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Maria Popova, la bibliotecaria de la red

Siete millones de lectores siguen su blog, Brain Pickings. Un vademécum 2.0 de ideas y apuntes culturales que cuenta con el aplauso del Congreso americano.

Maria Popova

Hace ocho años, mientras aún estudiaba en la universidad, Maria Popova decidió empezar una newsletter para siete amigos. Cada día les enviaría un artículo sobre un tema. Les hablaría del estilo vocal de David Bowie, de la ballena real que inspiró Moby Dick, de neurociencia… La idea era que cada asunto se pudiera leer en menos de cuatro minutos. Aquellos correos son hoy un blog, Brain Pickings, con siete millones de lectores y una mención especial de la Biblioteca del Congreso, que lo ha considerado un «material de alto valor cultural». Popova estuvo en Barcelona para el festival FadFest y contó cómo triunfar haciendo lo contrario de lo que se supone que funciona en Internet. Ni listas, ni relatos en primera persona ni vídeos de gatos.

Las enseñanzas de esta editora son uno de los rincones más estimulantes de Internet.

D.R.

¿Qué la motivó a crear Brain Pickings?

Estaba desilusionada con la educación tradicional y su modelo de aprendizaje, que parece lo opuesto al espíritu de la curiosidad. Lo empecé como un archivo de las cosas que quería aprender y que no me enseñaban en el aula. Además, era una herramienta de lo que luego he llamado «creatividad combinacional»: tomar fragmentos de conocimiento y combinarlos como nuevas ideas.

Su web no tiene anuncios.

Ni la llamada «publicidad nativa», ésa que se hace pasar por contenidos. Me parecen moralmente repugnantes. Todo el material es gratis y accesible, pero los lectores pueden donar la cantidad que deseen. O escribirme una carta de agradecimiento.

De entre los artículos que ha escrito, tendrá algunos que son sus preferidos.

Disfruto mucho cuando colaboro con artistas que transforman mis pasajes en obras visuales. Y también destacaría un texto sobre las siete cosas que he aprendido en estos siete años; suelo volver a leerlo con frecuencia.

Una de ellas era «no dejarse atrapar por el prestigio. Es tan peligroso como el dinero». Explíquenos eso.

Es muy fácil supeditar nuestra valía a recompensas externas. El dinero es la más obvia, pero el aplauso puede ser aún más tóxico, porque es más sutil. Lo difícil es no supeditar tu idea al éxito.

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