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Historia de un yerno mindundi: así pervive en la ficción el estereotipo del hijo político que no da la talla

En China triunfa un género de novelas populares en las que el yerno humillado protagoniza relatos de superación y venganza

LOS-YERNOS-2

Todo el mundo sabe lo que es un yerno perfecto. Se decía mucho de Albert Rivera y se sigue diciendo de Íñigo Errejón. Seguramente, se puede aplicar a Pedro Sánchez y a Pablo Casado. No así a Pablo Iglesias ni a Santiago Abascal. Se dice del tipo pulcro y aseado que no aparentemente no supone ninguna amenaza para el status quo, ya sea de la familia política en la que se adentra o, ya puestos, en la sociedad. Su reverso en la cultura popular es el yerno minundi o el yerno ninguneado, aquél al que su nueva familia menosprecia por sistema por no ajustarse a su sistema de valores o por no ser lo suficiente para la hija, en la estructura canónica heterosexual.

Son yernos mindundis Greg Focker en Los padres de ella, el ogro Shrek, despreciado por el rey Harold, y el pobre tipo que se casa con la hija y cuyo nombre ni apariencia nadie recuerda en El padre de la novia, ya sea en la versión de Spencer Tracy o en la de Steve Martin. También lo es el personaje de Dani Rovira en Ocho apellidos vascos, capaz de perforarse el estómago por seguirle el ritmo a Karra Elejalde. Ahí el guión se sustenta en una idea tan antigua como persistente, la del suegro que no considera que el pretendiente de su hija da el nivel como macho, que no tiene lo que hay que tener. También es un yerno manipulado el personaje de Nino Manfredi en El verdugo de Berlanga. A pesar de su apariencia afable y bonachona, el suegro, o sea Pepe Isbert, controla su vida desde el mismo instante en que se conocen. Le obliga a casarse con su hija cuando se hace evidente que le ha deshonrado pero más tarde queda claro que más que la moral católica lo que le preocupa al señor es perder el piso en el que vive, asociado a su profesión de aplicador de garrote vil, que obliga a heredar a su atribulado yerno.

A veces el ninguneo de la familia política se sustenta en los logros del yerno en cuestión, considerados escasos, o en sus orígenes –el modelo Focker. Su suegro no cree que su trabajo, el de enfermero, sea digno de un hombre– y a veces simplemente es que no conectan, como el doctor Green, el padre de Rachel en Friends, y Ross, hasta que encuentran ambos algo que tienen en común, reírse de la chica. La familia Corleone, que tiene un ejemplo útil para casi cualquier tipo de pariente y de relación familiar, también tiene un yerno despreciado, y en este caso, despreciable, Carlo Rizzi. Carlo se casa con Connie, la única hija de Vito Corleone, en la famosa escena que abre la trilogía. Pero esa boda con toda la fanfarria no es sino una manera de cubrir las apariencias y de contentar al patriarca, que está decepcionado porque su única hija vaya a unirse a un tipo tan poco brillante. El Padrino ordena a sus hijos que le den una tarea menor, ocuparse de una pequeña casa de apuestas, pero que le dejen fuera de las decisiones importantes de la familia. Humillado, Carlo se ensaña con Connie, a la que maltrata. En este caso, Vito decide no intervenir, porque así lo recomienda la costumbre siciliana, pero su hijo Sonny Corleone sí termina apalizándolo.

En China, donde es habitual que una pareja joven viva con los padres de ella, la figura del yerno menospreciado tiene un peso tan grande en la cultura popular que en los últimos años ha surgido un género de novelas, una especie de revisión con el género cambiado de la historia de Cenicienta, en las que ese pobre chico que cada día es ridiculizado y humillado por su familia política termina, por un giro del destino, viendo como es la familia de su mujer la que se arrodilla para ganarse sus favores. Una historia de venganza de corte clásico pero con familia política en el papel de los enemigos. Según recogía recientemente Sixth Tone, un medio dedicado a cubrir fenómenos de la China actual, este género tiene ya su propia etiqueta: el yerno residente, refiriéndose a los hombres que tienen que convivir con su familia política.

Los relatos de ficción popular que se publican solo online tienen un éxito enorme. Al menos la mitad de los 854 millones de usuarios de internet del país lee novelas que podrían considerarse equivalentes al pulp norteamericano de los años 60 o a la novela de quiosco española. En ese mercado creciente y bullicioso hay géneros nicho como el wuxia, épicas sobre artes marciales, historias de amor gay y, también, novelas de yernos que no se resignan, que han llegado a ser de las más leídas en algunos portales gratuitos. El segmento tiene algunas variantes. Puede que el yerno en cuestión triunfe porque se hace rico de golpe, porque se descubren unos orígenes mucho más historiados de los que se creía que tenía, o porque de pronto gana superpoderes.

Desde el verano pasado, un actor, Guan Yunpeng, se ha convertido en la cara no oficial del yerno residente o el yerno Cenicienta. El interpreté protagonizó una serie de vídeos virales en los que hace de hijo político pringado. Su expresión facial, una media sonrisa muy característica, se suele utilizar como meme en las redes sociales chinas, Weibo y Bilibili.

Tal y como explican en el artículo, en la sociedad patriarcal China es mucho más habitual que sean las mujeres quienes se muden a vivir a casa de sus suegros –y de hecho esa figura, la de la nuera maltratada y desesperadamente tiste que solo se consuela cuando tiene un hijo varón, con el que termina repitiendo el ciclo de posesividad tóxica está completamente integrada en la psique popular– y eso hace que los hombres que se encuentran en la posición contraria se sientan especialmente vejados, eunucos a a vista de toda su comunidad. Vivir con sus suegros le convierte en un incompetente que no es capaz de proveer de un techo a su mujer y sus hijos. Los principales lectores de este género son hombre de mediana edad y de ciudades pequeñas, según Initium Media, un portal con base en Hong Kong. Según analizaba un experto en ficción publicada en Internet, Ji Yunfei, “muchos hombres de mediana edad que se han pasado media vida pensando que su mujer y su suegro le hacen bullying se imaginan fantaseando con que un día dan el golpe. Se puede pensar que en este tipo de fenómenos el trabajo es de calidad limitada, pero bajo esa apariencia debe haber tocado un nervio en la ansiedad de toda una generación”. El investigador apunta que estas historias, como suele suceder con casi toda la fan fiction, parecen cortadas todas por el mismo cortapastas, “como productos de fast food” y relaciona su éxito con la actitud habitual de los hombres que están hoy entre los 40 y 50 años en China, que tienen dificultades para expresar sus necesidades emocionales.

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