_
_
_
_
_

¿Por qué seguimos a la gente que odiamos?

¿Sigues a gente que te cae mal? ¿Te emocionas cuando tu archienemigo cuelga una foto? ¿Tienes una lista privada de tuiteros odiables? Has caído en el ‘hate-follow’ y puede que no haya vuelta atrás.

cover
Cordon Press

No los aguantas. Cada una de sus publicaciones te provoca un resoplido. Aprietas los puños al ver sus autofotos, sus profundos tuits à la Coelho, sus posts con desayunos perfectamente estudiados.

No eres el único. De hecho, has caído en uno de los vicios más comunes en la red. Se llama 'hate-follow' y consiste en seguir (o cotillear, que nos conocemos) perfiles de personas que no solo no nos interesan, sino que encienden nuestro odio.

A veces son excolegas de trabajo, excompañeros de piso, examigos de la uni o ex, sin más. Otras son famosos blogueros o intagrameros cuyas vidas nos resultan incomprensibles.

En ocasiones los metemos en nuestros TL y la mayoría de veces reservamos sus perfiles para momentos en los que nos apetece recrearnos en la maldad. (¡Incluso existen foros – GOMI es el más conocido– dedicados exclusivamente a comentar y criticar a víctimas del hate-follow!).

Pero, ¿por qué lo hacemos? ¿Qué nos impulsa a recrearnos en la animadversión? Las teorías son múltiples, pero aquí tienes algunas hipótesis basadas en una intensísima investigación de campo.

1. Nos gusta comprobar que el otro está / es peor que nosotros

Escribe mal, cuelga fotos horrorosas, cree que hace gracia, habla como si conociera las más profundas verdades del universo: clásico objetivo del 'hate-follow'.

Seguir a este tipo de perfiles nos reconforta y nos hace sentir de alguna manera superiores. Queremos verles llegar al límite, comprobar hasta dónde puede llegar su capacidad para provocar vergüenza ajena y así recrearnos en lo maravillosos que somos nosotros por contraste. Pero, ¡cuidado!, estas pequeñas pajas de autocomplacencia son adictivas, pero solo provocan satisfacción a cortísimo plazo.

2. Es útil para saber el día de la semana

Las víctimas del 'hate-follow' parecen tener una enfermiza obsesión con los días de la semana. “¡Ánimo con el lunes!”, “¡Por fin viernes!”, “¡Qué triste estoy el domingo!”, “Mmmm, mi heladito de los miércoles”.

Es importante seguir a estos personajes para no perdernos durante la semana. En ese sentido realizan una labor social y debemos aplaudirles por ello.

3. Ellos son nosotros

Reconócelo. Tú también has dado grima en algún momento de tu existencia. Estas personas representan facetas que intentamos corregir o etapas de nuestra vida que nos gustaría no repetir. Nosotras también éramos así de cursis/superficiales/ingenuas/egocéntricas/listillas y podemos volver a caer. Nada mejor que un buen recordatorio de vez en cuando para no desviarnos del camino que consideramos adecuado.

4. Nada une más que el odio

Por mucho que lo practiquemos en la intimidad de nuestro teléfono u ordenador, el 'hate-follow' tiene un importantísimo componente social. Nos gusta odiar a las mismas personas que nuestros amigos y compartir las estupideces ajenas nos acerca y nos hace sentir un poquito mejor con nosotros como grupito.

Además, ¿hay una manera más reconfortante de pasar la resaca que criticando por Whatsapp? Lo siento, pero no.

5. Sabemos algo que los demás no saben

Una conocida cuelga una foto de su fixie apoyada en la puerta de una panadería orgánica donde asistirá a un concierto indie-folk con sus intensas amigas tatuadas, pero ¡tú sabes que hace un año era una choni maquinera que ni sabía quién era Bon Iver ni le importaba!

Cuando conocemos el verdadero pasado de ciertos personajes, su esfuerzo por aparentar un nuevo estilo de vida nos resulta todavía más exagerado y esperpéntico. Al mismo tiempo, nos fastidia ver que el resto de sus followers no se dan cuenta del timo. En resumen: nos 'horroencanta' ser testigos de los desesperados intentos de otros por seguir las modas de turno.

6. Es importante recordar que no todo el mundo es como nosotros

Puede ser que cotillear perfiles que consideramos absurdos nos reafirme en lo maravillosos que somos, pero también nos recuerda que hay otras personas con otros mundos (y muchísimos seguidores) y que incluso tú puedes estar siendo víctima del 'hate-follow'.

Quizás esta sí sea una buena práctica para devolvernos a la realidad y entender que a lo mejor no somos los más listos ni los más auténticos, sino todo lo contrario.

Un convencido practicante del hate-follow confesaba que para él esto era “un poco como el tomaco, que sabes que es malo, pero quieres más” y quizás es ese componente de perversión y culpabilidad lo que lo convierte en adictivo. De la misma manera, estos pequeños viajes por vidas que detestamos nos ayudan a desestresarnos y nos provocan unas risas. Un dilema, vamos.

¿Vosotras qué pensáis? ¿Es el 'hate-follow' un vicio sano o deberíamos dejarlo inmediatamente y plantearnos la rehabilitación?

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_