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Por qué lo llaman «cookie» cuando quieren decir galleta

O cómo en muy poco tiempo nos hemos rodeado de un sinfín de términos anglosajones sin justificación aparente.

Cookie
Cordon Press

Please, ya que vas a Starbucks te doy cash y me traes una cookie de chocolate y un Chai Tea Latte que tengo que mandar unos e-mails urgentes y escribir unos tuits antes de que empiece el shooting”. Si mi abuela levantase la cabeza y oyese esta frase tan común hoy en día, nos daría una colleja. Pero lo que es aún peor es que, además de la mía, la abuela de Brighton tampoco sabría de qué estamos hablando. Nos (in)comunicamos en un spanglish que no es correcto ni en un idioma ni en otro y del que los medios de comunicación tienen gran parte de culpa (por supuesto, incluido smoda.es).

“He llegado a leer en una revista una frase con 12 palabras y 4 de ellas en inglés que tienen además su correspondencia en castellano”, nos cuenta Urbano Hidalgo, Jefe de Edición y Cierre de la revista Vanity Fair. Y es que en la mayoría de los casos, los términos que empleamos en inglés tienen su equivalente en nuestro idioma. Por ejemplo, ¿por qué decimos parking si podemos emplear la palabra aparcamiento, o ropa vintage y no de segunda mano? “En general su empleo no está justificado, siempre existe un equivalente. A veces incluso me enfrento al problema de términos que han sido castellanizados y que ni siquiera significan lo mismo en el idioma original. Un caso flagrante es `publicista´ que se usa como sinónimo de agente o relaciones públicas mientras que en castellano significa: persona que escribe para el público, generalmente de varias materias, o persona que se dedica a la publicidad”.

El hecho de que una sola palabra en inglés encierre un significado más complejo en su traducción al castellano ha provocado la proliferación del empleo de estos extranjerismos. Porque no es lo mismo decir Wi-Fi que dispositivo de conexión inalámbrica, aunque no sepamos ni de lo que estemos hablando y lo pronunciemos incorrectamente (no es /wɪfɪ/, sino /waɪfaɪ/), y porque parece ser menos costoso decir que un alimento es light que bajo en calorías. Realmente gracioso si pensamos que vivimos en uno de los países en los que peor se habla inglés.

Pero además de la excusa de coger un atajo para explicar las cosas de una forma más simplificada, los anglicismos tienen su razón de ser en el esnobismo: “Creo que se usan para mostrar al lector ciertas dosis de cosmopolitismo o modernidad, pero si pienso en la cantidad de gente que las escribe sin conocer el idioma original, me preocupa doblemente”. Razón no le falta. Es my común leer el adjetivo casual (según la RAE: “que sucede por casualidad”) acompañando a los nombres chaqueta, falda o pantalón en una mala traducción del inglés casual (informal).

Precisamente ese afán por hacernos los modernos es el que ha provocado que en el mundo de la moda solo se hable de top models, fittings, outifits, peep toe, prendas must o backstage, y que las semanas de la moda se denominen fashion week. “La moda significa vértigo, rapidez, sucesión y sustitución. Pero el trabajo del idioma es todo lo contrario: fijarse en la estabilidad”, afirmó el secretario de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, en el número 12 de la revista S Moda. “No podemos estar a la última en lo que respecta al vocabulario de moda porque la Academia exige un tiempo de vigencia del vocablo, que suele ser de cinco años”.

Las modelos «whatsapean» mientras esperan el «fitting» en el «backstage».

Getty Images

Ese mismo tiempo tuvieron que esperar otros términos hoy aceptados por la RAE y, por lo tanto, denominados anglicismos como chip, píxel o web en el campo de la informática; y fútbol, chutar o córner en el de los deportes. De hecho fue el lenguaje futbolístico el que abrió las fronteras de esta importanción lingüística.

Un "nugget" sabe mejor que un trozo de pollo

Uno de los sectores donde más se usan términos anglosajones es en el de la alimentación. Ya no comemos patatas fritas, sino chips; ni horneamos magdalenas, sino cupcakes o muffins; o preferimos snacks de nugget a aperitivos de pollo frito. Pero ¿por qué da la sensación de que el mismo alimento sabe mejor en inglés que en español? “Para los nuevos consumidores una galleta Fontaneda es la que compraban sus abuelos. Sin embargo, una cookie es una galleta moderna, que está mucho más de acuerdo con su estilo de vida, con su lenguaje… Llamar cookie a una galleta es una seña de identidad igual que llevar un determinado corte de pelo o un estilo de indumentaria”, opina Luis Sánchez Villa, profesor de Marketing de Esic. Visto así, los responsables de esta modificación en el idioma podrían ser los departamentos de marketing: “Los especialistas de marketing no están forzando está tendencia lingüística. Simplemente se limitan a nadar a favor de la corriente porque es algo que el consumidor está demandando”.

Sin embargo, esta mala práctica viene de lejos, concretamente tras la Segunda Guerra Mundial, cuando durante la implantación del estado de bienestar en Estados Unidos se acuñó el término American way of life (estilo de vida americano) que Hollywood se encargó de propagar y por el que comenzamos a vestir jeans y comer hamburgers. La tendencia se fue acrecentando posteriormente por una generación que comenzó a viajar por el mundo, a estudiar en el extranjero mediante planes de intercambio y becas Erasmus y que con la llegada de Internet y las redes sociales comenzaron a googlear. En definitiva, una generación que ha perdido la riqueza de un idioma que hoy hablan más de 450 millones de personas en el mundo (segunda lengua materna más hablada). Quién sabe, quizás los ahora denominados hipsters, esos apasionados por la ropa de ayer y los pasatiempos de nuestros abuelos, que ponen de moda todo lo que tocan, quieran dejar de ser hipsters y volver a llamarse modernos, recuperando el buen uso de la lengua de Cervantes.

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