Desde que se implantaron las restricciones a los líquidos en la cabina de pasajeros, volar con tu champú favorito es un quebradero de cabeza. Facturarlo es arriesgarse a que te pierdan la maleta y, con ello, a tenerte que lavar la melena con vaya usted a saber qué champú ofrecen en el hotel. O a que se salga y acabe toda tu ropa con olor a lavanda. Introducirlo en las minitallas de 100 ml no deja de ser un pringoso engorro.
El remedio para viajeras frecuentes y mujeres prácticas en general existe. De hecho, lleva existiendo desde hace más de medio siglo: los champús sólidos. “Surgieron de forma accidental mientras se experimentaba con una nueva base de jabón sólida en forma de fideos que generaba mucha más espuma que los jabones normales. Después se le añadieron aceites esenciales e ingredientes naturales, como frutas y plantas. Así nació el champú sólido, que luego se patentó como invención”, explica Gloria Pavía, directora de marketing de Lush.
En otras palabras: una pastilla de jabón para el cabello. Simple y práctico. El gesto de lavado es similar al que ya conocemos para las manos y la efectividad, idéntica a la de un producto líquido. “Se puede pasar la pastilla directamente sobre el pelo mojado para generar espuma, o frotarla entre las manos mojadas y aplicar la espuma creada sobre el cabello. Luego se masajea el cuero cabelludo y el pelo como se haría con un champú líquido, se aclara y se aplica acondicionador si procede. Es importante dejar secar la barrita al aire, para que no se deshaga con la humedad”. Desde Herbal Bionature, otro fabricante de champús en pastilla, aconsejan hacerlo “en la dirección del crecimiento de la melena para evitar enredos”. Y aclarar con agua abundante “para que no queden restos de producto y evitar la sensación de apelmazamiento”.
¿Por qué apenas se encuentran en el mercado? Pavía reconoce que “por una cuestión de patente aún se producen pocos. Y cuesta cambiar los hábitos del consumidor, más acostumbrado a usar la botella que una pastilla”. En Herbal Bionature las cosas son aún más complicadas. “Los realizamos con aceites puros 100% naturales, sin sulfatos, parabenos o siliconas. Muchos champús convencionales incluyen estos ingredientes. Consiguen unos buenos resultados cosméticos a corto plazo, pero suelen dejar residuos que, a la larga, se acumulan sobre el cabello y el cuero cabelludo dándole un aspecto sucio o graso. Cambiar a uno sin nada de eso implica un período de adaptación porque esos residuos tardan varios lavados en eliminarse completamente. Al principio puede notarse una sensación de aspereza, pero con el paso del tiempo la fibra capilar adquiere mayor soltura, suavidad y brillo natural”.
Ya conoces cómo usarlo. Ahora algunas de sus ventajas.
1. Volar sin angustias
Si va dentro de la maleta no se va a explotar ni a derramarse. En cabina pasa sin problemas porque no es líquido.
2. Pesa menos
Tanto para evitar el sobrepeso de la maleta como el de la bolsa de la compra del supermercado. “Una sola pastilla de champú sólido equivale a más de tres botellas de champú”, insisten desde Herbal Bionature. Echa cuentas.
3. Ocupa menos
Piensa la de espacio que ganas para espumas, sprays de fijación, planchas… Además, por pura geometría, se apilan con facilidad.
4. Adiós, plástico, adiós
Olvídate de la botella convencional. El planeta sonríe: le estás ahorrando toneladas de plástico y las emisiones de gases que se generan durante su transformación y transporte. En Lush lo cuentan con cifras. “Cada año vendemos 1.900.000 champús sólidos. Esto ahorra la fabricación y transporte de 5.700.000 botellas de plástico, o, lo que es lo mismo, 142 toneladas menos de plástico”. Un gesto verde que evita que se emitan a la atmósfera 484 toneladas de CO2, el temida gas responsable del efecto invernadero.
5. Es más natural
Al no contener nada o muy poco agua, no hay que añadir conservantes sintéticos. “En ese hábitat tan seco no proliferan las bacterias. Y pueden almacenarse hasta dos años y medio en perfecto estado”, apunta Pavía.
6. Ahorrar
Cada barra dura entre 80 y 100 lavados. Esto equivale al triple de una botella convencional. Por eso, todos los distribuidores coinciden en que “aunque en la primera compra parezca más caro, a la larga es un ahorro”.