Estetic, también en Madrid, especializado en estética para hombres, cuentan con tratamientos específicos de hidratación y cuidado de manos y pies, incluidas las uñas.

En realidad, los hombres cuentan con grandes referentes masculinos de manicuras llamativas. Desde el rapero A$AP Rocky, que se declaró fan del nail art en Vogue USA: “Creo que los hombres se deberían poder hacer nail art aunque no se sientan femeninos”, dijo con las uñas decoradas con los motivos del otoño 2019 de Prada, como el corazón roto y la cara de Frankenstein, a Bad Bunny, que en su momento también declaró a la revista que le encanta hacerse las uñas: “Yo no le digo a nadie: ‘Eh, tú, píntate las uñas o tíñete el pelo, haz esto, haz lo otro’. Yo solo digo que hagas lo que te hace feliz, y no te pongas límites”. Aunque aún provocan cierta fascinación cuando aparecen con sus impecables manicuras, ambos músicos han tenido quien les allanara el camino: en los años 70 David Bowie solía lucir una manicura color turquesa (que después ha llevado también Keith Richards de The Rolling Stones) y por aquel entonces el cantante de Aerosmith, Steven Tyler, empezó a llevar sus características uñas con barras negras verticales. Les siguieron Kurt Cobain de Nirvana, con aquel esmalte cuarteado tan grunge y tan años 90, o más tarde Seal, en color verde fluorescente. Hoy ha cogido el testigo de esta expresión de nueva masculinidad Harry Styles, que de hecho acaba de lanzar su propia línea cosmética que, por supuesto, incluye pintauñas. Si la tendencia acaba por cuajar entre los hombres y ayudar a mantener la salud y la apariencia de sus uñas será algo que el tiempo acabará por desvelar.

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