_
_
_
_
_

Hacerse un estudio para saber qué colores te sientan mejor: el inesperado furor en torno a la ‘colorimetría’

Conseguir una piel visiblemente más luminosa, resaltar el encanto natural y armonizar el rostro son solo algunas de las bondades que promete el estudio de color personalizado.

La actriz Amanda Seyfried.
La actriz Amanda Seyfried.Getty

La preferencia a la hora de escoger qué prendas pasarán a formar parte del armario suele ser bicéfala: por una parte, se busca que el corte de las mismas favorezca a la silueta y, por otra, que sean tendencia. No obstante, el interés por los colores parece estar relegado a un segundo plano, subestimando su capacidad para favorecer los rasgos y las peculiaridades personales.

Tal y como lo demuestran los numerosos vídeos que inundan las redes sociales, la colorimetría, que promete resaltar las cualidades más atractivas de cada individuo a través de una medición de sus tonalidades, supone un reclamo cada vez más evidente en las asesorías de imagen y merece una atención mayor de la que solemos dedicarle.

María Uranga (@mariaurangaps), asesora de imagen y directora del gabinete que lleva su nombre en Bilbao, no lo duda: la colorimetría ha de tenerse en cuenta cuando se le quiere sacar el máximo partido a un cliente. Cuando asistimos a uno de estos estudios logramos sentar las bases que nos permiten entender qué colores nos favorecen, logrando un efecto glow que, en palabras de la experta, hace que nuestro entorno nos perciba con el guapo subido. También explica que, a la hora de adquirir una prenda que va a ir pegada al rostro como una bufanda o una camiseta, es mejor comprar aquella que se encuentra dentro de nuestra gama cromática. “De este modo, el rostro luce más descansado y el color de la prenda seleccionada actúa como una ampolla flash natural”, asegura.

Un universo de colores y temperaturas

El color transmite emociones e ideas porque culturalmente asociamos una serie de atributos a las tonalidades dados los contextos históricos, sociales y artísticos. Así lo observamos en el cine, en la fotografía, en la pintura y, por supuesto, también en la moda.

Las opciones son casi infinitas y estamos a un clic de empresas como Pantone, en la que podemos bucear entre las extensas posibilidades del ojo humano para absorber toda esta amalgama de tonalidades.

Por tanto, con el fin de no saturar con demasiada información, nos aproximamos al primer paso en todo estudio de color: identificar el tono y el subtono de la persona. Teresa Torres (@teresatomu), especialista en comunicación de moda, asesora de imagen y estilista, expone que el tono determina a qué familia de colores pertenece el rasgo que estamos mirando (azules, verdes, rosas…) y el subtono hace referencia a la temperatura del color (frío o cálido). “Podemos tener dos personas en las que el tono de la piel es rosita pero que una tenga el subtono frío, como el caso de Anne Hathaway, y la otra tenga el subtono cálido, como el caso de Amanda Seyfried”, explica la experta.

Es lógico que, sabiendo esto, sintamos curiosidad y queramos saber a cuál de los dos grupos pertenecemos. Aquí van las fórmulas principales para despejar esta incógnita:

El truco más conocido es observar la raíz del cabello: las personas cálidas lucen reflejos dorados desde el nacimiento del mismo, mientras que las frías tienden a tener un tono más uniforme o cenizo. También podemos fijarnos en nuestros labios, ya que si tienen una tonalidad más anaranjada es posible que pertenezcamos al grupo cálido, mientras que si son lilas probablemente estemos en el frío. Esto aplica, realmente, a la mayoría de nuestros rasgos: el subtono de los ojos también es un indicativo clásico, así como el color de las venas, que tienden más a azulado en las personas frías y a verdoso en las cálidas. Además, si con estas pautas todavía no lo tenemos del todo claro, no hay problema, pues podemos ayudarnos de objetos. De hecho, es bastante probable que muchas se hayan topado en su feed de Instagram o Tiktok con la imagen de una estilista sujetando pañuelos de diferentes colores sobre el torso de una clienta. Acercando al rostro telas plateadas y doradas o rosas y naranjas experimentamos cómo el rosa y el plateado ilumina automáticamente la piel de las personas frías y viceversa. Estas últimas pruebas suelen ser las más claras a la hora de descubrir al grupo que pertenecemos, ya que nos vemos instantáneamente favorecidos con unos u otros colores.

Una vez sentada esta base es hora de pasar a la segunda cuestión que supone para muchas personas la más compleja de identificar y que, curiosamente, es bastante poética y bella: la estación del año a la que pertenecemos de acuerdo a los colores que integran nuestros rasgos.

Las doce estaciones: un reino de matices

En función de la estación que seamos, tendremos que valorar la paleta de colores que nos corresponde, ya que estará compuesta de los tonos más recomendables para sacarnos todo el partido posible. Mientras que la primavera y el otoño incluyen a personas cálidas, el verano y el invierno son aquellas temporadas en las que se encuentran las frías. Hablando generalmente, (muy, muy generalmente), a las personas primavera les favorecen los colores saturados y brillantes y a quienes se incluyen en el otoño, los colores cálidos propios de la época con la que se vinculan. El grupo del verano se ve mejor con colores luminosos y pasteles, mientras que a las personas invierno les hacen brillar los colores puros e intensos.

Mikaela Carrizo (@MikaelaCarrizo), estilista y divulgadora argentina afincada en California, afirma que, de hecho, no solo hay cuatro estaciones, sino doce, ya que existen matices dentro de cada una de las principales. Esto es más complejo de identificar, ya que se ve sometido a cambios dependiendo de si estamos morenos o no, o estresados o tranquilos, entre otros factores, apunta María Uranga. No obstante, las cuatro estaciones principales sí que son estructuras sencillas de conocer gracias a los estudios de color. Recordemos que, según reflexiona Mikaela, “los colores correctos actúan como una bb cream en nuestro rostro”.

