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Pánico a coger vacaciones: así es la enfermedad crónica ‘millennial’

Aunque los estereotipos hablan de una generación vaga, las estadísticas desvelan terror a ausentarse demasiado (incluso a la hora de comer). Hablamos con una experta para entender las causas y las (nefastas) consecuencias.

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A los millennials se les ha etiquetado de emprendedores, creativos y autosuficientes, pero sobre todo de vagos e inseguros. En materia profesional, estas generalizaciones no son del todo ciertas o, si lo son, son mucho más complejas. El presentismo laboral, para muchos de los miembros de esta generación, es más una obligación que una opción.

Los mártires del siglo XXI

Según el V Informe Adecco, durante los diez años que han transcurrido desde el inicio de la crisis financiera, se aprecia cómo desde 2008 hay una tendencia al aumento del presentismo en nuestro país. Y es un fenómeno global. Según un estudio sobre hábitos vacacionales realizado por Allianz Travel Insurance el 25 por ciento de los millennials aseguran sentirse nerviosos cuando piden días libres a sus jefes (frente al 14% de los miembros de la generación X y un 6% de los mayores de 55 años). Sus sentimientos oscilan entre la culpabilidad, el miedo y la vergüenza.

Otro estudio, Los mártires del trabajo, publicado por la organización Project: Time Off, apunta a que esto podría tener que ver con el narcisismo del millennial, quien tiende a considerarse indispensable: un 57% necesita que sus jefes y compañeros sean conscientes de su compromiso y esfuerzo. Según el mismo estudio, los pertenecientes a esta generación toman una media de tres días menos de vacaciones al año (precisamente por ese miedo al ausentismo). Solo en Estados Unidos, eso implica 658 millones de días de vacaciones desaprovechados en un año, el valor más alto hasta la fecha.

En España, según datos de Factorial –una startup de software de recursos humanos– a diferencia de sus mayores, los millennials prefieren descansos más cortos repartidos a lo largo del año: la media de las peticiones es de 1 a 5 días de vacaciones por solicitud. También en España, en una encuesta realizada por Hoteles.com casi la mitad (46%) de los jóvenes profesionales en España aseguraba no coger días libres en el trabajo. ¿El motivo? Según el 58%, están demasiado atareados.

El miedo a faltar al trabajo afecta a los millennials más allá de las vacaciones: Tork, el mayor fabricante de servilletas de la industria alimentaria de Estados Unidos acaba de sufragar una curiosa investigación que desvela que el 44% de los millennials teme excederse en sus pausas para comer y sufran consecuencias.

En el año en el que la OMS ha dotado de peso al burn out entre sus enfermedades, conviene recordar otras estadísticas: las que documentan las consecuencias de no disfrutar de vacaciones. Por ejemplo, las mujeres que sólo cogían vacaciones una vez cada seis años o menos tenían ocho veces más riesgo de padecer una enfermedad coronaria o un ataque cardíaco en comparación con las mujeres que se iban de vacaciones por lo menos dos veces al año.

La generación más quemada es la que más miedo tiene a no mostrarse implicado en su trabajo.
La generación más quemada es la que más miedo tiene a no mostrarse implicado en su trabajo.Getty (Getty Images)

Recuperando las vacaciones

Desde S Moda hemos hablado con la psicóloga Ana Ruano de Siquia, la mayor comunidad de psicólogos online para que nos ayude a neutralizar el miedo y recuperemos el derecho (y deber) de disfrutar de nuestro tiempo libre.

¿Por qué crees que se está produciendo este fenómeno? ¿Crees que ahora sucede más que hace unos años?

Puede que no sea tanto el hecho de sentirse mal por irse de vacaciones como el miedo a la repercusión que esto conlleve. Esto sucede más que hace unos años debido al miedo a perder su trabajo.

Todos percibimos cierta tendencia a justificarse («me voy dos semanas porque sino mi pareja me mata”, “es que los niños quieren ir a la playa”). En tu opinión, ¿en qué rasgos podemos notar si nos está sucediendo? ¿Nos justificamos a los jefes, nos sentimos incómodos, etc.?

Cuando las justificaciones que se da al motivo de marcharse de vacaciones son externas a la persona es decir, cuando la persona no habla de lo que realmente quiere, sino de lo que quieren los demás, buscan que la responsabilidad no caiga sobre ellos sino sobre su pareja, por ejemplo. De este modo el trabajador da a entender que no se va porque quiere sino porque le obligan y así cree que puede dar una buena impresión ante los jefes.

