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Cómo saber si la persona tóxica eres tú: «Eres el amargado cuando llegas a una reunión y la contagias de resquemor»

Hablamos con Marián Rojas Estapé, psiquiatra y autora del libro Encuentra tu persona vitamina (Espasa), sobre cómo nuestra felicidad depende en gran medida de la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas. Y de las heridas emocionales que se arrastran e impiden conectar de forma sana con el entorno.

¿Y si la persona tóxica eres tú'
¿Y si la persona tóxica eres tú'Getty (Getty Images/Johner RF)

Alguien tóxico es una «persona que genera negatividad» y exacerba el cortisol en terceras personas en un momento dado. Así lo define Marián Rojas Estapé, psiquiatra y autora de Encuentra tu persona vitamina (Espasa), que curiosamente irradia positividad, aunque ha dedicado mucho trabajo a investigar la toxicidad de las relaciones humanas. En su libro analiza por qué algunas personas están llenas de negatividad y se plantea que los tóxicos no siempre son los otros, sino que también podemos serlo nosotros mismos, sin ser completamente conscientes de ello. Hablamos con ella sobre cómo nuestra felicidad dependerá en gran medida de la capacidad que tengamos para mantener buenas relaciones con otros y sobre las heridas emocionales que arrastramos y nos impiden conectar de un modo sano.

¿Cómo puedes darte cuenta de que quien mete toxicidad en tu grupo de amigos eres tú?

Uno tiene que conocerse, hacerse un autodiagnóstico personal. Pregúntate ¿soy agradecida o doy todo por hecho? ¿Qué es lo que más gusta de mi forma de ser? ¿Qué irrita de mi personalidad? ¿Le caigo bien a la gente? ¿Les hago la vida agradable? ¿Me tienen aprecio? ¿Buscan estar conmigo? O, al revés, noto que me evitan, que me tratan mal, hablan mal de mí, me replican, siempre estoy en tensión… Si sucede más de lo segundo de forma generalizada, tal vez esas malas vibraciones vengan de tu parte.

A veces vemos a personas que le caen bien a todo el mundo. ¿Cómo lo hacen?

No existen. Nunca le vamos a caer bien a todo el mundo. Nuestra forma de ser puede activar unas emociones en unos y en otros no. Por ejemplo, tienes una compañera con una personalidad arrebatadora y capacidad de liderazgo. Puede que te fascine o que te abrume porque te hace sentir pequeño.

¿Qué indicios me pueden hacer pensar que yo soy la persona tóxica, o, utilizando su lenguaje, la que envenena el ambiente con negatividad?

Hay distintos rasgos personales que nos pueden indicar que estamos generando toxicidad. Pregúntate ¿soy egoísta? ¿Solo se hace lo que yo quiero? ¿Tengo que ser yo soy el centro de todo? ¿Me cuesta ser empático, no escucho porque no me interesa lo que les pasa a los demás? Si las respuestas son sí puede que tu actitud esté afectando de forma tóxica a otra persona.

Portada del libro ‘Encuentra tu vitamina’, de Marián Rojas.
Portada del libro ‘Encuentra tu vitamina’, de Marián Rojas.D.R.

En el libro habla, entre otros, de dos perfiles habituales entre las personas que descargan las pilas: los quejicas y los amargados. Pueden hasta hacer gracia en las redes sociales, pero en la vida real son bastante insoportables. ¿Cómo distingo la delgada línea que separa lo reivindicativo de ser una ‘ofendidita’?

Eres quejica cuando nada te termina de agradar. Si a todo le sacas pegas, a ese sitio no voy que habrá mucha gente, aquí hace frío, esto es aburrido… El quejica es esa persona que se pasa todo el día quejándose, ven la vida a través de un filtro oscuro. El amargado es esa persona que piensa ‘estoy apagado y apago a los demás’. Eres el amargado cuando llegas a una reunión y la contagias de resquemor. Lo malo es que el amargor se realimenta y hay grupos de amargados que quedan para amargarse aún más. Para saber si eres una de ellos pregúntate cómo está la gente antes de estar contigo y cómo se quedan cuando te vas. Si van a peor, estás contagiando toxicidad.

Hay quejicas que van más allá y se sienten víctimas de una conjura global del universo. Es el famoso meme de Cristiano Ronaldo diciendo ‘qué injusticia’.

Es el perfil de víctima. Vas de víctima por la vida sin serlo cuando tienes una excusa para todo, y todo contado en modo drama para ser el centro de atención. Es una actitud peligrosa porque generas en los demás un sentimiento de culpa y, al no ser cierto, acaban alejándose de ti. Otra forma similar de tener una actitud tóxica es lo que llamo personas put drama in your life. ¿Necesitas que haya conflictos a tu alrededor? ¿Eres la que, en una comida con más personas, saca un tema delicado que acaba provocando un enfrentamiento entre los comensales? ¿Monta dramas por nada porque esa tensión te da vidilla? Para saber si eres así pregúntate si eres de las que huye del conflicto o la que lo genera.

Vamos, esas personas capaces de montar una Boda Roja en cualquier momento.

Es que tener cerca a personas así es como andar por un campo de minas. Y puede ser indicio de un trastorno límite de personalidad, que es el término clínico para esas son personas que viven en constante inestabilidad emocional, que sufren un descontrol de sus impulsos, pasan del amor al odio en segundos, tienen ataques de ira o actuaciones personales muy conflictivas. Si eres así acabas echando a la gente de tu lado porque en la vida no queremos sobresaltos, que la vida ya tiene suficiente drama. En nuestras relaciones personales queremos calma.

