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The Hole: la vida es un cabaret

Los espectáculos de variedades llevan más de 100 años seduciendo al público y The Hole es el mejor exponente de los últimos tiempos.

Cabaret

Sexo, música, cuerpos perfectos, monólogos cómicos, la influencia de The Rocky Horror Picture Show, espectáculos circenses y reminiscencias de la movida madrileña. Eso y un buen elenco han hecho que The Hole se haya convertido en un éxito en España, lleve más de un año en cartel, en el Teatro Caser Calderón de Madrid, y se exporte a Las Vegas el 12 de diciembre. The Hole ha llegado en un momento perfecto con una propuesta distinta que el público necesitaba, pero el germen ya se encontraba en las artes escénicas españolas desde hace más de 100 años. Exactamente en 1898. Tan solo una década después de que abriera sus puertas el Moulin Rouge en París, se traslada la idea a Barcelona y nace El Molino Rojo. En la época de Franco la censura obligó a que se eliminara el adjetivo rojo de su nombre (como también hicieron con Caperucita Roja, a la que llamaron Encarnada) y quedó como El Molino hasta nuestros días. Pero no nos llevemos a engaño, las variedades en nuestro país nunca fueron algo sofisticado. «Lo que no sabe mucha gente es que el flamenco fue la base del origen del cabaret español», cuenta Nacho Sánchez, quien empezó su carrera en el renovado club El Plata, de Zaragoza, y ahora interpreta el personaje de Pony Loco en The Hole.

Desde sus inicios, este tipo de shows nunca contó con grandes presupuestos. Eran pequeñas compañías en las que siempre había un cómico flamenco, un travesti y una vedette. A partir de estas tres figuras se podía ir añadiendo una infinidad de personajes: un mago, un trapecista, un maestro de ceremonias, etc. «Los locales de cabaret empezaron a crecer como la espuma y cada uno tenía su propia estructura. El encanto es que los montaban con dos duros. Por ejemplo, en el mítico Barcelona la noche comenzaron iluminando con faros de coches en vez de con focos en escena», cuenta Eduardo Gion, uno de los mayores investigadores de este género en España, que acaba de presentar su nuevo documental sobre la figura de Pierrot: Lentejuelas y sangre. En los años 20 se inauguró en Zaragoza El Plata como café cantante. Por él desfilaron las mejores vedettes y artistas de revista de la época. Su público principal se componía de los militares que se encontraban en la Academia de la capital del Ebro. Pero no todo sucedía en el norte del país. La canción Tatuaje («Él vino en un barco, de nombre extranjero»), escrita por León y Quiroga, retrata a la perfección lo que sucedía en el Cádiz de los años 40. La ciudad portuaria se había convertido en un punto de reunión de marineros, viajantes y gente del espectáculo que, por la noche, se juntaban en el club Pay Pay. Fue famoso porque en su interior se representaba la función más picante del momento.

Con la Guerra Civil, los cabarets se llenaban de soldados y en algunos de ellos se colgaban carteles que rezaban: «¡Respétenlas, son compañeras!». «Pero la gran distancia entre los shows europeos y los españoles se marcó cuando fuera de nuestras fronteras comenzaron a imitar a las grandes divas de Hollywood, con glamour y delicadeza en el escenario, mientras que aquí nuestras representaciones se basaban en interactuar con el público con altas dosis de picardía. Eso nos diferenció de París o Berlín y eso hemos heredado», dice Gion.

La época más oscura de España fue un tiempo repleto de censura para el cabaret. «Las travestis, que estaban prohibidas, fueron quienes levantaron el género. Gracias a ellas, hoy se pueden llevar a cabo proyectos como The Hole», afirma Gion. Por la ley de vagos y maleantes, los travestis podían actuar vestidos de mujer, pero al finalizar tenían que salir a saludar vestidos de hombre. Aun así, la representación continuaba con su picaresca habitual. Ya se sabe: hecha la ley, hecha la trampa. Instalaron una bombilla roja que indicaba cuándo había un censor entre el público y, por arte de magia, los escotes se cubrían, las faldas se alargaban y se seguía, rigurosamente, el guion que el régimen les había impuesto, sin dejar lugar a la improvisación. El actual maestro de ceremonias de The Hole, Alex O’Doherty, sigue disfrutando al provocar al público hasta el límite del enfado. «En el cabaret se dicen muchas verdades y estoy hasta las narices de lo políticamente correcto, porque con esa excusa nos callan todo. Esto es una forma de protesta y en cualquier época, estuviera quien estuviera en el poder o en la dictadura, sus actores seguían diciendo lo que querían encima del escenario o entre las mesas».

