_
_
_
_
_

La que se enroca en un problema o la que busca solución, ¿qué tipo de persona soy?

Uno de los motivos más habituales de conflicto entre dos personas es tener diferentes modelos de comunicación, y no identificarlos para ponerse en el lugar del otro.

Hay personas estantería y personas cajón: ¿qué tipo eres?
Hay personas estantería y personas cajón: ¿qué tipo eres?

Hay un problema que te ronda la cabeza y quedas con tu amiga para hablar del tema. Tú solo necesitas eso, hablar del tema. Pero tu amiga no hace más que ofrecerte soluciones, cortándote a cada rato, y te da la sensación de que no te escucha. Al otro lado de la mesa, tu amiga, al borde de la desesperación, no entiende por qué le das tantas vueltas a un conflicto, en vez de buscar la forma más rápida de salir del mismo. Y quien dice amiga, dice pareja, dice compañero de trabajo en una reunión, o dice tu madre al otro del teléfono. ¿Te suena?

Gran parte de los conflictos entre dos personas se deben precisamente a esto:  diferentes formas de comunicación.  O incluso diferentes formas de afrontar la vida. Así lo atestigua la psicóloga Raquel García Romeral: “Los profesionales observamos con frecuencia que los consultantes se pueden enredar cuando presuponen que su forma de expresarse, sentir y estar en el mundo tiene que ser compartida por todos y no es así. Esto suele provocar malentendidos en las relaciones sentimentales y sociales”.

El conflicto puede surgir cuando intentamos compartir un problema, o peor, cuando tenemos que resolverlo juntos y cada uno afronta la situación de una forma diferente. No sólo no llegamos a un acuerdo, sino que somos incapaces de entender la forma de actuar del otro.

Modo cajonera y estantería

La situación entre esas dos amigas ficticias podría resumirse como un choque entre un “modo estantería” y un “modo cajonera”. Un símil que los psicólogos utilizan para entender de forma visual y sencilla dos formas habituales de expresarse y que suelen chocar entre sí. “Si en nosotros fuera inherente el modo estantería es probable que tendamos a colocar las cosas que nos ocurren en nuestros estantes, a la vista, simultáneamente y que unas cosas puedan afectar a otras. Si nos fuera inherente encontrarnos más próximos al modo cajonera es probable que procesemos cada cosa ubicándola en un cajón y que sólo podamos mantener un cajón abierto a la vez”, resume de forma sencilla Romeral.

Por poner ejemplos más claros: En el caso de una persona modo estantería, esta persona lo que necesita es tener expuesto su problema, por ello busca hablar sobre lo que le preocupa, porque hablar sobre ello y sentirse escuchada le puede resultar liberador. En cambio, en el modo cajonera, el problema es algo que debe abrir para solucionar y luego volver a cerrar, por eso solo habla del problema lo justo para buscar una solución plausible y después pasar a otro tema, sin volver a abrir ‘ese cajón’.

“Que a uno le digan lo que tiene que hacer cuando necesita que le escuchen y que a otro le fuercen a hablar cuando no puede solucionar algo puede resultar frustrante”, vuelve a remarcar Romeral. “Tenemos el malentendido servido si esperamos que el otro aplique lo que a uno le funciona. Si lo estamos observando desde modos diferentes necesitaremos también enfoques diferentes”.

Este tipo de conflictos suelen aparecer por ejemplo, en relaciones de pareja. Así lo relata la también psicóloga Gabriela Paoli. “Aunque se trate de generalidades, y en realidad dependa de cada persona, es habitual que los hombres sean más estilo cajonera, y den por cerrado un tema, y la mujer tienda a tener los temas más interconectados entre sí y estar más pendiente de las emociones y de las expresiones y no solo buscar como respuesta una solución rápida”. Aunque por supuesto, estos roles también se encuentran a la inversa y no siempre dependen del género.

Evitar el conflicto pasa por reconocer no solo a la otra persona, sino a uno mismo en cada modo. “Es importante ser conscientes de qué estilo de comunicación tenemos ya que este marcará el tipo de relación que establezcamos con nuestra pareja, familiares, amigos, colegas…”, insiste Paoli.

Una forma de saber cómo suele ser esa persona es saber qué tipo de trabajo tiene o cómo actúa en el mismo. “Hay personas que son prácticas, y efectivas, que por ejemplo suelen ser así en su nivel laboral, más resolutivos y proactivos”, lo que vendría a ser un modo cajonera. Las personas más modo estantería son los que simplemente necesitan otra gestión del tiempo y que además suelen actuar de forma menos impulsiva y necesitan más margen para sopesar las cosas.

Al final tenemos que tener en cuenta que “lo que hacemos es afrontar y gestionar diferente las situaciones en función del estilo de comunicación que tengamos, del tipo de personalidad, de nuestra autoestima, de nuestros aprendizajes, de la relación o vinculo que tengamos con la persona, del estilo de apego que tengamos, etc.” insiste también la psicóloga Gabriela Paoli.

Evitar los enredos

El siguiente paso será tener un poco de empatía y saber si la otra persona necesita lo mismo que yo, o quizás sus necesidades sean otros. Y a partir de ahí, buscar un punto de encuentro. Volviendo a los ejemplos de conflicto en la relación de pareja, Gabriela Paoli plantea una situación muy habitual: qué hacer con las cenas de Navidad. Aún más este año con el conflicto pandemia de forma añadida.

“Si una parte de la pareja es cajonera querrá dejar el tema solucionado cuando antes, en cambio el modo estantería necesitará pensarlo con calma, ver cómo van los contagios, hablar con toda la familia… En estos casos funciona llegar a un acuerdo intermedio, como fijar una fecha para sentarnos y tomar una decisión. El modo cajonera se queda tranquilo al fijar una fecha concreta para solucionarlo y el modo estantería se siente tranquilo al tener un margen para pensarlo”.

Eso sí, para llegar a un acuerdo, lo más sencillo será siempre decir directamente qué es lo que se necesita, y no esperar a que la otra persona haga uso de sus dotes de adivinación.

“Si en la comunicación, antes de actuar bajo presuposiciones, explicitamos de forma más transparente qué necesitamos y qué estamos entendiendo qué necesita el otro, para que nos corrigiera si no fuera así, podríamos ahorrarnos una buena parte de malentendidos”, explica a este respecto Raquel García Romeral.

Volviendo a las metáforas: “Si uno habla francés y el otro habla italiano, no se trataría de convertirse en bilingüe de una lengua que no es la materna, ni de convencerse de que un idioma es mejor que el otro, se buscaría tener espacios propios y compartibles a través de las palabras y los gestos”, propone la psicóloga.

Por último, en todos los casos, Paoli recuerda la importancia de tener siempre una comunicación asertiva, con respeto y empatía. “Es recomendable trabajar nuestra autoestima y seguridad para poder ser y vivir de forma asertiva; es decir sentirse libre para dar tu opinión, o expresar tus deseos sin faltar el respeto a las otras personas, pero sobre todo, sin faltarte el respeto a ti”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_