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Nueva vida a un clásico

Como hace Chanel, Diana Fenouil, jefa de prensa de la firma en España, reinventa lo antiguo y mezcla lo nuevo con lo puramente personal en su nueva vivienda.

Diana Fenouil

Tres generaciones de una misma familia conviven en esta vivienda, dentro de un edificio histórico del barrio de Chueca en Madrid. Un nuevo hogar que se creó cuando Diana Fenouil, jefa de prensa de Chanel en España, su marido, Borja, y Juan, el hijo de ambos, decidieron mudarse de su anterior hogar. «Hace poco más de un año tomamos la determinación de dejar nuestra casa en Tirso de Molina», recuerda Diana. «Aquí vive la madre de Borja, en un piso enorme. Pasábamos mucho tiempo con ella y decidimos venirnos». Tras una pequeña obra se instalaron. «Ahora estamos todos juntos, pero cada uno con su espacio independiente».

El que se ha convertido en su nuevo domicilio, un piso de más de 300 metros de planta, fue dividido. Para esta intervención, Diana contactó con su amiga, la arquitecta Paula Rosales, del estudio More&Co, para hacerle un lifting y repartirlo en dos. El ala de la derecha se destinó a su nueva casa, mientras que en la izquierda se creó un apartamento privado para la madre de Borja. Ambos con un nexo en común, la cocina, donde cada comida se convierte en una pequeña reunión familiar.

La complicidad entre Diana y Paula dio como resultado una casa luminosa y abierta. Ellas fueron compañeras de pupitre en sus tiempos de colegio y llegaron a compartir piso en su periodo de estudiantes. El trabajo fue sencillo, ya que las dos hablan el mismo idioma. «No hubo grandes dificultades, yo le pedía y ella me proponía soluciones», asegura Diana. «El piso fue sometido a pequeños arreglos, como una operación de cirugía plástica. Retoques que, sin ser muy evidentes, mejoran notablemente el entorno». Así, se añadió el baño principal de la habitación de la pareja y se redistribuyó la entrada para ganar espacio para armarios. Además, se incorporó un cuarto para Juan, alejado de la zona más ruidosa que da a la calle. Y se suprimieron los pasillos con un sistema de vidrieras correderas que dividen espacios –que permiten darles múltiples usos– y aprovechan la luz natural.

La familia al completo nos recibe en la vivienda. Es viernes. Juan llega del colegio vestido con su equipación del Real Madrid y saluda a Pepe, el caballero con armadura que preside la entrada. Esta pieza es en realidad una talla española del siglo XVI que parece vigilar un mosaico romano del siglo IV, que sirve de sobre de una mesa francesa con patas de dragones del siglo XVII. Junto a ella, un retrato de la bisabuela de Borja, que pintó su abuela, con el escudo familiar del Marquesado de Pedroso. Muchas de las piezas que forman la historia de esta rama familiar están presentes en el hogar: cornucopias, óleos sobre tabla, lámparas de araña de cristal de La Granja o serigrafías británicas.

Al clasicismo básico del espacio, Diana añadió piezas vintage que su hermana Armel, propietaria de la tienda de antigüedades Berenis, le fue buscando. «No tengo un criterio definido a la hora de decorar, únicamente encuentro piezas que me fascinan y que voy sumando». Como la gran mesa de comedor con pie industrial de hierro del siglo XIX que sujeta un tablero de roble, espejos, mesas auxiliares francesas o el sofá chéster inglés de piel que se encuentra en el salón. El gusto por las antigüedades forma parte de la genética de Diana, ya que su madre era la propietaria de Cabeza de Vaca, una tienda en el Rastro madrileño, y su tía es la mayor especialista de muñecas clásicas de España.

Un toque francés. Hace nueve años se incorporó al equipo de Chanel y desde entonces los detalles de la maison salpican cada uno de los espacios: libros, algunas ilustraciones o un gran frasco del perfume Nº 5. En el salón, dentro de una caja fuerte de hierro, guarda parte de su colección de bolsos de cuero con el mítico matelassé de la firma, además de algunas de las bailarinas que más utiliza. «Procede de un barco pirata español del siglo XVI. No es que sea muy segura, porque no sabemos dónde están las llaves». Sobre ella, descansa un dibujo que Karl Lagerfeld regaló al equipo de prensa. «Él tiene una imagen seria, pero es mucho más simpático y próximo de lo que la gente se imagina». De su llegada a la firma recuerda los primeros desfiles a los que acudió, como uno llamado Alfombra roja. «En la pasarela se encontraban las tops de los 90. Al cierre, Karl apareció acompañado por Nicole Kidman y eclipsaron a todas aquellas supermodelos».

En esta sala descansa –en un sofá morado con cojines de Designers Guild comprados en Usera y Usera– el pequeño Juan, quien se niega a quitarse uniforme del Real Madrid con el que ha ido al colegio. Aquí se encuentra una pieza a la que le tiene cariño, la chaise longue de Le Corbusier que compró en David Puente. «Es de la década de los 50, está firmada y numerada. Fue mi gran inversión. Está pensada y creada para dormir la siesta y, cuando tengo tiempo, cumplo con esa tradición», bromea. Otro de sus grandes tesoros es un cojín de petit point que le hizo su madre y que descansa sobre la cama de su dormitorio. «No me gusta mucho, pero lo quiero conmigo, me recuerda a ella. Fue una compra que hicimos en Londres y no me separo de él».

En el salón, sofá tapizado con tejidos de Designers Guild, chéster y mesa de pizarra de Berenís y chaise longue de Le Corbusier. Sobre la chimenea, cuadro heredado de la familia y obra de Ana García de la Fuente.

Germán Sáiz

Caja fuerte de un barco pirata del siglo XVI, donde guarda su colección de bolsos.

Germán Sáiz

Comedor con lámparas de La Granja, mesa con pie industrial de Berenís y sillas de piel de Mobilsedia.

Germán Sáiz

Sobre la cama, cojín hecho por la madre de Diana y manta heredada de su abuela. Las lámparas son de Ikea y el baúl de una almoneda del Rastro de Madrid.

Germán Sáiz

Un bolso modelo 2.55 cuelga del perchero art déco «que me regaló mi hermana». A los pies y en el respaldo de la silla de Mobilsedia, chaqueta y zapatos de Chanel.

Germán Sáiz

El baño de la habitación. Espejo de Passage Privé y aplique de Jielde.

Germán Sáiz

La cocina, de Ikea, con isla de mármol macael, está separada del pasillo por una vidriera.

Germán Sáiz

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