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Negarse a una prueba para no saber o buscar culpables a toda costa: la nueva psicología de los contagios navideños

La sexta ola de coronavirus deja un particular ‘No mires arriba’ en el que muchos prefieren ignorar un posible positivo y otros se obsesionan con ese amigo causante de la cuarentena. Varias psicólogas explican el fenómeno y cómo superarlo.

Recibir la noticia de un positivo en fechas navideñas potencia las reacciones emocionales negativas.
Recibir la noticia de un positivo en fechas navideñas potencia las reacciones emocionales negativas.Getty (Getty Images/iStockphoto)

De los seis días de cuarentena que acumula ya en su haber, no hay uno solo en el que Ana (nombre ficticio) no le haya dedicado un buen rato a recomponer el puzle del origen de su contagio. Como si de una avezada detective salida de la pluma de Agatha Christie se tratara, esta ingeniera de 34 años combate el hastío de las horas muertas encerrada en su habitación recorriendo en su mente cada encuentro personal y cada espacio visitado durante las últimas dos semanas. “Lo que más me fastidia es que me recluí voluntariamente para poder irme tranquila al pueblo a pasar las fiestas con mi familia. Solo he tenido contacto con mi pareja y con una amiga, con la que quedé sin quitarme la mascarilla, y ambos dieron negativo varias veces. No entiendo dónde pude contagiarme”, explica a esta revista.

Con la incidencia disparada, y en un contexto festivo que no ha hecho sino hipertrofiar la frustración del confinamiento, la necesidad vital por saber quién ha podido pasarnos el virus aumenta hasta juguetear de forma peligrosa con nuestra salud mental. En la otra cara de la moneda también crecen aquellos que prefieren negar la realidad –o los primeros síntomas– y no mirar arriba para evitar que un meteorito, en forma de positivo, les arruine las fiestas.

“Ante un suceso traumático, como es recibir la noticia de que hemos dado positivo en covid, surgen una serie de reacciones emocionales negativas como pueden ser la ansiedad, la sensación de inseguridad, el miedo o el enfado”, explica a esta revista la psicóloga Silvia García, directora del centro Psicia. Entre los sentimientos que experimentamos para canalizar la frustración y lidiar con la rabia y el estrés inicial, uno de los más comunes es el de buscar a los culpables del problema. Si en olas anteriores la culpabilidad perseguía a aquel que contagiaba a seres queridos o contactos situacionales, ahora que los síntomas son más llevaderos en la gran mayoría de los casos, muchos centran sus esfuerzos en señalar con el dedo a quien le ha dejado sin vacaciones navideñas. Una conducta que, según la especialista Patricia Gutiérrez, de los centros TAP, no es saludable a nivel psicológico. “Pararnos a indagar quién nos contagió puede alimentar nuestro malestar, nuestra frustración, nuestra sensación de indefensión… Es importante centrar los esfuerzos en la recuperación y en la identificación de aquellas medidas que nos harán no contraer de nuevo el virus”.

Sumado a la sensación de seguridad que otorga estar vacunado y la sospecha de que ómicron produce cuadros menos graves, lo excepcional y significativo de estas fechas hace aún más difícil si cabe la digestión de la noticia. “No tenía yo una estabilidad emocional plena, y la guinda ha sido toda la familia con covid a las puertas de la Nochebuena. Hace dos días que también soy positivo y, además de los síntomas, la incertidumbre y el miedo hacen de esta la peor de las experiencias”, se confesaba a este respecto el periodista Arturo Paniagua en Twitter este pasado 28 de diciembre.

“La Navidad es esa época del año en la que se nos intenta transmitir la idea de que hay que ser felices, reunirse, ilusionarse y celebrar. Este año la expectativa era mucho mayor ya que, con las vacunas, parecía que todo iba a remitir, ya no había restricciones de movilidad y por fin íbamos a tener unas fiestas parecidas a las de la prepandemia”, explica la psicóloga Silvia García. “Con la llegada de la nueva variante y el desbordamiento de casos, la frustración por tener que reorganizar de nuevo nuestros planes es aún mayor por todo el cansancio acumulado”.

De ahí que otra de las respuestas más habituales a ese agotamiento pandémico sea la ignorancia deliberada, el no querer saber, un patrón que se repite estos días con asiduidad y perplejidad en los casos de aquellos que vuelven a casa por Navidad y se enfrentan al chantaje emocional. “Después de conseguir varios test para mi familia y para mí, mi suegra nos pidió que no nos los hiciéramos, que como no acudiéramos finalmente al pueblo por haber dado positivo le iba a dar una depresión”, explica una lectora anónima. “Mi madre tiene mucha tos, pero no quiere hacerse la prueba porque dice que si sale positiva yo me ‘tendría que volver a Madrid”, cuenta otra. Los testimonios recogidos por S Moda también señalan las peticiones de ventilación de las estancias, o de hacerse una prueba de antígenos antes de reunirse, como otros de los motivos comunes de fricción familiar. “Me miran como si estuviera cucú… y la frase más repetida es: ‘Si nos vamos a contagiar todos”, añade una tercera.

La psicóloga Raquel Prieto confirma que en estas fechas navideñas se acumulan las consultas de pacientes con “niveles muy altos de frustración” por tener que cambiar sus planes de forma inesperada y radical. “La ansiedad provocada por la incertidumbre de no saber por qué vía se ha producido el contagio, la rabia por haberlo contraído por un comportamiento irresponsable de un tercero, el sentimiento de malestar si se ha producido el contagio por relajar la protección… Estos son los motivos por los que nos están pidiendo asesoramiento en las últimas semanas”, sostiene la especialista del centro Vicente Prieto.

En lugar de buscar culpables o convertirnos en espontáneos negacionistas de la alarma sanitaria o de nuestros propios síntomas, las expertas ofrecen una serie de consejos para sobrellevar de la mejor forma posible la enfermedad –o el estar rodeados de ella– desde el punto de vista psicológico. “Ante la situación actual, debemos poner el foco en aquello que sí podemos hacer y no en aquellas actividades y eventos que nos perderemos. Hay que centrarse en lo que depende de nosotros, nuestro autocuidado y el cuidado que debemos poner en marcha para no transmitirlo a otras personas”, corrobora la psicóloga Patricia Gutiérrez. Prieto, por su parte, advierte que tras asumir la realidad lo fundamental es generar soluciones, un plan b. “Por ejemplo, utilizar las nuevas tecnologías para mantenernos cerca de nuestros seres queridos en las comidas y cenas festivas; y seguir participando en las reuniones familiares y de amigos, de manera que continuamos formando parte de lo más importante, que es estar juntos”.

Ana, cuyo testimonio daba comienzo a estas líneas, confiesa que ha tardado en darse cuenta de que la situación podía tener una parte buena, pero “pensándolo bien” se siente afortunada. “Lo estoy pasando con pocos síntomas y en unos años me acordaré de esa cena de Nochebuena de dos personas –mi chico también acabó dando positivo–que quizá nunca más se repita. De cara a Nochevieja me estoy planteando pedir comida basura para hacer la gracia. En realidad, el marisco nunca me ha gustado y en mi casa siempre se sirve lo mismo”. Y aconseja: “Mejor que te tachen de hipocondríaca por repetirte el test por un simple dolor de garganta, que empeñarte en ir al pueblo y convertirte tú en esa fuente de contagio que otros colocarán en su mapa mental de culpables”.

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