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El documental que muestra a los ruandeses como maestros de la eyaculación femenina

El director belga Olivier Jourdain analiza en Sacred Water, premiado en ocho festivales, esta tradición milenaria de la sociedad ruandesa desde un punto de vista antropológico. Una práctica que empieza a erradicarse y que muchos luchan por mantener viva.

El cartel del documental 'Sacred Water', premiado en ocho festivales.
El cartel del documental 'Sacred Water', premiado en ocho festivales.

En Ruanda no solo los hombres eyaculan sino, según el documental Sacred Water, las mujeres también lo hacen, y ésa es la verdadera prueba de que han disfrutado realmente de una relación sexual. Para los habitantes de esta parte de África ‘que la mujer vierta su agua’ no es ningún mito ni hecho aislado que le ocurre a muy pocas. Tampoco algo incontrolable que se escapa a la voluntad sino una práctica sexual al alcance de todos, que requiere de adiestramiento y ejercicio. “Si cuando una pareja hace el amor el hombre no logra hacer brotar el agua de la mujer, éste se sentirá frustrado y ella ofendida”, dice una ruandesa en la cinta. Justamente lo contrario a lo que ha venido ocurriendo en la mayor parte de Europa, Asia, América y, me temo que Oceanía.

El documental, ópera prima del director belga Olivier Jourdain, se adentra en este secreto a voces de la cultura tradicional ruandesa y en la práctica llamada Kunyaza, que los hombres mayores conocen y que van pasando a las nuevas generaciones. De la misma forma que las mujeres, cuando dejan de ser niñas y entran en la edad adulta, se reúnen con las más veteranas para iniciarse en el ejercicio del Gukuna, un estiramiento de los labios inferiores de la vulva que realizan durante meses, acompañados de preparados de hierbas que se aplican en los genitales.

La protagonista indiscutible de la cinta es Dusabe Vestine, algo así como mi colega ruandesa, una periodista que habla de sexo por la estación de radio Flash FM. A través de su programa, Dusabe no solo trata temas candentes sino que intenta mantener viva esta tradición, que empieza a perderse entre las nuevas generaciones de ruandeses urbanitas, ajenos al estilo de vida de sus antepasados.

Sacred Water se ha exhibido ya en algunos de los festivales de cine documental más relevantes de Europa (IDFA-Amsterdam, DOKLeipzig, Alemania, DOCPOINT-Helsinki o Moscú) y ha sido premiado en ocho ocasiones. En España ha sido proyectado en Miradas Doc y en Galicia, y en ambos lugares ha ganado el premio del público.

El Kama Sutra ruandés, desconocido para el resto del mundo

Según cuenta el director de Sacred Water a S Moda, el tema para su cinta lo encontró casualmente durante una estancia en el país africano, en 2009, mientras rodaba otro trabajo. “El protagonista de aquella película, Calissa, era un mujeriego que se pasaba el día contando sus performances nocturnas. Un día me enseñó su colchón, que había puesto a secar al sol, mientras me introducía en el origen de aquella abundante humedad de una manera fascinante, contándome el mito de la eyaculación femenina. En aquel momento yo no me creí nada. Pero posteriormente encontré diferentes escritos sobre la materia y empecé a descubrir esta particular cultura del placer, no exenta de una cierta parte de disciplina y deber, con códigos y prácticas estrictas, que se observan a lo largo de la vida de los individuos. Lo que me hizo plantearme varias preguntas: ¿Tienen los ruandeses una especie de Kama-Sutra particular?, ¿heredan una forma diferente de hacer el amor?, ¿es el placer femenino un elemento importante en esta sociedad? Conforme me iba adentrando en el tema me fascinaba el descubrimiento de una cultura sexual opuesta a la occidental, que es generalmente más individualista, y me entraban las ganas de compartir estos descubrimientos. Mi interés no estaba en idealizar estas prácticas, sino en dar a conocer una visión de la sexualidad diferente, en la que el conocimiento se comparte, en la que se vive en comunidad”, cuenta Olivier Jourdain.

