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La historia de la crema ‘milagro’ que el príncipe Harry utilizó para curar su congelación

Antes de la revelación del duque de Sussex, ya se vendía un bote de la legendaria Eight Hour de Elizabeth Arden cada 30 segundos en algún lugar del mundo. Ahora vuelve a los titulares, pero lleva casi 100 años siendo una leyenda.

El príncipe Harry, durante su viaje al Polo Norte en 2011.
El príncipe Harry, durante su viaje al Polo Norte en 2011.Getty Images / Cortesía de Elizabet Arden

El titular estaba en bandeja y, además, lo tenía todo para el clic. “La icónica crema de menos de 40 euros que el príncipe Harry se puso para tratar su pene congelado», se repetía en todos los tabloides británicos después de que el duque de Sussex revelara en su nuevo libro, En la sombra (Spare en la edición original, publicado en España por Plaza & Janés), que utilizó la archifamosa Eight Hour de Elizabeth Arden para aliviar los síntomas de congelación que experimentó en marzo de 2011 en su expedición al Polo Norte junto a veteranos heridos en la guerra de Afganistán. El príncipe, además, hace otra revelación: su madre también la utilizaba, solo que ella en los labios. El pasaje es así:

“Había estado probando algunos remedios caseros, incluido uno recomendado por una amiga. Me instó a que me aplicara la crema de Elizabeth Arden”. Harry recuerda haberle comentado: “Mi madre usó eso en sus labios. ¿Quieres que ponga eso en mi miembro? Ella respondió: “Funciona, Harry. Confía en mí.» El duque continuó escribiendo que cuando abrió un tubo de crema, sintió como si su madre estuviera «allí mismo en la habitación».

Lo curioso del caso es que el príncipe Harry ya declaró que en 2013 la había tenido que usar tras otra expedición, en aquella ocasión al Polo Sur. En el libro cuenta que esta vez, además de utilizar la crema, consultó con un doctor y que finalmente el problema se solucionó por sí solo.

El diablo está en los pequeños detalles –la curiosidad también–, así que desde que se hizo público el detalle la crema en cuestión está volando de las estanterías de Boots, una conocida droguería británica. Para sorpresa de nadie las búsquedas del producto se dispararon un 184% a la semana y las ventas han aumentado ya un 62% respecto al año anterior, según la cadena. Y estamos hablando de un clásico superventas: en 2022 se vendió un tubo de Eight Hour Cream cada 30 segundos en algún rincón del mundo, lo que se traduce en uno cada dos minutos solo en el Reino Unido. El efecto, no por esperado, no deja de ser fascinante: siempre que un famoso asegura utilizar un cosmético de farmacia o droguería, especialmente si se trata de algún producto asequible, sus palabras tienen un automático reflejo en interés y ventas. Es lo que en nuestro país conocemos como el efecto Isabel Preysler: desde que una leyenda urbana esparció el rumor de que la ‘reina de corazones’ utiliza una crema de 5,90 € para la cara, cuello y escote un halo de culto rodea a Xhekpon, que se vende en farmacias y parafarmacias. Como buen mito, no se conoce con precisión su origen y tiene varias versiones: todas coinciden en situar a la celebridad utilizándola y dejando la caja o el bote olvidados en el baño de un aeropuerto.

En esta caso es el protagonista de la historia quien da su sello a esta crema pero lo cierto es que aunque Harry ha puesto un inesperado foco sobre ella, la Eight Hour lleva casi 100 años forjando su leyenda.