Pongamos que a tu alrededor a la gente le empieza a ir bien. Mejora de trabajo, se quedan embarazadas o adelgazan con más facilidad que tú. A ti no te pasa nada de eso y te reconcome. ¿Es de ser tóxica o es natural?

Para saber si tu problema es la envidia plantéate cómo encajas los triunfos ajenos. ¿Te pones triste cuando le va bien al de al lado? ¿Piensas primero en ti y luego das la enhorabuena? Recuerda que la gente envidiosa no gusta, gusta la gente que se alegra de nuestros logros.

Todos tenemos una opinión sobre todo, tenga o no sustento. Pero hay personas bastante irritantes que no dudan en verbalizar sus juicios, gusten o no. ¿La libertad de opinión vale para todo, o, en la vida cotidiana, es mejor guardarnos ciertas valoraciones?

Es inevitable hacernos una opinión acerca de lo que nos rodea. Te encuentras con una amiga y juzgas cómo viste, cómo habla… El problema surge cuando lo verbalizas sin que te pregunte. ¿Opinas de la pareja de tu amiga? ¿Te metes en cómo educa a sus hijos? ¿Juzgas su pelo, su ropa…? ¿Le dices sin pudor que ha engordado, que la ves muy mala cara o que ese peinado le queda fatal? Esas personas son agotadoras y se suele ver, además, como una falta de educación.

Odiamos a las personas manipuladoras y huimos de ellas siempre que podemos. Pero, ¿puedes ser tú sin darte cuenta?

Sí. Se da muy a menudo en personas con ascendencia sobre otra persona próxima, una amiga, tu madre o tu pareja. Desarrollan una memoria prodigiosa y retienen todo tipo de datos para argumentar, atacarte o conseguir que hagas lo que ellos quieren de ti. Si el otro no es consciente de la manipulación, no sufre. Lo paradójico es que muchas veces lo hacemos sin querer, sin darnos cuenta. Manipulamos a nuestra pareja para que se haga lo que queremos, cuando le recriminamos que hace dos meses quedó con tales personas…

Otro tipo de manipulación muy tóxica es la de la persona dependiente. ¿Cómo se pasa de la preocupación normal por los tuyos a la dependencia lesiva?

El límite se traspasa cuando les chupas la energía. Es esa madre que no puede vivir sin ti, que te llama tres veces al día y si no estás, se angustia. O la amiga que te monta un pollo si tienes otro plan que no la incluye. Es cuando necesitas controlar todo lo que hace otra persona porque si no, no estás en paz. Y lo que pasa es que la otra persona se siente atrapada en tu tela de araña y acaba huyendo.

Desde fuera parece sencillo detectar quién es esa persona no vitamina, pero cuando eres tú misma, ¿es igual de  fácil?

Cuesta mucho descubrirlo y aceptarlo. A veces te das cuenta cuando lees un libro o un artículo como este y ves que eres así. O porque escuchas a la familia o a tus amigos cuando te dicen que estás alterando mucho el entorno, que se te ha agriado el carácter o que te ven muy apagado. Pero si no es por algo así, es difícil porque estás metido en ese bucle de estrés, que eres incapaz de conectar contigo mismo.

Decirle a una persona tóxica que destila negatividad por los cuatro costados es acción de alto riesgo. ¿Puede darnos algunos consejos?

Hay que hacerlo con mucho tacto. No es lo mismo que te digan a las bravas ‘eres tóxico’ que ‘noto que estás apagado, triste, veo que no disfrutas de las cosas como antes, ¿qué te pasa?’. La forma como hablas a una persona marca la forma en la que va a responder. Si atacas diciendo algo negativo, su primera reacción es ponerse a la defensiva. Hay que decir las cosas con cariño, pensarlas antes.

Pongamos que te das cuenta de que llevas una temporada siendo negativa. Pero nadie te dice nada para que no les bufes. Quieres reconducir tu relación con tu entorno. ¿Por dónde empiezas?

Una buena táctica es decir ‘últimamente me noto muy negativo, genero mal ambiente, no sé qué me está pasando’. Tú abres la puerta y al hacértelo, permites a los otros que te digan qué ven.

Ya tenemos detectado el problema y hemos pedido ayuda. Pero, ¿por qué nos pasa?

Nadie nace tóxico. Nacemos repletos de oxitocina, que es la hormona que contrarresta el cortisol. Es la vida la que nos hace convertirnos en personas más o menos negativas. A veces es por un mal suceso. Un caso habitual es cuando tienes mobbing en el trabajo. O porque atraviesas una situación estresante, como sucedió durante el confinamiento. Si es una situación circunstancial lo normal es que esa negatividad desaparezca en cuanto se diluya esa situación. Que no quita para que haya personas con más tendencia a crear crisis.

Lo malo de ser tóxico es que acabas haciendo daño. ¿Se puede reparar lo que se ha roto con otras personas?

Siempre abogo por el perdón. Tanto pedirlo como perdonar. A veces es instantáneo. Otras veces, lleva tiempo. Pero hay que hacerlo porque un corazón resentido no puede ser feliz. El rencor tiene un impacto bioquímico tremendo en el organismo. Nos pone en tensión, activa el sistema simpático, segregamos cortisol y aumenta la inflamación. Al final, vives en un estado de alerta constante, no disfrutas de la vida y tienes más posibilidades de enfermar. Cuando perdonas te liberas.

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