Para hallar el grupo al que pertenecemos lo ideal es asistir a uno de estos estudios profesionales. Existe una gran cantidad de blogs y vídeos que publican contenidos sobre este tema, lo cual puede llevar a confusión y desinformación. No obstante, aunque siempre debamos tener claro que cada persona es un mundo de detalles que pueden afectar a esta categorización, sí que existen unas nociones básicas para llevar a cabo una primera aproximación:

Las personas invierno se definen por ser un grupo frío que luce grandes contrastes entre el color del pelo, de los ojos y de la piel. Destaca la profundidad de los rasgos y podemos encontrar desde pieles muy claras a otras muy oscuras. Las personas verano suelen tener el cabello cenizo, los ojos claros y la piel rosada, también en el subtono frío. Quienes pertenecen a la estación otoño se caracterizan por unos rasgos castaños e intensos con destellos dorados y cobrizos, así como pieles melocotón y bronceadas en un subtono cálido. Por último, en el grupo de la primavera se incluyen pieles claras y brillantes con cabellos dorados y cobrizos, también con una subtonalidad cálida.

Y llegados a este punto quizás podamos preguntarnos qué pasa si nos teñimos el pelo o nos bronceamos. Pues bien, Mikaela subió hace cuestión de un mes un vídeo dedicado de principio a fin a resolver esta duda, concluyendo que la estación se mantiene a pesar de estos cambios, ya que el subtono sigue siendo el mismo y, por tanto, siempre vamos a vernos mejor en la gama de colores pertenecientes a las tonalidades propias de nuestra estación original.

Además, es posible caer en la trampa de suponer que esto apela exclusivamente a las prendas de ropa, pero nada más lejos de la realidad. La teoría se expande a todos los niveles de la apariencia física, por lo que es una gran aliada a la hora de decidir de qué tonalidades serán nuestras mechas, un baño de color o, por supuesto, el maquillaje que escogemos.

Con todo, reiterando la advertencia inicial, cabe considerar muchos factores que entran en juego a la hora de desvelar la estación, por lo que hacer una autoexploración puede ayudar en algunas ocasiones, pero también es posible que conduzca a equívocos y contradicciones. Tal y como afirma María, no es posible definir esta cuestión sin un estudio personal previo.

 Una fiel aliada, no una inflexible tirana

Toda esta información, coincidiendo con las tres fuentes mencionadas anteriormente, sirve para mejorar la autoestima; para agilizar y economizar las elecciones en las compras, para ahorrar tiempo y para ayudarnos a encontrar combinaciones de colores más favorables y sencillas. No obstante, por encima de todo, deberíamos abrazar estas herramientas para aumentar nuestro autoconocimiento y disponerlas a nuestro favor, nunca para obsesionarnos ni dejar la mitad de nuestro armario inservible. Existen muchas otras razones que pueden gustarnos acerca de los colores y no deberíamos dejar de vestirlos por sentir la imperante necesidad de estar brillantes en todo momento.

Efectivamente: no a todos nos quedan igual de bien los mismos colores y no pasa nada. Teresa Torres, reflexionando acerca de la amplia carga de información que recibimos a diario a través de las redes sociales, se lamenta de cómo, por desgracia, no cesamos de compararnos y de creer que si algo no nos favorece y a otra persona sí es porque nosotros tenemos un problema. “Muchas veces no hacemos la reflexión de que cada persona tiene unos rasgos diferentes, una silueta diferente, una forma de rostro diferente. Buscar cómo favorecer eso que te hace distinto a los demás tendría que ser nuestro objetivo y no el estar comparándonos continuamente con los demás”.

Además, el color también es una cuestión muy personal y si nos forzamos a escoger exclusivamente aquellas tonalidades que más nos favorecen sin importar si nos sentimos cómodos con ellas quizás acabemos sintiéndonos disociados de nuestra propia imagen.

“He visto en todos estos años a personas a las que un simple estudio del color les ha servido para dar un giro de 180 grados a su imagen personal. Pero ojo: es muy importante a la hora de hablar de imagen personal conseguir que, con el cambio, en todo momento tu mente conecte con tu corazón porque si esto no sucede lo que te pongas caerá en disfraz”, sopesa María.

Quizás queremos ser personas seguras de sí mismas que desean desarrollar un estilo con el que nos sintamos identificadas. Las opciones son amplísimas, desde uno camp de combinaciones imposibles, a uno grunge y edgy u otro de última tendencia como Y2KPop Punk, un minimalista Normcore o uno más romántico y lady. No obstante, puede que los estilos entre los que fluctuamos no sean necesariamente los que más nos favorecen, pero sí los que nos hacen sentir bien. Pues lo mismo sucede con los colores: que no siempre los que más nos favorecen son los que encajan en mayor medida con nuestros gustos. No perdamos el norte: lo interesante es adquirir toda esta información para poder llevarla a nuestro terreno, sirviéndonos de las técnicas que tenemos a nuestro alcance, como lo son la colorimetría y los estudios de color.

Es probable que no siempre seamos esa persona satisfecha con su imagen en todo momento, ni iconos de estilo, ni siempre brillantes. No importa. Lo relevante es que, recordando las palabras de La Agrado, personaje interpretado por Antonia San Juan y construido por Pedro Almodóvar en Todo sobre mi madre: “Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_