La historia de un mito en varios datos poco conocidos

Su nombre completo es Eight Hour Cream Skin Protectant y pocos (muy pocos) productos de belleza pueden presumir de un legado y una popularidad tan perdurables. Menos aún pueden alardear de ofrecer tantos usos; de hecho, si se ha convertido en un básico para la realeza, los maquilladores profesionales, las modelos y una enorme lista de celebridades de alto perfil es por su versatilidad. Sirve tanto como tratamiento de la piel (la hidrata, calma y protege) como cosmético: se puede utilizar como prebase de maquillaje (pregunten a la maquilladora de Reese Witherspoon, Molly Stern), fijador de cejas o domador de los llamados baby-hairs, esos pelos cortos que crecen disparados después de dar a luz. Se dice que la usaba Marilyn como hidratante y Claudia Schiffer declaró una vez que era “adictiva”. Kim Kardashian y la modelo Jessica Stam han contado en ocasiones que la utilizan para conseguir un efecto glossy en la mirada. Es uno de los productos favoritos de la legendaria maquilladora Pat McGrath para iluminar las mejillas, y su colega, el conocido Sir John, la utiliza para alargar la duración de la sombra de ojos. Se ha sabido que la modelo Behati Prinsloo la emplea para aliviar la deshidratación de su piel cuando vuela en avión y Victoria Beckham la ha llamado «lo mejor del mundo para labios, codos y rodillas agrietados» y al parecer no podría vivir sin ella. Mucho se ha escrito sobre esta crema pero probablemente la mejor descripción de todas la dio la modelo y fotógrafa Bibi Cornejo Bortwick, hija de la diseñadora Maria Cornejo y el fotógrafo Mark Borthwick, a quien su abuela, francesa, le enseñó la regla fundamental sobre la Eight Hour: “Si algo malo ocurre en tu cuerpo, póntela”.

Lo primero que hay que decir sobre esta famosa crema es que, en realidad, no es una crema. Al menos no una al uso, ya que su textura se parece más a un ungüento o a una vaselina gruesa. Su historia comenzó en 1930, cuando la empresaria canadiense-estadounidense Elizabeth Arden inventó esta pomada brillante de color albaricoque para curar las heridas en las patas de sus caballos pura sangre. La leyenda cuenta que una amiga de Arden aplicó el bálsamo sobre la rodilla raspada de su hijo, que se había caído, y a las ocho horas la piel del niño se regeneró y nació un mito con nombre propio. En aquel momento, Elizabeth Arden poseía alrededor de 150 salones de lujo en los Estados Unidos y Europa, que se distinguían con una característica puerta roja, icono que corona el icónico bote aún hoy en día. “Solo hay tres nombres estadounidenses conocidos en todos los rincones del mundo: Singer Sewing Machines, Coca-Cola y Elizabeth Arden”, dijo orgullosa.

En realidad, Florence Nightingale Graham (su nombre original, el que le pusieron sus padres, un farmacéutico de origen escocés y una ama de casa córnica) había comenzado estudiando enfermería en Toronto (Canadá) para después seguir a su hermano a Nueva York (EE UU). Consiguió un trabajo como asistente en la E. R. Squibb Pharmaceuticals Company, un laboratorio en el que aprendió sobre el cuidado de la piel. De ahí pasó a trabajar brevemente para Eleanor-Adair, una emprendedora especialista en belleza de origen británico, pionera en abrir salones de belleza y vender cosméticos por medio mundo, conocida por sus «tratamientos de salón para chicas”, como un vanguardista masaje manual de palmadas suaves con los dedos sobre el rostro para reducir las arrugas, levantar y corregir la flacidez del tejido combinado con un masaje vibratorio con un utensilio eléctrico para reafirmar los músculos y estimular los nervios. Con ese aprendizaje y un préstamo de 6.000 dólares, Arden tomó su nombre de pila y el de una granja cercana (Arden) y en 1910 abrió su primer salón Red Door en la Quinta Avenida de Manhattan. Contaba con tres salas de tratamiento y un equipo de tres especialistas capitaneado por ella misma. Dos años después viajó a París para aprender técnicas de tratamientos de belleza y masajes faciales que ya eran comunes en los salones de la capital francesa y regresó con las ideas que levantaron su imperio: la primera línea cosmética de coloretes y polvos de sol para neoyorquinas -que después amplió con maquillaje para los ojos, labios y manicuras-, la primera línea de cosméticos en tamaño viaje, y el primer salón donde impartir cursos de formación a demostradoras y vendedoras.

