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¿Son los feos mejores en la cama?

Queremos parejas atractivas y que derrochen sex appeal pero los menos agraciados esconden armas que no hay que menospreciar.

MIchael Cera
Cordon Press

El primer factor determinante a la hora de elegir pareja, es decir el aspecto físico, constituía un buen barómetro en épocas más primitivas. Las mujeres eran más atractivas cuando tenían características relacionadas con la fertilidad y la juventud: caderas anchas, pechos generosos, piel lustrosa, pelo brillante y fuerte… Mientras en ellos, los altos niveles de testosterona aseguraban buenos genes y sus indicadores eran mandíbulas marcadas, cejas prominentes, voz gruesa y pelo en pecho. Si se establecía el contacto visual y saltaba la chispa solo hacía falta un garrotazo y una visita rápida a la caverna más cercana para satisfacer los instintos básicos y, de paso, asegurar la continuidad de la especie. Las cosas funcionaban más rápido antiguamente, no había tiempo para las charlas, las copas y el conocerse un poco. La vida era corta, los depredadores muchos y el presente continuo se conjugaba más a menudo que el futuro, por el simple hecho de que el porvenir era tan incierto que nadie se molestaba en preocuparse por él. La belleza también servía de catalizador para desarrollar aspectos emocionales. Por ejemplo, las crías o los hijos tenían un aspecto tierno y encantador para ganarse el afecto de sus padres y evitar así que los abandonasen cuando las cosas se ponían demasiado feas.

Hoy en día los cánones de belleza son tantos y tan variados que la excitación sexual puede desencadenarse de muchas maneras y no solo a base de caderas. Cualquiera trabaja ya como modelo, los hijos pueden ser todo lo repelentes que quieran, que tendrán ganados y hasta secuestrados a sus progenitores y en el caso extremo de que la naturaleza se haya cebado con uno, siempre está la solución de hacerse hipster y convertirse como por arte de magia y del estilismo, en moderno. Los estudios revelan que las personas con buena apariencia son percibidas por los demás con elevados niveles de características positivas: inteligencia, competencia, calor humano. La gente es más receptiva a los guapos y se ha demostrado que jueces y jurados populares son más benévolos con las caras bonitas, aunque esto conlleve que las calles estén llenas de criminales pibones y las cárceles de honrados con escaso sex appeal. Es indudable que un compañero/a sexual con un buen físico es uno de los mejores afrodisíacos, pero la conexión entre la belleza y la libido es una vía de dos sentidos. No solo el atractivo provoca el deseo sino que la relación sexual nos lleva a exagerar las virtudes de la otra persona. Es aquí donde los menos agraciados pueden subsanar sus deficiencias y, mediante habilidades, superar a los guapos en sus relaciones con el sexo opuesto. Desgraciadamente la comodidad y la vida fácil nunca han hecho grandes hombres. El sociólogo alemán Ulrich Rosar realizó un estudio en la temporada de fútbol 2007/2008 en el que, tras analizar a 483 jugadores llegó a la conclusión de que los menos atractivos daban un mayor rendimiento en el campo. “Quién es físicamente agradable no tiene que hacer mucho para dar una imagen positiva, ya que los espectadores asocian la belleza física a cualidades como la disciplina o la creatividad”, dijo Rosar. La teoría de que los feos suplen –en todos los ámbitos y también en la cama- su falta de estética con otras cualidades cuenta con no pocos seguidores.

Courtney Love mantiene que si es una diosa en la cama es por el hecho de no ser demasiado bonita. En una entrevista, la viuda de Kurt Cobain sostenía: “las chicas guapas solo se tumban y ya está, pero las que hemos tenido más dificultades, hacemos algo más. Es la razón por la que las bellezas nunca me han intimidado”, decía. Robert Mitchum en un disco de calypsos que grabó allá por los años 50 incluía una canción titulada From a logical point of view, en la que el estribillo era toda una filosofía de vida: “From a logical point of view always marry a woman uglier than you” (partiendo de la lógica, cásate siempre con una mujer más fea que tú) y donde el actor daba una y mil razones para elegir el lado menos estético, pero más agradable y duradero del matrimonio. Pero la teoría de Mitchum fue desmentida en el año 2008 por James McNulty de la Universidad de Tennessee, que realizó un estudio en el que se demostró que los matrimonios en los que ella es más guapa que él, tienen más posibilidades de perdurar porque el hombre, al estar en desventaja, es más comprensivo, amable y complaciente. “Él que es más feo que su esposa está obteniendo más de lo que podría esperar y por eso va a trabajar con empeño para mantener esa relación”, señalaba McNulty, “por el contrario, los hombres más atractivos se sentirán menos satisfechos y menos comprometidos con sus parejas”.

Otra de las virtudes de los feos es la de ser más fecundos, ya que según un estudio de la University of Oxford y la University College London , del 2009, publicado en el Journal of America Naturalist, los machos más atractivos eyaculan menos líquido seminal que los menos guapos. Una estrategia de la naturaleza para compensar el hecho de que estos últimos tengan menos posibilidades de tener relaciones, ya que serán menos elegidos que sus colegas más hermosos. “La fealdad tiene algo superior a la belleza, dura más”, dijo uno de los playboys menos agraciado del planeta, pero que se rodeó de las mujeres más bellas: Serge Gainsbourg, que se apodó a sí mismo como l’homme á la tête de chou -el hombre con la cabeza de repollo-.

Puede que elegir salir con el jorobado de Notre Dame para evitar que nadie te lo quite sea un precio demasiado alto a pagar en aras de la estabilidad de la pareja pero créanme, los excesivamente guapos nunca han dado muy buen resultado, en parte porque el ego masculino, ya de por si elevado, se pone entonces a prueba de bomba. La pareja más atractiva que tuve duró dos días. Era un africano de infarto, pero en la cama corría como si estuviera en un maratón. No sirvió de nada explicarle que entendía su actitud y que probablemente venía de sus ancestros en África, cuando tenían que mantener relaciones en plena sabana a merced de los leones y fieras, y que era natural que entonces lo hicieran a toda prisa. Persistió en creer que los leones podían venir en cualquier momento y tuve que dejarlo. Entonces comprendí que la estética no lo es todo y ahora mis preferencias se asemejan más a las de Zsa Zsa Gabor, que en una ocasión sentenció: “quiero a un hombre amable y comprensivo. ¿Será pedirle mucho a un millonario?”.

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