_
_
_
_
_

Esto es lo que pasa cuando no limpias tus brochas

Acumulan gérmenes dispuestos a ensuciar e incluso infectar tu piel. Aprende a evitarlo.

Brochas

Cuenta una leyenda urbana que en cierta ocasión Tamara Falcó y Chábeli se enzarzaron en vísperas de Navidad porque ésta le pidió a su hermana que le dejara unos polvos de maquillaje para retocarse y la otra se los negó porque “tienes acné”. Podrá parecer un gesto fraternalmente desalmado, pero el gen de belleza Preysler sabía lo que muchas otras solemos pasar por alto: “Compartir nuestros útiles de maquillaje equivale a hacerlo con el cepillo de dientes. Con ellos podemos transmitir bacterias, herpes y cualquier otra enfermedad de la piel”, sostiene Agnieszka Pazdzior, directora de formación de Benefit. Una verdad intocable salvo que se tengan brochas, pinceles y esponjitas como una patena. “Por eso, para maquillarnos, lo más higiénico es siempre utilizarlos desechables. Si no, lo ideal sería lavarlos después de cada uso”. Asumiendo que el rito de vida que llevamos es complicado, “recomendamos limpiarlas como mucho cada 15 ó 20 días”. Las barras de labios no se salvan de esta operación de lavado. “Si solo la vas a usar tú, no es necesario limpiarla. Si se va a prestar, conviene desinfectarla con un paño húmedo o incluso con un poco de alcohol. Otra opción es aplicarla siempre con un pincel y mantenerlo asimismo muy limpio”, concluye Pazdzior. Hay quienes recuerdan que al retocarnos impregnamos las barras de labios de restos de comida, maquillaje y otras partículas nocivas. Así que, se preste o no, conviene pasarlas por el mismo proceso de limpieza.

Parece evidente que la caja de los maquillajes y todo el arsenal de brochas y pinceles vienen a ser como una placa de laboratorio donde crecen toda suerte de gérmenes dispuestos a arruinarnos la piel. Más aún: un pincel sucio puede contaminar un producto cosmético, por muy caro que sea. Basta con introducirlo luego en otro producto limpio para correr el riesgo de que se corrompa también y adiós a nuestros atesorados cosméticos. “Por eso conviene tenerlos limpios. Si son de pelo natural, podemos limpiarlos instantáneamente con Brush Cleanser y, una vez a la semana, asearlos con agua y jabón neutro. Se secan al aire y sobre una superficie horizontal. Nunca en vertical, ya que se puede acumular agua estropeando la madera y debilitando la unión de los pelitos con el mango de la brocha”, explica Maite Tuset, senior artist de M.A.C. “Si una vez al mes les aplicamos acondicionador de cabello a las brochas lograremos mantenerlas mucho más suaves”, aconseja Alejandra Lama, de Maquillalia. “En caso de que sean de fibras sintéticas, hay que hacerlo con un limpiador sin alcohol”, apunta Esther Montoro, formadora de Make Up For Ever Spain. Hay quienes incurren casi en la paranoia y recuerdan que el cuarto de baño, por ser para lo que es, no deja de ser un foco de infecciones. Cada vez que se tira de la cisterna, microscópicas gotas de agua impregnadas de nuestros productos de desecho vuelan volatilizadas por el aire del baño hasta posarse en nuestros queridos pinceles. El resto ya puede imaginarse.

Lo ideal es limpiar los instrumentos de maquillaje despúes de cada uso. En la imagen, limpiador de Mac y brocha de Guerlain.

Sin llegar a la obsesión, cualquier pintor sabe que los restos de producto escondidos en un pincel sin limpiar darán al traste con el propio trabajo de maquillaje. “Es importante que estén limpios para que el color que aplicamos sea exactamente el que queremos. Y eso no es posible si entre las cerdas quedan restos de pigmentos utilizados anteriormente. Además, si no los lavamos, corremos el riesgo de estropear el producto, sobre todo aquellos en textura polvo, ya que la brocha puede contener restos de maquillaje en crema o líquido así como grasa de la piel”, recuerda Tuset.

Las esponjitas y brochas para extender el maquillaje son aún más peligrosas. “Al ser productos de base acuosa o más grasa, hay más riesgo de que proliferen gérmenes. Por ello es preferible usar brochas de pelo sintético y ponerlas a punto con jabón lavavajillas, que es muy desengrasante y elimina todo tipo de residuos. En el caso de las esponjitas, lo mejor son las de un solo uso. Si se van a usar más veces, hay que lavarlas a diario con jabón desengrasante y pulverizar alcohol al terminar el proceso”, recuerda Alejandra Lama, de Maquillalia. “Se deja secar bien y en dos horas ya puede volverse a usar de nuevo”, señalan desde Cosnova, productor de las líneas de colorido Essence y Catrice.

El instrumental que toca los ojos merecer capítulo aparte. Sin ir más lejos, un rizador de pestañas con restos de producto, puede provocar que éstos se adhieran a la pestaña y acabar arrancándola. Aunque el riesgo, con mayúsculas, de un pincel de ojos o aplicador de máscara de pestañas mal aseado se llama conjuntivitis. Al tratarse de una zona muy sensible a infecciones, hay que extremar las precauciones. Para la dermopatóloga Adriana Ribé no cabe lugar a dudas. “Por supuesto, no maquillarse si se tiene una infección activa y esperar hasta que esté bien curada para volver a maquillar”. Y ser conscientes de que compartir estos útiles es como jugar a la ruleta rusa. “Si alguien tiene una pequeña infección ocular, puede contagiarnos”. En cuanto a los pinceles para delinear el ojo, Lama recomienda “sumergirlos primero unos segundos en desmaquillante de ojos bifásico. Luego ya pueden lavarse con normalidad”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_