Elizabeth Arden, en su laboratorio en 1965.
Elizabeth Arden, en su laboratorio en 1965.Getty Images

Con todo este conocimiento, en 1930 no solo creó su exitosa crema sino que además supo darle el tirón comercial que necesitaba al llamarla Eight Hour. Desde entonces hasta ahora el producto se sigue comercializando y su fórmula apenas ha cambiado: una combinación de vaselina suavizante para la piel (que funciona como un eficaz agente oclusivo), ácido salicílico antiinflamatorio (un beta-hidroxiácido con propiedades antiinflamatorias, queratolíticas y antibacterianas) y vitamina E (antioxidante). Sin embargo, además del original, hay disponible una versión ligeramente perfumada para aquellos que prefieren productos sin fragancia añadida.

En la marca la describen como un producto de culto que suaviza, repara, protege y alivia la piel en cada situación, un tratamiento de belleza “todoterreno” que “va de maravilla” para arreglar las cejas, aportar un toque de brillo a las mejillas, suavizar las manos secas y cuidar las cutículas, entre otras muchas cosas. La fórmula de Eight Hour, aseguran, “calma las pequeñas irritaciones cutáneas que provoca el sol, el viento, las rozaduras o fricciones; protege el rostro, nutre los labios agrietados, suaviza las manos secas, cuida las cutículas y reduce las asperezas de talones y plantas de los pies”. Y revelan dos de los usos cosméticos más empleados por maquilladores: como iluminador, distribuyendo a toquecitos una pequeña cantidad sobre la piel de sienes, párpados y mejillas previamente embellecida con una BB Cream; y como realzador de la mirada, aplicando la sombra de ojos con una pequeña cantidad del bálsamo.

Las ingentes reseñas sobre la crema que inundan internet mantienen su fama en lo alto: la página de reseñas Influenster, una biblia de consulta entre las compradoras de cosmética en EE UU, le da un 4,6 sobre cinco. Sus usuarias destacan sus innumerables usos, desde bálsamo calmante para la nariz enrojecida tras un resfriado a producto beneficioso en pieles con eczema, y quienes ponen alguna pega aseguran que lo que no les gustó en un principio (al no tener aroma y al ser una textura muy untuosa puede resultar extraña) desaparece cuando aprendes a usarla, tras calentarla en los dedos de la mano, por ejemplo. En Amazon, con casi 9.000 valoraciones y la misma puntuación, coinciden en sus buenos resultados para labios, grietas de la piel, psoriasis, hidratación del rostro, heridas o cutículas… y en su curioso olor.

La firma apoya la versatilidad de la crema con una lista de ocho posibles usos:

1. Para suavizar la piel de tu rostro: “Calentar una pequeña cantidad en la palma de la mano y aplicarla con toquecitos sobre las partes del rostro deseadas para nutrirlas en profundidad”.
2. Para hidratar las manos: “Masajear manos y dedos con un poco del bálsamo y después envuelve cada mano con un paño caliente durante 10 minutos”.
3. Para cuidar los pies: “Alivia los pies cansados masajeando con bastante crema la planta de los pies y los talones. Después, ponte unos calcetines de algodón para hidratar en profundizar y eliminar las asperezas”.
4. Para iluminas la piel: “Aporta brillo y frescor sobre ojos, mejillas, labios y escote, así como las piernas, aplicando una capa fina”.
5. Para reparar los labios: “Gracias a sus ingredientes hidratantes, este maravilloso bálsamo rehidrata y alivia los labios secos”.
6. Para cuidar del cabello: “Hace que tu cabello esté más suave e hidrata las puntas abiertas”.
7. Para proteger contra el frío: “Para proteger tu piel contra los daños que causa el frío o el viento, sobretodo durante tus viajes”.
8. Para domar las cejas: “Define, domina y peina las cejas para crear un arco perfecto”.

La historia de Elizabeth Arden continuó marcando hitos (en 1934 creó su famoso spa en Mount Vernon al que acudía la alta sociedad estadounidense, en 1935 lanzó un perfume superventas –Blue Grass– y fue una de las primeras en anunciarse en las pantallas de cine) hasta que falleció en 1996 (su marca fue comprada años después por French Fragantes Inc. y, en 2016, por Revlon) pero ningún otro consiguió a hacer sombra a la crema que ahora sabemos también tiene un posible uso en las partes íntimas. O eso dice Harry.

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