Pablo Zamora

En los 70, Europa pone los ojos en el cabaret español y comienzan a contratarse primeras figuras de Berlín y París, como Dolly Van Doll, quien acabó abriendo su propio número de variedades más tarde. Era un momento jugoso. «¡Ojalá hubiera vivido en esos años!», exclama La Terremoto de Alcorcón, quien será la próxima maestra de ceremonias de The Hole del 14 de noviembre al 5 de diciembre. «Me fascinan esas vedettes que trabajaban para pagarse su vestuario y ser las mejores en la temporada siguiente… No hay nada más bonito que el traspaso de vestuario de una travesti a otra. Y me encantaba todo ese canalleo que hubo durante los años en los que los juegos de palabras brotaban de la boca de los artistas y formaban parte de su vocabulario», concluye.

En los años 80, con el movimiento underground que invadió España, tuvieron que darle una vuelta de tuerca al espectáculo para que no quedara antiguo. «El público ya estaba curado de espanto. Ya había visto muchas películas S y resurgió el género de la revista», cuenta Eduardo Gion. El Plata cerró, como también lo hizo El Molino un tiempo después, en 1997. Según Elvira Vázquez, consejera delegada de este último, «la sala estaba destrozada y además llegaron las Mama Chicho a la televisión y la gente, de repente, lo tenía en casa. Cerramos para que no se perdiera la esencia, para pensar, remodelar y recuperarlo de una manera mucho más contemporánea. Había que cambiar los shows, llevarlos a nuestra época y contar con un montaje y una tecnología de última generación. Así, en 2010, pudimos subir de nuevo el telón para que la ya mítica Merche Mar recibiera al público como la gran anfitriona que es». En julio de este año salió por primera vez de Barcelona para presentarse en el Circo Price de Madrid, y colgó el cartel de localidades agotadas. La capital se rindió ante El Molino demostrando que el cabaret no solo sigue vivo, sino que es un reclamo en este momento. La mezcla de humor, plumas, striptease, magia y flamenco contemporáneo sigue cautivando a la audiencia. «Sobrevive época tras época porque la gente necesita humanidad, calor, cercanía, libertad y calidad», dice Elvira.

El Plata abrió de nuevo en 2008 bajo la dirección artística del cineasta Bigas Luna. «Yo había ido de joven al café cantante y, cuando me llamaron, me interesó la idea de crear un nuevo concepto: un cabaret ibérico 100%. Para ello me basé en la locura y sensualidad surrealista de nuestra cultura», cuenta Bigas. Fue algo totalmente transgresor con hombres cantando jotas con Chimo Bayo de base y una mujer desnudándose a la vez, con unos chorizos colgados en vez de plumas. «Es un juego entre los artistas y el público en el que se establece un pacto de deseo. Es importante que siga existiendo por su vitalidad y la poca trascendencia de su planteamiento», concluye. Además, como dice La Terremoto, en épocas de crisis es cuando emerge «porque requiere presupuesto cero. Hay que tener unos tacones, una peluca, unos focos en la sala, derrochar imaginación y pensar que te puedes comer el mundo con patatas», afirma. «Mi escuela ha sido el pico de los travestis, he aprendido mucho de ellos porque son unos artistas con unas referencias cinematográficas, musicales e históricas increíbles», añade.

Hay dos cosas que han prevalecido desde los comienzos de las variedades en España: que su público es mucho más canalla que el del teatro y que en sus mesas se puede beber y comer. En un principio era cosa de hombres. Después se hicieron dos sesiones, una para ellos y otra para que fueran con sus mujeres. Y ahora se pueden ver mesas única y exclusivamente ocupadas por grupos de amigas. «Pero lo que sigue sucediendo es que las personas que vienen al teatro están dispuestas a que les ocurra cualquier cosa. No exigen nada, solo la risa, desnudos bonitos y que el show continúe siempre», dice el Pony Loco de The Hole, el mismo que se pasa toda la función tapado solamente por un tanga y patinando entre las mesas intentando «violar» a los presentes.

Aparte de los espectáculos que han visitado este año España, como las chicas del Crazy Horse con sus medidas perfectas y sus Louboutin o el humor del mítico Le Chat Noir, son muchos los espacios que se han rendido al género. El restaurante Carpe Diem de Barcelona se transforma en el Red Light District con una propuesta cabaretera (cdlcbarcelona.com). El Berlin Cabaret de Madrid continúa con sus shows los viernes (berlincabaret.com). La Sala Joy Eslava de Madrid suele programar sesiones de burlesque (joy-eslava.com). Y la Terremoto consigue reunir cada verano a 7.000 personas en una explanada que le cede el Ayuntamiento de Palma de Mallorca, porque, en sus propias palabras: «En mi local, Flexas (barflexas.com), no caben todos los que quieren ver lo que monto. Cada año llevo una artista internacional y es sorpresa hasta el último minuto. Puro cabaret».

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