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Bella Hadid y el conflicto de las cirugías estéticas en menores: dónde están los límites

La modelo no es la única arrepentida de una intervención quirúrgica antes de tiempo. ¿Cómo no llegar a ese punto? Los expertos responden.

CIRU
© Getty Images
Eva Armas Gil

“Yo era la hermana fea. No era tan genial como Gigi, eso era lo que la gente decía de mí. Desafortunadamente, cuando te dicen esas cosas tantas veces, simplemente te lo crees”. La semana pasada, Vogue USA publicaba una entrevista a Bella Hadid (25 años) en la que la modelo confesaba haber padecido diversos trastornos y también estar arrepentida de haberse sometido a una rinoplastia cuando tenía tan solo 14 años. Leyéndola queda cristalino que fue la presión social lo que la llevó a tomar tal decisión y que no fue tan solo un inocente hecho puntual que catapultó su carrera, sino también el inicio de una serie de problemas psicológicos cuyas consecuencias arrastra a día de hoy: “¿Cómo una chica con inseguridades increíbles, ansiedad, depresión, problemas de imagen corporal, problemas para comer, que odia que la toquen y tiene una intensa ansiedad social como yo podía entrar en el negocio de la moda? Tuve que convertirme en una buena actriz”, contaba a la revista.

Hace más de diez años de aquella intervención quirúrgica, así que imaginemos hasta qué punto se ha podido multiplicar esa presión social en la actualidad si unimos en la ecuación a los jóvenes de hoy y el efecto que tienen en ellos las redes sociales. El de Bella fue un caso extraordinario -es hija y hermana de modelo-, pero cada vez más adolescentes sienten la necesidad de pasar por quirófano para sentirse bien consigo mismos. ¿Por qué? ¿Qué buscan y qué encuentran cuando lo hacen? ¿Es legal? Varios expertos en diversos campos nos explican el patrón.

“La adolescencia cada vez es más larga, se inicia antes, cuando casi se es niño, y se finaliza más tarde. Es el paso de la infancia a la adultez y las transiciones vitales no son nada sencillas. Aquí uno de los cambios más significativos es que el cuerpo está transformándose y es el momento en el que se configura nuestra identidad, estamos buscando el adulto que queremos ser”, explica la psicóloga María Caro -especializada en adolescentes y jóvenes adultos-, de Anma Psicología, a S Moda. “Pero a la vez que se están produciendo esos cambios tan importantes en el cuerpo, estamos en una etapa en la que cobra muchísima importancia la búsqueda de aceptación por parte de los iguales, así que todo hace que sea un período especialmente sensible para comenzar a preguntarte si te gustas tal y como eres físicamente. Es lógico que se tienda a intentar resolver esto de una manera poco sana a esa edad, a través de una operación quirúrgica. Pero es imprescindible que se alcance la madurez física y psíquica para tomar esa decisión y ser capaz de asumir las consecuencias”, añade.

Está muy de acuerdo Pilar (42 años) que, con 22, se sometió a una liposucción que le quitó muchos litros de grasa pero la tuvo en absoluto e incómodo reposo, con faja y las piernas amoratadas durante más de dos semanas: “Todo lo que venía después de la operación no me lo contaron y fue muy frustrante. Cuando me quité la faja a los 15 días me desmayé… Y en ese momento te preguntas, ¿verdaderamente merece la pena? Luego me cambió el cuerpo, porque te quitan grasa pero tu metabolismo y tus hábitos a esa edad siguen siendo los mismos. Y la grasa que tenía se repartió por todo el cuerpo y volví a coger peso. Con esa edad no estás preparada para ese proceso, tienes que tener la cabeza muy bien amueblada para adquirir un nuevo estilo de vida radical”, nos cuenta con generosidad infinita.

A ella, recuerda, la llevó a dar el paso una sociedad solo preparada para un tipo de cuerpo normativo y un 50% de descuento en su operación después de que se la hiciera su hermana mayor: “Alimentaron esa sensación que yo ya tenía de no encajar y de que sería un antes y un después en mi vida. Fui una niña con sobrepeso y, además, no me daba igual. En la actualidad, con esta tendencia a aceptar más tipos de cuerpos, habría sido diferente. No volvería a pasar por ello a esa edad”, confiesa.

