
Siempre había querido acercarme al mundo del Burlesque. Así que por fin me decidí y acudí al taller que Leda Eliana Turitich imparte en Palma de Mallorca. Leda aprendió baile desde muy pequeña en Argentina, su país natal, y ha asistido a cursos de burlesque en Barcelona, París y Bruselas. Por el momento, realiza algunos shows, pero su idea es tener su propio espectáculo de burlesque.
La ropa es un elemento sumamente importante, porque aunque una no vaya a actuar frente a un público, es importante sentirse sexy, cosa complicada cuando se está en chándal y zapatillas de casa. Mi afición al cine clásico me inclina a elegir un look tipo Ann Margret en Vivan las Vegas, que es el que llevaban las coristas en los ensayos: jersey, mini short, medias negras de red y merceditas de tacón. Cuando llego, veo que entre mis compañeras hay estilos para todos los gustos. Las que han puesto toda la carne en el asador, con un corsé y ligueros, y las más discretas, que llevan leggins. Yo he preferido guardar la artillería pesada para cuando sea más experta o para fechas más señaladas.
La profesora comenta que, como en todo, lo importante es la actitud. Por eso este mundo utiliza más la expresión actriz, que bailarina de burlesque. “Una debe buscar su personalidad, crear su personaje que puede ser la inocente, tipo Marilyn, la macarra, la recia, la dominadora con tintes sados, la cómica, la provocativa”. Cuando acaba la clase le pregunto que tipo de chica cree que puedo ser yo. “No sé”, contesta dubitativa, “desde luego la inocente no”, asegura. Youtube está lleno de vídeos burlesque que pueden inspirar a una a encontrar su alter ego. A Leda le gustan, a parte de la indiscutible Dita Von Teese, Inmodesty Blaze y Rubi Joule. Algunas actuaciones son tan creativas como la de una chica, que empieza en tanga para luego, poco a poco, ir poniéndose la ropa. El desnudo integral nunca se produce aquí, algo que las diferencia de las stripers.
El primer ejercicio de la clase consiste en andar, eróticamente, al ritmo de la música. Como una pantera a la que se le acaba de abrir la puerta de la jaula y, sigilosamente, inspecciona la habitación. Para luego pasar a enfrentarse al espejo, poniendo posturas excitantes y convincentes. Uno de los más difíciles, ya que hay que convencer al más exigente de todos los públicos, una misma, y sortear la vergüenza propia y ajena. Como cualquier baile, el burlesque tiene su técnica y sus pasos o figuras, que nos explica Leda, y que luego pasamos a ejecutar. La ducha, que es bordear el cuerpo y el pelo con las manos de forma lujuriosa –la completa incluye también las piernas–. La presión de las manos es aquí algo importante que marca la diferencia, ya que no es lo mismo hacerlo tímidamente, sin fuerza, que ejerciendo una considerable presión. Los golpes de hombros y caderas se llaman bumps y los movimientos circulares, estos que parten de la cintura y que hay que hacer en toda su amplitud, echando el culo lo más atrás posible, se denominan grinds. De ahí que muchos audios de los años 20 y 30, especialmente indicados para el burlesque, se llamaran Bumps & Grinds. El shimmy es un movimiento típico de esta disciplina y consiste en menear los hombros para imprimir un movimiento al pecho. Las chicas con pezoneras de borlas que hacen girar sus senos, mientras el público les gritan “shimmy baby”, están practicando este ejercicio. Siempre he tenido una predisposición natural al shimmy, que me sale sin esfuerzo. Ahora, hacer girar los pechos de la forma en que lo hacen muchas estrellas del burlesque, algunas de las cuales mueven el derecho en el sentido de las agujas del reloj y el izquierdo al revés, requiere de mucha practica y es el nivel advance, de este baile. El corazón, es también otra figura muy común, que consiste en poner las manos por encima del pecho e ir abriéndolas hacia los lados.
Las boas y guantes son accesorios imprescindibles aquí. El siguiente ejercicio consiste en aprender a despojarse de la boa de diferentes maneras, para pasar luego al arte de quitarse el guante, en el que Rita Hayworth es premio nobel. Hay mil maneras de desnudar la mano. Una puede hacerlo cómicamente, ralentizar todavía más la cámara lenta, hasta convertirlo en un agradable suplicio, mientras se clava la mirada en un espectador imaginario o intentar sacarlo y al final, cuando ya está a punto de salir, decidir que, mejor nos lo dejamos puesto, ya que desconcertar al público es otra de las bazas de esta disciplina. A estas alturas la clase está ya muy animada, y muchas echamos de menos una audiencia de hombres y mujeres, ¿por qué no? –Dita Von Teese asegura que su público es femenino en un 80%-, que ruga a cada bump, chimmy o guante sacado. En posteriores clases se aprende a quitarse la ropa: medias, corsé, sujetador, liguero. Muchas de las alumnas de Leda asisten a talleres breves para luego hacer una performance para la despedida de soltera, o para hacérsela a la pareja. Yo aspiro a ser una profesional, a buscar mi plan B.