Para producir su película, el director belga se encontró con dos grandes problemas. El primero, el más común de todos, fue la financiación, que resolvió con un crowdfunding post rodaje, en el que participaron la televisión nacional belga y WIP (WAllonie Production Company), pero su proyecto se inició con cero recursos, autofinanciado gracias a la generosidad y cooperación de amigos dispuestos a ayudar. El segundo escollo fue conseguir que las personas estuvieran dispuestas a hablar de un tema tan intimo como el que nos ocupa, con una cámara filmándoles.

“Que nadie piense que ha sido fácil conseguir gente que quisiera hablarnos de sexo en Ruanda; porque, además, está práctica se trasmite de manera casi secreta en círculos cerrados”, apunta Jourdain. “Afortunadamente contábamos con Vestine, una periodista y estrella de la radio que dirige el programa más popular de las ondas en Ruanda y que se dedica a erradicar los tabúes entorno al placer femenino en un país en total reconstrucción. Ella fue de gran ayuda a la hora de entrar en la intimidad de los ruandeses. Ser extranjero fue, curiosamente, un factor que en algunos casos nos ayudó. A veces las mujeres y hombres que salen en pantalla se sentían más cómodos hablando frente a alguien que no les entendía. Muchas veces he rodado solo, tras pedirle al traductor que abandonara el lugar, sin entender palabra de lo que la gente estaba diciendo y traduciendo a posteriori”.

Otra de las dificultades de rodar este documental fue, según su director, hacer que la gente entendiera la verdadera intención de esta película. “Mi acercamiento es básicamente antropológico. No quería rodar un algo centrado en cómo hay que hacer el Kunyaza, ni que profundizara en su técnica. Yo estaba fascinado al descubrir como un país entero todavía aprende y trasmite estas prácticas. Lo que yo quería filmar era el paso de ese conocimiento, y para eso debía buscar los lugares adecuados donde estas conversaciones suceden. Algunas escenas llevaron años de preparación. Ni el carácter de los africanos, ni el tema de la película eran compatibles con las prisas y el estrés occidentales”, cuenta este cineasta.

Una de las escenas del documental.
Una de las escenas del documental.

Uno de los aspectos que más chocan al ver esta cinta es el hecho de asistir al poco usual espectáculo de ver a hombres hablar y discutir sobre el placer femenino –y no el suyo–, preocupados en aprender cómo satisfacer mejor a sus mujeres en la cama. También ver a adolescentes impacientes por aprender esta milenaria técnica sexual. Le pregunto a Olivier si realmente lo que refleja su película es una filosofía mayoritaria en Ruanda o algo relegado a determinados círculos. “Por supuesto que la modernidad, el catolicismo y el genocidio han ejercido una mala influencia en esta práctica, que está más extendida en el mundo rural que en las grandes ciudades. Pero también hay que tener en cuenta que la actitud masculina no es cien por cien altruista, ya que saber realizar el Kunyaza es algo que te hace ser y sentirte más hombre por ser capaz de satisfacer a la mujer- Un hombre de verdad tiene que ser capaz de ‘hacer brotar el agua’, por lo que tampoco hay que idealizar demasiado a los ruandeses y sus performances sexuales. Lo que sí es cierto es que de una forma u otra, el placer femenino esta siempre en primer lugar”.

Las interpretaciones de Sacred Water son tan variadas como sus espectadores. Mientras algunos lo califican como feminista, otros ven tintes machistas – al fin de al cabo, la llave del placer femenino reside en la habilidad del hombre– y no faltan los que creen que esta práctica añade presión a las vidas sexuales de los ruandeses. Su director, sin embargo, cree que “la película hace el papel de espejo de la sexualidad de cada uno y plantea preguntas más que dar respuestas. Nunca quise exponer un único punto de vista sino plantear un debate, hacer reflexionar a la gente. Es verdad que algunos ven la cinta como feminista y otros como machista. Seguramente tiene algo de los dos, como la sociedad ruandesa. Lo que la gente más conoce de este país es su genocidio, pero mi intención también era exponer un retrato diferente de ese país africano. Hablar de su cultura, su estilo de vida, su sexualidad. Creo que puede ser interesante para el resto del mundo aprender algo de nuestros hermanos africanos, ya que los medios se centran solo en los conflictos, en la parte negativa de África”.

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