En algunas zonas de Oriente Próximo es costumbre que los anfitriones de una comida en casa compartan una bandeja con diferentes fragancias e inciensos en el momento de servir el café. Cada invitado se perfuma al gusto, mezclando jugos, de manera que el resultado final es una singular composición de aromas que permanecerá para siempre en la memoria de todos los comensales.
La tradición tiene respaldo científico: «Ya hay estudios que demuestran que se almacenan mejor los recuerdos cuando están asociados a un aroma», apunta Daniel Figuero, autor de Contraperfume (ed. Superflua) y embajador de fragancias de Dior. «Puede sonar evidente, porque un olor transporta automáticamente a una persona que se ha querido, a una temporada de la vida o a un lugar, pero es interesante que se vaya demostrando porque hay información alrededor del olfato que aún no conocemos». El sentido, asociado durante siglos a instintos primitivos, ha sido menospreciado por las mentes más doctas. Para el filósofo Kant era el más ingrato y prescindible. Él llegó a afirmar que si la nariz no funcionara, uno siempre podría seguir apreciando el perfume de un jardín con los ojos. Pero aquello fue en el siglo XVIII, cualquier milenial confinado de 2021, hastiado de ver paisajes en Instagram, podría rebatirle fácilmente la teoría.
Se almacenan mejor los recuerdos cuando están asociados a un aroma.
Sí tenía razón el alemán en lo de que el olfato era primario: «Es el sentido más antiguo en términos evolutivos», señala José Manuel García Moreno, neurólogo y miembro de la Academia Europea de Neurología y de la Sociedad Española de Neurología. «La vida surgió en el agua y allí la visibilidad era mínima. Las primeras especies desarrollaron primero el olfato, que fue la primera forma de comunicación entre organismos. Empezamos a oler antes que a ver». Además, para garantizar la supervivencia era imprescindible que aquellos olores se memorizasen.
Los lazos entre aromas y recuerdos son especialmente relevantes hoy, afirma Thierry Audibert, vicepresidente de SIPC (por sus siglas en francés, Sociedad Internacional de Creadores de Perfumes): «El sentido del olfato está vinculado a la memoria; aprendemos a oler de niños y esto da forma a nuestras preferencias. Por ello los recuerdos positivos se asocian principalmente con la infancia y el placer». Cuando las moléculas odoríferas llegan a la nariz, se fijan en las neuronas olfatorias que transmiten la información a diferentes partes del cerebro: de forma sucesiva y casi simultánea el estímulo llega al sistema límbico, al hipotálamo, al tronco cerebral y al hipocampo. Este último es el responsable de grabar y relacionar olor y recuerdo. A esa capacidad evocadora los neurólogos la llaman ‘efecto Proust’, apunta García Moreno: «El célebre novelista, en su obra En busca del tiempo perdido, describió con un bello ejemplo esta cualidad evocadora, cuando el olor de una magdalena transportaba al protagonista a su infancia con todos sus recuerdos y emociones».

Los tiempos felices sirven de arranque para estas fragancias. Desde la izda., On the Beach de LOUIS VUITTON (225 €,100 ml) recrea un día de playa gracias al yuzu, un cítrico asiático de aroma vívido y fresco; Azur Riviera de BERDOUES (85 € en Nadia Perfumería) tira de flores blancas y notas oceánicas para evocar un viaje por la Costa Azul; Bubble Bath de MAISON MARGIELA (100 €) se inspira en el deleite que produce un baño de burbujas, el resultado es un olor limpio pero con un toque acaramelado; Orphéon de DIPTYQUE (135 €) revive los primeros encuentros entre los fundadores de la maison, hace 60 años, en el Barrio Latino de París, entre humo, madera, cócteles y maquillaje; y Dent de Lait de SERGE LUTENS (180 €, 100 ml) es una inesperada reinterpretación de la infancia con notas metálicas y lácteas. Foto: Antártica / realización: Ana Regina García

La rosa, ingrediente esencial de la perfumería desde sus inicios, certifica que aún tiene mucho que decir: se moderniza con enfoques inesperados y se convierte en una de las notas estrella de la temporada. Desde la izda., Rose Peonia de LANCÔME (150 €) se decanta por una versión romántica y sedosa de la flor; Flower by Kenzo EDT de KENZO (74,50 €, 50 ml), nueva versión del clásico, opta por una interpretación más luminosa y despejada a base de agua de rosa búlgara; Sì Eau de Parfum Intense de GIORGIO ARMANI (82 €, 50 ml) presenta una gradación de la rosa profunda y adictiva, casi afrutada, al colocarla junto a la grosella negra; y Miss Dior Rose n’Roses de DIOR (120 €, 100 ml) es energizante, tierna y verde, más que una sola rosa, sugiere la profusión de un campo rebosante de flores. Foto: Antártica / realización: Ana Regina García