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Cómo sobrellevar un parón sexual en pareja

La frecuencia sexual de las parejas no es algo estático, hay épocas en las que el sexo desaparece de la agenda y no sabemos muy bien cómo gestionarlo.

Pareja
Getty

El sexo en una pareja se da por hecho. Lo da por hecho la sociedad, lo dan por hecho los conocidos al hacer bromas y lo dan por hecho los propios miembros de la pareja, que piensan que, si en su relación no hay sexo, algo falla. Hasta que algo cambia. Puede ser algo tan sencillo como una cirugía que precisa de bastante reposo, o algo más complejo como una enfermedad. Puede ser la depresión que acompaña un duelo o el agotamiento físico y mental tras la llegada de un nuevo miembro a la familia. Sea el motivo que sea, el sexo, por un tiempo indefinido, deja de estar en la agenda. Y nadie nos ha enseñado cómo gestionar eso.

“Cuando surgen este tipo de circunstancias cada pareja lo afronta de una manera distinta. Algunas lo asumen muy bien y entienden que no hay problema por ello. En cambio, otras lo pasan muy mal”, reflexiona la sexóloga Ana Lombardía.

El quid de la cuestión suele ser que el parón sexual no se produce por una situación compartida, sino que es uno de los miembros de la pareja el que se siente limitado física o emocionalmente y se baja del “tren del deseo”. “He trabajado con muchas personas en esa situación que se sienten culpables por no ‘poder darle a su pareja lo que deberían’ y que sufren mucho por ello”, afirma Lombardía.

La otra cara de la moneda es que inicialmente la pareja suele mostrarse comprensiva. Aunque el tiempo en estos casos es un factor clave. “Cuando esas circunstancias se prolongan mucho pueden surgir algunas dificultades a la hora de gestionarlo”, ahonda la sexóloga.

El sexo también varía

Si pensamos en las encuestas que hablan de la frecuencia sexual de los españoles, no suelen matizar si esta frecuencia varía por épocas. Se presupone que la vida sexual de las parejas es siempre igual. Pero si las personas cambian, por supuesto, su sexualidad también. Y a lo mejor esa es la idea que nos falta por aclarar.

“La vida en pareja está llena de subidas y bajadas, a todos los niveles”, recuerda el también sexólogo de La Consultoría SexológicaIván Rotella. “Las personas no somos máquinas. Es muy importante darse cuenta de que la sexualidad y la erótica cambian, evolucionan y se transforman. No somos las mismas personas con 20, que con 50”. Por eso, según el experto, “intentar vivir en una época como lo hacíamos en otra diferente es un error muy común”.

En estos casos podría aplicarse el “renovarse o morir”. Porque a veces esos parones sexuales son necesarios para reflexionar y evolucionar. Y si no aparece por otro motivo, puede que la simple rutina nos haga necesitar parar. “Hay parejas a las que el paso del tiempo los lleva a aparcar cosas que antes hacían y les gustaban y acaban teniendo una especie de ‘erótica de supervivencia’, como para quitarla de encima y poder pasar a otra cosa”. Y en esas ocasiones acaban por rechazar el sexo y empezar a posponerlo cada vez más y más en el tiempo.

El problema de fondo, como señala de nuevo Ana Lombardía, es que una vida sexual activa va mucho más allá de lo genital, y limitarla a eso, nos limita a nosotros. “Nuestra cultura valora más la sexualidad genital y mide el éxito de una relación en base a eso, por lo que la presión suele ser muy grande”. Por eso cuando algo ocurre y el acercamiento genital no es posible, parece que nos quedamos sin recursos. Algo así como ir todos los días al trabajo por la misma carretera o la misma línea de metro y sentirnos perdidos si un día la cortan. Es importante tener otras rutas alternativas hacia el placer.

Empatía sea cual sea la circunstancia

El motivo de ese parón en nuestra vida sexual no siempre será lo importante. La buena gestión del mismo, sea cual sea el caso, va depender sobre todo de la empatía que tengan los dos miembros de la pareja, para llegar a entender lo que está sintiendo y viviendo cada uno. “La comprensión de la pareja no depende tanto de la circunstancia concreta en que haya acaecido como de la capacidad de empatía, comunicación y gestión emocional de cada uno”, insiste Lombardía.

Es cierto que el duelo tras un aborto puede involucrar a ambos miembros de una pareja en un mismo proceso, o que el diagnóstico de un cáncer despierta especial empatía en general. Sin embargo, hay otras patologías o circunstancias que no son siempre igual de bien entendidas.

“En las parejas heterosexuales se suele dar la discrepancia de cómo se nos ha educado a hombres y a mujeres, sobre todo en las personas de mediana edad. Hay diferencias en las vivencias, en las formas de comunicar, en las formas de expresar sentimientos o de dar importancia a cuestiones que para el uno o para la otra pueden parecer no tan importantes”, contextualiza Iván Rotella. “Ahí nos encontramos con dos dificultades, la que tienes y la incomprensión de tu propia pareja”.

Como insiste el sexólogo, pedir empatía no es pedir que te solucionen los problemas. Pero sí que el otro conozca cuáles son y te acompañe en lo que necesites, incluso cuando lo que necesitas es más espacios, menos encuentros o cambios en la dinámica habitual de pareja”, insiste el experto. 

Confundir sexo con intimidad 

Otro de los retos habituales, en estos casos, es que el rechazo del sexo lleva al rechazo de la intimidad. Es decir que, por miedo a confundir a la pareja, no solo se rechaza el contacto más genital, sino cualquier tipo de gesto de cariño como los abrazos largos, las caricias o los besos. Y comienza a construirse una distancia física que, por supuesto, se traduce en una distancia emocional, que acaba por ser más difícil de salvar.

“Yo suelo proponer que tengan citas, que se acurruquen en el sofá, que se den masajes, que salgan a pasear de la mano… son gestos pequeños que sí suelen apetecer y que son fáciles y muy efectivos”, propone a este respecto Lombardía. “También suelo recomendar que presten mucha atención a los cuidados, pues son también una forma de sexualidad: preparar tu comida favorita, llevarte en coche al trabajo, dejarte escoger la película, llevar un café a la cama…”. Todas estas dinámicas son formas de seguir conectados.

No tener miedo de volver al ruedo

Por último, una vez que la circunstancia “X” parece hacer cambiado o mejorado, aparece un nuevo reto: el miedo al reencuentro. “En estos casos es fundamental la comunicación. También ser pacientes y compasivos con nosotros mismos y con la pareja”, argumenta Ana Lombardía. “Hablar de ello, contarnos cómo nos estamos sintiendo, ir con calma y poco a poco suele ayudar mucho. Si pretendemos que inmediatamente vuelva a ser como antes, nos meteremos mucha presión y no conseguiremos nuestro objetivo”.

De hecho, esa es una de las claves. Entender que las cosas cambian y no siempre es para mal. Quizás en ese impasse hayamos conectado a otros niveles, descubierto nuevas formas de darnos placer o simplemente nos hayamos quitado presiones innecesarias que antes nos agobiaban. “Es posible que no vuelva a ser como antes, porque después de haber pasado ciertas experiencias no somos los de antes, hemos cambiado. Pero la sexualidad que construyamos a partir de ahí también puede ser maravillosa, aunque pueda tener otra forma”, concluye la sexóloga.

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