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Tener la casa muy desordenada puede dar paz mental (o eso dicen algunos los expertos en decoración)

La pandemia convierte en tendencia tener la casa hecha un desastre y, además, presumir de ello. Detrás de la pesadilla de Marie Kondo (y de toda madre) hay una explicación psicológica.

El estudio londinense del artista Francis Bacon.
El estudio londinense del artista Francis Bacon.Chris Bacon - PA Images (PA Images via Getty Images)

Nos pasamos la vida luchando contra nuestro propio caos, pero parece que nos estamos cansando. Al calor del encierro provocado por la pandemia una nueva tendencia florece en las redes sociales, especialmente en Tik Tok: el desorden estético o #Cluttercore, un movimiento que reivindica que una casa vivida tiende al desorden y que los objetos que nos rodean (aunque sean pura chatarrería) nos conectan con nosotros mismos. Casi cuatro millones de tiktokeros se regocijan enseñando camas deshechas, ropa tirada, plantas medio pochas, libros y papeles amontonados y estanterías a rebosar. Además, etiquetan su desastre con su correspondiente hashtag. Lo que pondría la piel de gallina a Marie Kondo -la gurú del orden de este milenio- o a cualquiera de nuestras madres -incansables luchadoras contra nuestro desbarajuste doméstico desde que nacimos- se expande ahora como una moda.

https://www.tiktok.com/@mdugy/video/6849791361982450950?lang=es

Uno de los primeros en hablar del tema en la red social (es decir, el proto-influencer) fue @mDugy, un joven pianista de 18 años -cuyo nombre real es Micah- fascinado por esta estética vintage. En su vídeo más visto sobre la tendencia se pueden ver salones, cocinas y baños atestados de cosas (fotos sacadas de Pinterest, otro nido para el acopio) presentados con una música muy relajante extraída de la película animada japonesa Howl’s Moving Castle. También publica horrorizado fotos de casas minimalistas, enseña los muebles centenarios de su dormitorio y cuenta cuánto le gusta colgar tapices y velas de sus paredes. @apricotdreams, de nombre real Ada, también pertenece a la generación Z y en sus vídeos pone referencias de lo que ella llama “desorden limpio”: nada de porquerías, sino habitaciones que parecen un decorado de la película de los 90 Prácticamente magia. Claire (@awasheuglee) ha llegado a este movimiento desde otro, el #Cottagecore (inspirado en las casas de la campiña inglesa), y pone sonidos de la naturaleza para acompañar las estancias que le inspiran.

Para ser precisos, el Cluttercore no es un desorden sin más sino uno voluntario e intencional. Un desorden “con amor”, como dicen los tiktokeros, que a menudo comparan la sensación que les produce con un “abrazo cálido”. Esta estética es una versión moderna de las casas victorianas y eduardianas, con multitud de muebles, mucho terciopelo y toneladas de figuritas, marcos y molduras por todas partes. Una celebración de lo exagerado, lo raro, lo antiguo y lo vivido; en el fondo consiste en crear espacios auténticos y habitados, en dejar que nuestras cosas cuenten nuestra historia. Es, por tanto, un desorden controlado, con un sentido. Lo cierto es que estas habitaciones abarrotadas provocan un curioso efecto en quien las admira: una intimidad muy reconfortante. ¿Será que nos hemos cansado de aparentar? ¿Será un triunfo de la honestidad sobre lo aspiracional?

Jennifer Howard es la autora de “Clutter: An untidy history” (publicado en septiembre de este mismo año), una reflexión sobre el impacto del desorden en nuestras vidas y así entiende el fenómeno: “El Cluttercore es una especie de correctivo, una reacción comprensible a años de dominio del minimalismo. ¡Sé tú mismo y acepta el desorden de la vida!” nos escribe. “Pasar tanto tiempo en casa significa pasar más tiempo con nuestras cosas, para bien o para mal. No podemos escapar de ellas. Que eso sea bueno o malo depende de tus circunstancias y necesidades. ¿Las cosas de tu hogar te parecen más útiles ahora, o simplemente están ocupando espacio y creando más trabajo doméstico? Las respuestas cambiarán de persona a persona, de hogar a hogar. Yo paso de estar molesta a estar agradecida por mis cosas”, nos cuenta. Según esta escritora y periodista, después de varios años de obsesión por el orden en redes sociales (traducido en la impecable tendencia nórdica de casas semivacías en tonos claros) este nuevo caos estético surge como una forma de conectarnos con los objetos que nos rodean. Los vídeos y fotos avanzan imparables hacia el inmaculado reino de Instagram, donde las etiquetas y perfiles dedicados a este tema aumentan por momentos. Y la relación entre este movimiento y la pandemia, dicen los expertos, es directa.