Incluso para las que tengan pretensiones más modestas, el burlesque es siempre una fuente de beneficios. Muy indicado para aumentar la autoestima, ahorra sesiones de psicoanálisis, es definitivo contra la timidez, recupera la sensualidad perdida y la fortaleza y, como consecuencia de todo esto, refuerza el sistema inmunitario. Además de ser un excelente ejercicio que mueve y tonifica músculos no utilizados habitualmente. Tómese una vez a la semana, antes o después de las comidas.
Una actriz de burlesque debe tener también un nombre. Yo ya tengo uno, ideado por mi amiga californiana Jill, hace muchos años, en una noche de cócteles, en la que buscamos nuestros “porn names”. Jill me bautizó como Randy Rita. Pienso seguir con esta disciplina y obtener la diplomatura. Una más en mi, no muy abultado pero interesante curriculum, junto al curso de mahout –conductor de paquidermos- que hice en Tailandia. Nunca he tenido compañeros de trabajo más eficientes, resolutivos e inteligentes. Se leer, escribir, las cuatro reglas y además puedo bailar burlesque a lomos de un elefante. ¿Qué hacen los head hunters que no me están llamando?
Breve historia del burlesque
El burlesque siempre ha suscitado mi interés. Cuando voy a Internet a leer sobre sus comienzos, encuentro la razón por esta atracción ya que la Wikipedia dice: “el burlesque es un estilo de arte escénico que se vale de la parodia y la exageración de rasgos para ridiculizar un tema, glorificando lo socialmente inaceptable o denigrando lo socialmente dignificado”. Considerado un género menor en sus inicios, esta disciplina se cuestionaba todo, se atrevía a darle la vuelta a la tortilla, a ver el otro lado y, en parte, se convertía en el Robin Hood de la parodia, que quitaba a los ricos y daba a los pobres. Mi primer trabajo en el periodismo fue en la revista Elle, y recuerdo que la directora y creadora de esta cabecera, la francesa Hélène Gordon, allá por 1945, tenía una máxima que encuentro interesante: “tratar los temas ligeros con seriedad y los serios con ligereza”. La Wikipedia divide entre burlesque alto, “el que pretendía crear un contexto en el que se dignificaba a un tema considerado como cómicamente inapropiado” y burlesque bajo, “que ridiculizaba de manera irreverente un tema serio”. Difícil sentenciar cual de los dos me resulta más excitante.
En sus principios, el burlesque no tenía nada que ver con el erotismo. Esta filosofía del ridículo se aplicaba a la literatura –la palabra aparece por primera vez en el título de la obra de Francesco Berni, Opere burlesche, del siglo XVI- y a las operetas musicales del XIX y principios del XX. Existe también lo que se conoce como burlesque victoriano, que tenía en su punto de mira las obras artísticas, hazañas de militares o acontecimientos de gran admiración social, con el simple objetivo de reírse de ellos. Ni las obras de Shakespeare, Victor Hugo o Daniel Defoe pudieron escapar a las parodias de este género.
El burlesque de Dita Von Teese tiene su origen en la variante americana de esta disciplina, que se inspiraba en el cabaret y el vuadeville, y que empezó a incluir elementos eróticos –siempre relativos a mujeres- para atraer al público masculino. Eran tiempos duros -muchas de las mejores ideas germinan entre el estiércol- y había que llenar los asientos. La Wikipedia continúa su historia: “Debido a que, tanto el burlesque americano y el cabaret americano se ubican en la década de los 20, entre la sexualización de los medios, la era de las flappers y la prohibición del alcohol, los espectáculos eran reconocidos por su carácter altamente erótico. Además, se realizaban en establecimientos dedicados a la venta clandestina de alcohol. (…). La mayor concentración de casas de burlesque se encontraba en localidades como Nueva York o Chicago”.
Mafia, corrupción, tiempos duros, crisis económica, alquileres pendientes de pago, mujeres sin más armas que sus delanteras y culos para sobrevivir. Podría ser el guión de una película de cine negro o el del telediario de ayer noche, lo que me hace pensar que mi idea de aprender esta técnica no es tan rocambolesca ni anacrónica como parece.