El día que me pasé ocho horas sentada en una bola

Últimamente estaba adquiriendo cierta tendencia a encorvarme...
Últimamente estaba adquiriendo cierta tendencia a encorvarme…

Sentarse durante ocho horas encima de una bola es justo lo que parece. Un reto. Sobre todo si la experiencia tiene lugar en una redacción. No hay tabiques, todos miran y el esfuerzo por mantenerse erguida, apretar los abdominales y no echar los hombros hacia adelante es titánico. Pero a la larga, sale a cuenta: vientre duro, piernas firmes, espalda sana.

Probé la Wellness Ball Active Sitting este verano. Suelo vestir shorts así que mis posaderas descansaban directamente sobre la malla negra que recubre el invento de Technogym. Un poco incómodo, aunque al final te acostumbras. Cada diez o quince minutos, me levantaba con cualquier excusa: ir al baño, a la máquina, a hablar con un compañero, salir a la calle, charlar por el móvil, comprar chucherías. Una sana costumbre propiciada por el artilugio que empuja a estirar las piernas. La pelota obliga, pero a pesar de su buena voluntad, las manías perduran.

“Ponte recta”, me suelta el maquetador.

“Ponte recta”, me conmina la redactora jefe.

«Ponte recta”, me recomienda la editora.

Mi cuerpo se tensa y se destensa durante todo el día; al final, consigo domar mis malas costumbres y termino sentándome como una instructora de yoga. Adiós al vicio de cruzar las piernas, adiós al de reclinarse, bajar los hombros y sacar barriga, se acabó eso de acercarse a la pantalla del Mac como si lo fuéramos a besar y a las carreras de sillas con ruedas.

“Quiero una”, me suelta el maquetador.

“Quiero una”, confiesa la redactora jefe.

“Quiero una”, admite la editora.

Me voy a casa menos rígida que otros días pero con un problema añadido: el hábito engancha. Voy a tener que comprarme una.

Para este banco de pruebas se ha utilizado la Wellness Ball Active Sitting de Technogym. (245 €)

Así funciona esto de sentarse en una bola.
Así funciona esto de sentarse en una bola.