El reconfortante abrazo del desorden

Tiene sentido que, en medio del clima de estrés e incertidumbre que ha provocado la pandemia, las personas pongan un mayor énfasis en construir un entorno con objetos que les induzcan a la calma. Las personas han vuelto a abrazar sus pertenencias porque el encierro nos obligó a todos a revaluar lo que tenemos. “Durante la pandemia, la casa ha servido para muchos propósitos y para mantenernos seguros y resguardados. El ambiente doméstico es más importante que nunca. No es de extrañar que la gente ponga en ello su corazón”, nos cuenta Howard.

Efectivamente 2020 ha cambiado mucho el significado simbólico de lo que significa nuestra casa. Ahora es hogar, oficina, gimnasio, ambulatorio, universidad, guardería y refugio. Si vamos a hacer tantas cosas en su interior, era necesario reconfigurar espacios y cosas. Libros viejos y revistas pasadas son el soporte de los portátiles son el pan nuestro de cada día para las reuniones vía Zoom. Hemos tenido que ser prácticos. La propia Howard, que vive con su familia en un adosado de 1922 en Washington D.C. «cómodo pero no grande», donde todos estudian y trabajan, ha visto cómo la pandemia les ha obligado a ellos también “a ser creativos sobre cómo organizar y estructurar las cosas para aprovechar al máximo lo que ya tenemos”. Ellos han recuperado una vieja losa de cemento y unos muebles baratos en un rincón de evasión en su jardín.

Si almacenar cosas es positivo o no depende de cada uno. “Hay muchas pruebas de que el desorden puede hacer que sea más difícil concentrarse y disfrutar de la vida. Depende de si te sientes a merced de demasiadas cosas (el clásico desorden) o eliges tener abundancia de cosas en tu vida (una oda al desorden)”, especifica Howard.

La otra lectura es algo más melancólica. En algunas casas hay demasiado ruido y en otras demasiado silencio, pero en todas el aislamiento acarrea cierta sensación de soledad. Y esto nos ha hecho ver un tesoro del pasado en los objetos más random que nos vamos encontrando. Joseph Ferrari, investigador del impacto psicológico del desorden de la Universidad DePaul de Chicago, dice en una entrevista en The Guardian que el hogar no es solo un lugar sino una extensión de nosotros mismos, «un archivo vivo de la memoria». Por eso ahora por primera vez apreciamos ese imán hortera pegado en la nevera, que habla de un lugar, un viaje y una emoción.

La delgada línea verde

Es evidente que la tendencia del Cluttercore está atrayendo principalmente a adolescentes y jóvenes. Quizá su conciencia con el planeta haya disparado sus ganas de dar una nueva vida a las cosas que ya tenemos, al fin y al cabo son la generación más comprometida con el cambio climático, como demostró hace unos meses otro hashtag, #ClimateStrike. Sin embargo, la línea entre aprovechar lo que hay y la obsesión por tener más cosas a veces parece desdibujarse: “Estoy más preocupada que nunca por el origen y el destino de todas nuestras cosas”, nos cuenta Howard. “¿Cuál es el coste humano y ambiental de fabricar y enviar tanto? ¿Qué sucede cuando decidimos que ya no queremos algo? ¿Quién tendrá que lidiar con nuestras cosas cuando ya no estemos? Esas son las preguntas que espero que la gente se haga a sí misma, ya sean minimalistas, fanáticos del desorden o algo intermedio. Los sistemas de basura y reciclaje ya tenían tensión antes de la pandemia. Todas esas cajas de entrega de Amazon y contenedores de comida para llevar no pueden ayudar”. Y es cierto: cuando la vida fuera es incierta, es fácil caer en el síndrome del nido.

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