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La última paradoja de la vida moderna: ¿por qué estamos enganchados al móvil pero odiamos hablar por teléfono?

No permitas que una llamada rápida arruine una larga y confusa cadena de whatsapps.

Carmen Maura en 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'.
Carmen Maura en 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'.

Para empezar un texto, Hemingway se decía a sí mismo: “Escribe la frase más verdadera que conozcas”. En este caso sería: la psicóloga Cristina Pérez de Siquia ha respondido mediante notas de audio a las preguntas que le habíamos enviado por correo electrónico. Esta anécdota metaperiodística no tiene importancia, no altera la calidad de sus respuestas, solo ilustra la variedad y fluidez de opciones con la que nos podemos comunicar hoy. ¿Nos llega un email? Respondemos con audio. ¿Nos llega un audio de WhatsApp? Respondemos con un texto. ¿Nos llega una llamada? No respondemos. Esperamos. Esperamos. Y escribimos: “¿Me has llamado?, no puedo hablar, mejor escríbeme”. La paradoja de la gran adicción del siglo XXI es que estamos enganchados al móvil, pero tenemos fobia a las llamadas telefónicas.

Voto de silencio

Es una tendencia más acusada entre los más jóvenes, pero común en todos los grupos de edad: solo en España el uso diario de aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp, Telegram o Facebook Messenger casi duplica al de llamadas por móvil y fijo, según el Informe de la Sociedad Digital en España 2018 de la Fundación Telefónica. No solo preferimos los mensajes instantáneos a las llamadas, los preferimos a interactuar con otras personas. O al menos así ha dicho preferirlo el 95,1% de la población española (el cara a cara solo tiene una popularidad del 86,60%). La llamada telefónica –que hace no tanto tiempo se esperaba con alegría o se toleraba con resignación, pero nunca se evitaba con rechazo universal– se ha convertido en una presencia intrusiva e incómoda, perturbadora y tiránica, pero ¿por qué? “Una de las razones es que cuando nos entra una llamada nos interrumpe algo que estábamos haciendo o simplemente en esos momentos no tenemos ganas de hablar”, explica la psicóloga Cristina Pérez. “Por otro lado, también necesita de nuestra parte una respuesta inmediata, al contrario de lo que ocurre en la comunicación escrita, que nos permite pensar bien lo que queremos decir. Y la tercera razón sería el no poder saber de antemano lo larga que se va a hacer la llamada”, añade.

Introvertidos y entregados a las pantallas

Perder el tiempo en una llamada telefónica es una perspectiva que asusta. Sin embargo, según un informe mundial de Deloitte consultamos nuestras pantallas más de 40 veces al día, y una de cada cuatro personas lo hace entre 100 y más de 200 veces.
Quizá no es tiempo lo más valioso que nos demanda nuestro interlocutor en una llamada, sino concentración. El odio a hablar por teléfono, ¿podría ser síntoma de un problema más profundo, por ejemplo, un Trastorno de déficit de atención? “En principio no”, responde la psicóloga. Aunque “sí es posible que a una persona con Déficit de Atención le cueste mantener una larga conversación telefónica e incluso haya veces en las que pierda el hilo y su atención se dirija a otra parte, pero al igual que le ocurriría en una conversación cara a cara, pero eso no quiere decir que desarrolle un odio a hablar por teléfono”.

Pero advierte: “Sí puede ser señal de una personalidad introvertida. Lo inmediata que es una llamada hace que las personas introvertidas no se sientan cómodas en ellas. Son personas que dependen mucho de la observación y, por teléfono, no pueden examinar la expresión del interlocutor. Si ya una interacción social les resulta incómoda, es mucho peor cuando no tienen de esa ayuda visual de la que tanto uso hacen. De hecho este tipo de personalidad prefieren la comunicación escrita a la hablada”.

Colgar al otro, modo de uso

Por desgracia para esos introvertidos, no hay una fórmula que les libere de todas las llamadas, aunque el identificador del número de la señal entrante les da cierta autoridad. Según la psicóloga, “cuando te hacen una llamada, tú decides si es el momento de atenderla o de dejarla pasar para más tarde. Si decides atenderla y necesitas cortarla, la mejor manera de hacerlo es de forma asertiva (poniendo límites, aunque al principio nos cueste un poco ya que podemos pensar que la otra persona se sentirá molesta, pero es cuestión de entrenamiento y paciencia), pero también debes de detectar cual es el momento justo de cortar”.

El problema no es solo cuestión de que nuestro interlocutor quiera hablar ad infinitum. Muchas veces quiere de nosotros una respuesta rápida, por ejemplo, si se trata de una llamada de trabajo. El terror a no tener tiempo para pensar qué contestamos también nos impide responder al teléfono. La psicóloga también tiene un truco en estos casos. “Si lo que te piden es una respuesta inmediata que en ese momento no puedes dar, una frase muy socorrida es ‘lo consulto con la almohada y mañana hablamos’, ya que si no estamos seguros de una respuesta lo mejor es aplazarlo, porque la inmediatez nos hace actuar con impulsividad y es posible que luego nos arrepintamos de la respuesta dada”.

¿Adiós a la dialéctica?

La aversión a la conversación de la llamada generación muda podría tener consecuencias más allá de no llegar a crear un Café Pombo en cada ciudad. “El precio a pagar por nacer en esta generación es, en numerosas ocasiones, la falta de habilidades a la hora de iniciar o mantener una conversación, a pesar de que pueden estar horas y horas con un móvil porque están más pendientes de lo que les puede ofrecer su dispositivo (que en ocasiones serán conversaciones con otras personas, pero no cara a cara). Son generaciones en las que las adicciones a las nuevas tecnologías están a la orden del día y no solo no valoran lo enriquecedora que puede llegar a ser una buena conversación. Los efectos de este uso excesivo del móvil afectan también a su personalidad, ya que son personas con baja tolerancia a la frustración y con necesidad de un refuerzo social continuo, que ocurre a través de los likes, en definitiva, es buena la tecnología siempre y cuando se haga de ella un uso compatible con la vida cotidiana de la persona, es decir, cuando no interfiera en su vida social, laboral o personal”.

Para que sirve WhatsApp

Con más de 1.500 millones de usuarios en el mundo, 25 millones de los cuales están en España, no tiene sentido demonizar el uso de WhatsApp. De hecho, psicológicamente tiene muchas ventajas. “La comunicación por escrito nos permite elegir el momento, redactar bien nuestra respuesta e incluso releerla; comprobar que queda claro lo que queríamos decir e incluso decir cosas que no nos atreveríamos en una conversación telefónica”, explica Cristina Pérez.

Al ser canales de comunicación diferentes, activan regiones cerebrales distintas: “Cuando tenemos una conversación o mandamos un audio, se activa el lóbulo frontal, ya que está vinculado con el habla. También aumentan su actividad los lóbulos temporales que son los encargados de procesar la información auditiva”, prosigue la psicóloga. En cambio “si decidimos mandar un mensaje de texto, al igual que una conversación o un mensaje de audio, se activa el lóbulo frontal, pero para interpretar las palabras y el lenguaje que usamos tanto para escribir como para leerlo se pone en marcha el lóbulo que llamamos parietal. La información visual que nos llega es recibida y procesada por el lóbulo parietal, y éste nos ayuda a leer y a escribir ya que así reconocemos las palabras”.

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