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El imperio de la peluquera más influyente del mundo

A Jen Atkin no se le resiste el pelo de ninguna celebrity. Gracias a su papel en las redes sociales y a su gran discreción ha conseguido convertirse en un referente.

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Tocar al clan Kardashian no es exactamente acariciar el manto de la Virgen, pero casi. No obran milagros pero, con un poco de suerte y mucho de valía personal, te ponen en el camino del éxito. Jen Atkin es la viva prueba de la eternidad vía Kardashian. En apenas unos años ha pasado de ser la mera peluquera de las hermanas más famosas del universo conocido, a la estilista capilar más influyente, esa con la que todos quieren trabajar, en cuyas manos quieren encomendar sus sedosas cabelleras.

¿Cuál es la clave de su éxito? Una espontánea combinación de estilo natural, humildad, discreción … y hábil manejo de las redes sociales. En especial, de Instagram. Su perfil @jenatkinhair cuenta con cerca de un millón de seguidores. Está repleto de fotos de sus creaciones –léase, de la famosa de marras con su nuevo pelo– y selfies con sus clientas. La gracia está en cómo lo muestra, con un tono naïf, casi adolescente, de amiga feliz porque su mejor amiga, esa que siempre fue guapa y pizpireta, ahora es famosa. Sin querer arañar ni un segundo de fama de su celebérrima clienta, con comentarios del tipo ‘nunca pensé que me pedirías que te cortara la melena, pero Dios es bueno’, acompañando a la que, posiblemente, es la primera instantánea de Khloe Kardashian estrenando su nuevo long bob. O agradeciendo al clan K mencionar su nombre siempre que tienen ocasión: “En una industria de servicios, los protagonistas no somos nosotros, sino la clienta y tienes que hacer todo lo posible para que esté guapa. Es todo un detalle que nos incluyan en su éxito. Te estoy mirando a ti, @krisjenner”. La maniobra se repite con la actriz Jenna Dewan, con Jennifer Lopez o con Jessica Alba. Y ellas, las inalcanzables estrellas de caché millonario, responden instagrameando como adolescentes risueñas en el patio del colegio. Seguirla viene ser algo así como cotillear en las vidas ajenas en directo, sin pasar por el papel couché.

Ser una consumada instagrammer es, posiblemente, una de sus mayores virtudes. Como también lo es saber qué quieren hacer las mujeres con su cabellera. No tiene ningún reparo en reconocer que los cortes megaestructurados son cosa de los años 80. Y los peinados con florituras, meros fuegos de artificio para las pasarelas, pero inviables en la vida real. Asume que las féminas, de las top models y las actrices a las madres de familia, tienen poco tiempo para acicalarse de buena mañana. Y, mucho menos, para retocar el corte cada veinte días. Buscan peinados fáciles de trabajar en casa. Y ahí se ha hecho grande. Es la reina del estilo deshecho, del despeinado con clase. Suyas son las ondas surferas más deseadas. No ha inventado nada, solo ha llevado el estilo de la calle a la alfombra roja. “Hago lo que hago, no soy la mejor peluquera. Lo que sí soy es muy buena haciéndome mi propio marketing”, comentaba recientemente en una entrevista con The New York Times. Ese divorcio con las marcianadas de la pasarela y su afán por dejar a las celebrities muy alejadas del ‘peinado de peluquería’ le ha valido que WWD y Variety la nombren una de las Creadoras de Estilo del Año (en el mismo batallón estaban el diseñador Zac Posen, la maquilladora Lisa Eldridge o la diseñadora de vestuario Lyn Paolo, responsable, entre otros, del ropero de Olivia Pope en Scandal).

Finalmente, Atkin posee una cualidad que en su negocio vale su precio en oro: discreción. Sabe que estilistas, maquilladores y asistentes personales suelen ser de lengua suelta, que la intimidad del backstage da pie a criticar a unos y a otros. Ella echa mano de su educación mormona en un pueblito de Utah, ve, escucha y calla. Como una tumba. Una experiencia que ya aquilató al convertirse en la asistente del peluquero Andy Lecompte en la gira ‘Confessions’ de Madonna en 2006 y durante sus cinco años de trabajo mano a mano con John Galiano. Puede subir fotos a Instagram, pero jamás revelará secretos de sus clientas. Y así, tacita a tacita, o, mejor dicho, peine a peine, a sus 35 años se ha labrado un pequeño imperio. Ahora cuenta con un pequeño ejército de 20 empleados, entre asistentes y técnicos dedicados a actualizar sus dos webs, la personal y ManeAddicts.com, una página con consejos y trucos de peinado. De las fotos se encarga su marido, el fotógrafo de moda Mike Rosenthal. Atkin además organiza cursos de estilismo capilar – lo llama Mane University – y tiene en nómina a sancta sanctórum del sector como las coloristas Rita Hazan y Tracey Cunningham. No contenta con todo esto, la próxima primavera lanzará su propia línea de cuidado capilar, Ouai. Reconoce que su vida es un caos. Pero le da vidilla. Y eso, es el mejor combustible para trabajar con celebrities.

I ❤️ this???? @jennaldewan and her textured lob ???????? Haircolor @denisdesouza #JenAtkinHair Ugh how gorgeous is #JennaDewanTatum ?! Una foto publicada por Celebrity Hairstylist (@jenatkinhair) el

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