Sin embargo, el avance es un arma de doble filo: si bien hoy existe una mentalidad mucho más abierta, también todos tenemos al alcance de un clic muchísimos más referentes. “Es normal que aparezcan inseguridades. Antes te comparabas con la gente de tu clase, ahora se aumenta a millones de personas vía redes sociales. Además, con personas que se muestran en fotos con ángulos perfectamente calculados y filtros: se genera una distorsión de lo que es un cuerpo o una cara real”, añade María Caro. El problema va más allá: «en las redes sociales se comparten intervenciones y experiencias en cirugía estética banalizando el proceso y desvirtuando la realidad del mismo, animando a acceder a ellas», puntualiza el Doctor José Ángel Lozano, vocal de Ética de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP). De nuevo, no es oro todo lo que reluce si solo se muestra la cara A de la moneda ocultando procesos tan tediosos y dolorosos como cualquier postoperatorio. 

¿Es legal que se opere un menor?

Varios de los centros consultados para la elaboración de este artículo -como Clínicas Dorsia-, informan a esta revista de que no realizan ningún tipo de intervención ni tratamiento a menores de edad. Pero, en tanto en cuanto hay ocasiones en las que operaciones estéticas son necesarias valorándose tanto desde el aspecto físico como el psicológico, la ley tiene respuesta: En España tenemos dos normativas que atienden esta cuestión como son la Ley de Autonomía del Paciente (2002) y la Ley del Sistema de Protección a la Infancia y a la Adolescencia (2015). En ellas se admite que el paciente tendría capacidad de decisión de someterse a una intervención quirúrgica a partir de los 16 años, sin el consentimiento explícito de los padres, siempre y cuando haya alcanzado una madurez emocional suficiente para tomar este tipo de decisiones o no exista ninguna sentencia judicial que modifique su capacidad. En cualquiera de los casos, el cirujano que atienda al paciente debe ser garante que estas condiciones se cumplan, velando por la salud del menor, asegurándose de que, tanto menores de edad como padres, son conocedores de la información relevante sobre la operación (descripción del proceso, riesgos, efectos secundarios o consecuencias negativas y la posibilidad de tener que reintervenir por un mal resultado). Legalmente, también se podría realizar una intervención quirúrgica estética a menores de 16 años bajo consentimiento y autorización de los padres o tutores legales”, explica a S Moda el Dr. Lozano.

Estas intervenciones en menores de edad suponen, según datos de la asociación, un 1,7% de todas las que se realizan en España; una cifra que aumenta cada año debido a la demanda creciente de este tipo de procesos quirúrgicos. “Las más demandadas son la cirugía de orejas, la hipertrofia mamaria virginal, las rinoplastias y las ginecomastias. Y quizás ahora añadiría una nueva que son las labioplastias (un incremento de tamaño de los labios menores)”, revela la Doctora Isabel Moreno, Presidenta de la AECEP.

Afortunadamente, parece que el procedimiento que se seguía hace 20 años, como en el caso de Pilar, o el que vivió Bella Hadid hace 10, han evolucionado y mejorado: hoy todos los expertos consultados reconocen no ser partidarios de una intervención estética en un menor a no ser que se trate de una malformación importante o que desemboque en un trastorno psíquico grave. “Siempre estudiando previamente la madurez emocional y psicológica del paciente y solo si se ha completado el desarrollo corporal y el defecto físico es notorio”, añade la Doctora Moreno.

¿Cuál sería el proceso ideal? Nos responde de nuevo el Dr. Lozano: “A mi juicio, un menor de 18 años debiera pasar un examen psicológico por un profesional ajeno a la clínica que nos descarte patologías tipo dismorfofobia, trastornos de la autoestima o trastornos alimentarios y autorice dicha cirugía. Por último, debiéramos investigar que no existan influencias familiares que empujen al menor a someterse a una intervención, que no sea el entorno el que sugiera la corrección de un defecto físico que no supone ningún problema para el menor. Personalmente, no creo en las cirugías preventivas de futuros trastornos emocionales, que en el momento de la decisión no existen. El ejemplo es el padre que ha tenido un determinado complejo a lo largo de su vida y no quiere que su hijo pase por lo mismo”.

