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Así funciona el proceso por el que el tabaco estropea y envejece la piel

El movimiento de los labios al inhalar el humo y las sustancias que componen el tabaco repercuten en la salud y el aspecto de la piel. Tres expertos nos guían por sus consecuencias y nos dan la solución.

Lauren Bacall con Humphrey Bogart, en 1948.
Lauren Bacall con Humphrey Bogart, en 1948.Hulton Archive (Getty Images)
Javier Caballero

Desde 2010, todas las cajetillas de tabaco tienen que llevar en su envase imágenes que ilustren las consecuencias negativas para la salud que tiene fumar. Entre ellas, detalles de intervenciones quirúrgicas, órganos dañados o personas entubadas durante una operación. Los mensajes abarcan desde el riesgo a sufrir cáncer a una potencial impotencia. También su efecto sobre la dermis. «Fumar provoca el envejecimiento de la piel», rezan los paquetes.

La frase se adecúa a la realidad: no solo el tabaco altera el cutis, también el acto en sí. «La piel de la zona peribucal es mucho más sensible que el resto del rostro», comienza la doctora Mar Lázaro, especialista en medicina estética con clínica en Zaragoza. «La contracción repetida de los músculos al succionar el humo acusa las arrugas del llamado código de barras». La razón: la ruptura de las fibras de colágeno, que las profundiza y complica su tratamiento. La cirujana y médico estético María Vicente Ruíz, de las clínicas Virtud Estética en Murcia y Lorca, habla también del calor que transmite. «La piel del labio se deshidrata, reduciendo su función de barrera y agravando el fotoenvejecimiento».

El doctor Ricardo Moreno, dermatólogo en el centro médico Ruber Internacional de Madrid, indica otros riesgos de menor calado. «Puede producir hipertonía de los músculos depresores de la nariz y de la musculatura del cuello, lo que se traduce en la caída de la punta nasal con la edad y mayor número de arrugas».

El humo, obstáculo para la piel

Tanto el que se eleva desde el mismo cigarrillo, puro o pipa como el que se exhala, el humo daña la tez. «No hay casi distancia y el contacto es constante», destaca la doctora Lázaro. «Conlleva como consecuencia la falta de oxigenación del tejido». Uno de los efectos más notables se aprecia en la variación del tono de la piel. «Se pasa a una tonalidad entre grisácea y amarillenta, también en las manos que lo sostienen y en especial en los dedos».

El doctor Moreno pone énfasis en los surcos que se forman en el rostro, y lo explica con datos. «La probabilidad de desarrollar arrugas se triplica en las mujeres fumadoras y se duplica en los hombres. Estas líneas precoces se perciben desde la treintena y se asemejan a las que tendrían los no fumadores con entre 10 y 20 años más».

La doctora Ruiz incide en la deshidratación que implica el calor del humo, así como las partículas que lo componen, que eliminan el agua. «El acúmulo de alquitrán, además, aumenta el riesgo de sufrir tumoraciones malignas en la piel», advierte.

Ataques desde el interior

Los componentes que asimila el organismo con cada calada influyen de igual modo en la apariencia exterior. «La nicotina produce vasoconstricción y el monóxido de carbono secuestro de hemoglobina, responsable de transportar el oxígeno», explica el doctor Moreno. El resultado pasa por acrecentar esa falta de oxigenación de todos los tejidos, incluida la piel.

Está demostrado, igualmente, que el tabaco dificulta los procesos de cicatrización por su alteración en la circulación sanguínea. «En cirugías mamarias o estéticas se recomienda al paciente fumador que deje su consumo un tiempo antes y después de la operación para evitar una cicatrización anómala», señala la doctora Lázara. El doctor Moreno va un paso más allá, y reclama la obligatoriedad de no fumar tres semanas antes ni cinco después de la intervención. «Podría alterar drásticamente el resultado final del procedimiento». También extendería esos daños a la recuperación de la piel tras procedimientos como el peeling o los tratamiento láser. La doctora Ruiz amplía los daños al cabello y las uñas. «Se vuelven secos y más quebradizos».

Las cremas no sirven para combatir estas agresiones. «Los cosméticos se absorben peor y la eficacia de sus activos se reduce al enfrentarse a los componentes del tabaco», aclara la doctora Lázaro. Ella tiene clara la solución para revertir estos daños. «Dejarlo ayuda a que los procesos naturales de la piel vuelvan a la normalidad y recuperemos el aspecto habitual».

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