¿Cuál es el coste psicológico de este miedo? Y llevado al extremo, ¿cuál es el coste de no desconectar o no tomarnos vacaciones?

El miedo da lugar a la indefensión, es decir, a no actuar ante situaciones que son perjudiciales para la persona. El hecho de no marcharse de vacaciones por miedo a perder su trabajo, provocaría altos niveles de estrés y ansiedad al no desconectar, lo cual conllevaría a un descenso del rendimiento en el trabajo.

Algunos medios americanos hablan de mártires del trabajo, ¿crees que es positivo o negativo entregarse tanto a una empresa?

Entregarse en cuerpo y alma a una empresa puede conllevar consecuencias psicológicas negativas como padecer el síndrome burnout. Es un tipo de estrés laboral conocido como crónico, que se caracteriza por un progresivo agotamiento físico y emocional que tiene consecuencias en la autoestima.

¿Mejor muchas vacaciones cortas o unas largas? ¿Cuál es la que más nos va a beneficiar y menos puede «ofender» a nuestra empresa?

El tiempo de desconexión del trabajo depende del nivel de adaptación al cambio que tenga cada persona. Si la persona tiene la capacidad de desconectar de una forma muy rápida, podrían beneficiarle unas vacaciones cortas. Sin embargo, si una persona necesita un periodo de tiempo más amplio para desconectar del trabajo, le convendrían unas vacaciones más largas. El periodo de vacaciones que menos pueda “ofender” a la empresa también dependerá del nivel de implicación que requiera cada organización empresarial. Lo primordial debería ser garantizar el descanso de los trabajadores en los períodos establecidos para ello, dado que independiente de si es corto o largo, beneficiará directamente a la productividad y consecución de méritos en la empresa.

Por extensión esta vergüenza se extiende de las vacaciones a otros motivos de absentismo. ¿Qué opinión te merece la gente que va a trabajar aunque tenga derecho a baja?

Si está de baja, no debería ir a trabajar porque el médico y/o mutua así lo indican. Entendiendo que podemos hablar de acudir al trabajo más que estando de baja, estando enfermo, lo único que va a conseguir el empleado es un desgaste y un deterioro físico y psicológico importante. Pronto surgirán el agotamiento físico y emocional que puede dar lugar a un estrés crónico o, incluso, depresión, actualmente la segunda causa de baja laboral.

También desde los medios se juzga duramente cuando un personaje público (especialmente si es político) se toma vacaciones (se comentaron mucho las fotos de Alberto Garzón en la piscina), o no se las toma (como sucedió con Cristina Cifuentes). ¿Qué opinas al respecto?

Como ya he mencionado anteriormente, cada persona necesita un periodo de adaptación al cambio, es decir, el tiempo que cada persona necesita para desconectar totalmente del trabajo depende de la propia persona. Las vacaciones son derechos fundamentales de los trabajadores, las cuales tienen el fin de proporcionarle al trabajador el tiempo de descanso necesario para volver al trabajo con más vitalidad. Estos periodos de descanso son beneficiosos para las personas puesto que le proporcionan la posibilidad de dar prioridad a aspectos importantes de su vida personal, lo cual favorece de una forma muy positiva su autoestima.

Otras vergüenzas habituales que, en realidad, son derechos, son marcharnos del trabajo a nuestra hora o no responder a whatsapps/correos/llamadas fuera de la jornada laboral, ¿qué recomendaciones nos puedes dar para gestionar estas situaciones?

Es muy importante establecer unos límites claros entre la vida laboral y la vida personal. Si durante el horario no laboral la persona continúa respondiendo a correos, llamadas y whatsapp nunca conseguirá desconectar del trabajo. Ello puede derivar en estrés, apatía, desmotivación, tristeza… Ya no hablamos de estrés laboral, como ves, sino un estado anímico extendido a todos los aspectos de su vida. No todas las personas gestionamos igual las cargas de trabajo y la presión. Tomarse «a la ligera» períodos de estrés agudo de un trabajador puede derivar en éste en enfermedades como ansiedad o depresión que sí afectan seriamente a su salud, requieren de medicación y se pueden cronificar. ¿Realmente quiere eso la empresa?

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