Hablamos, en todo momento, de intervenciones estrictamente estéticas y en ningún caso relativas a un proceso de cambio de género, algo que ha cambiado por completo los términos del debate en los últimos años. «La base de un cambio de sexo no es un cambio estético en absoluto. No se puede comparar la madurez necesaria para tomar la decisión de someterse a una operación estética con la que requiere una operación de género. No tiene absolutamente nada que ver ni se puede analizar con los mismos condicionantes. Habría que escribir otro artículo distinto para tratar este tema», recalca la psicóloga María Caro cuando le preguntamos por este matiz. Por suerte, desde el año pasado, también lo contempla la ley: «La cirugía de reasignación sexual en menores ha sido un tema muy controvertido que se regía hasta hace bien poco por la Ley de Identidad de Género del año 2007 en la que este tipo de cirugías sólo se permitían a mayores de edad. Con el anteproyecto de la nueva ley trans de 2021, se permitirá el cambio de sexo a menores de edad a partir de los 16 años sin consentimiento paterno, y entre 12 y 15 años a través de los padres o representantes legales. En cualquier caso, en materia de atención quirúrgica, el menor debe de pasar por un proceso de atención psicológica especializada en transexualidad así como la asistencia de un endocrinólogo que supervise, si fuera necesario, la terapia hormonal del menor antes de una decisión quirúrgica. Como cirujanos, debemos garantizar el desarrollo equilibrado y saludable de la identidad de género del menor y tomar una pauta quirúrgica conjunta con todos los implicados: paciente, familiares y facultativos especialistas», nos explica el Doctor Lozano.

Lo que ocurre después

“Ojalá hubiera conservado la nariz de mis antepasados”, se arrepentía Bella Hadid en la mencionada entrevista. La sensación es lógica y, lamentablemente, habitual: “En la adolescencia lo primero que crece en la cara es la nariz y se produce una descompensación de la anatomía facial, por lo que es preferible esperar hasta que el crecimiento haya finalizado alrededor de los 18-20 años”, justifica a S Moda la Doctora Brianda Hurtado de Mendoza, de Clínica Premium Marbella. Además, añade, existe otro hándicap con el que antes no contábamos: “Los selfies pueden llegar a producir una deformidad de la cara y que la nariz salga mucho más grande de lo que realmente es”.

Desde el punto de vista psicológico, advierte María Caro, una operación en la adolescencia te lleva a jugar muchos más boletos de los que ya llevamos todos de base para fomentar una obsesión por el aspecto físico: Operarse a edades tan tempranas hace que tengas más posibilidades de desarrollar patologías más graves como trastorno dismórfico… que tienen que ver con un rechazo muy fuerte de una parte del cuerpo. Además, cuando te operas a los 16 años, quiere decir que externamente no se ha colocado un límite claro. Y se necesitan límites para aprender hasta dónde podemos llegar y qué nuevos caminos podemos tomar. Si pido una operación estética y se me concede, iré integrando que ese es el modo de resolución de mi conflicto, que ese es el camino para sentirme seguro de mí mismo y gustarme y dejaré de desarrollar otras estrategias como la tan necesaria y sana aceptación”.

Más profesionales coinciden, como la psicóloga Laura Palomares, de Avance Psicólogos: “Detrás de estas operaciones exclusivamente estéticas puede haber síntomas relacionados con la ansiedad y con cuestiones más emocionales y de autoestima que tienen tratamiento psicológico. Es frecuente que, tras operaciones de cirugía estética, cuando estas causas están detrás, las cirugías ya no paren y se hagan de forma compulsiva, debido a una insatisfacción que, en realidad, tiene un origen ansiógeno y de valoración personal, y por la que nunca es suficiente ni se alcanza la imagen deseada”, añade.

Para lograrlo de la forma más ética, razonable y sana posible, la Doctora Gema Pérez Sevilla, cirujano maxilofacial y experta en medicina estética facial, nos da la clave: “Lo más importante es que tanto el paciente como sus padres, el cirujano y el psicólogo trabajen en una misma dirección. En nuestra clínica, el protocolo pasa por la evaluación física del paciente con un informe que determina el grado de defecto y la repercusión. Luego añadimos un informe de valoración del psicólogo que marca si es idónea esa intervención, si el niño la necesita y si está preparado para el cambio; y se suma la evaluación de los padres, en el sentido de la indicación y el apoyo al menor. Si se establece, tanto en el criterio médico quirúrgico como el psicológico que es una intervención necesaria, entonces se realiza. Si se tiene alguna duda, no se realiza, y se intensifica la investigación hasta que se vea con claridad. En el caso de que sea rechazada la intervención, se pone en marcha un protocolo psicológico donde se evalúan las causas por las que el paciente pide la intervención y se hace un estudio profundo para darle las herramientas psicológicas para que acepte su imagen y no se vea afectada su autoestima. Es un proceso complejo pero muy importante en el que la investigación psicológica y el formar equipo son esenciales”.

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Sobre la firma

Eva Armas Gil
Graduada en Comunicación Audiovisual y Máster en Comunicación Editorial por la Universidad Carlos III de Madrid, ha dedicado su carrera a medios digitales especializados en belleza, moda y estilo de vida. Ha escrito en las ediciones españolas de AD, Glamour, Grazia y Harper’s Bazaar y, ahora, hace lo propio en EL PAÍS y S Moda.

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