_
_
_
_
_

María del Mar Arnús, vanguardia del arte

En los años 80 Sybilla se inspiró en ella para crear. La condesa de Sert ha vivido en primera fila (y en su armario) la evolución de la moda.

María del Mar Arnús
Germán Sáiz

El mismo día que se firmó el acta de adhesión de España a las Comunidades Europeas, se inauguraba Lúculo en Madrid, un restaurante ideado por María del Mar Arnús y su marido, Francisco de Sert, condes de Sert. El local actuó como aglutinador de la intelectualidad del momento. «Toda la movida pasó por allí. Sybilla me pareció la nueva Balenciaga y me sedujo enseguida», explica María del Mar, quien acaba de regresar de Comillas. «El otoño allí es maravilloso, incluso me he bañado en noviembre», cuenta. Mi abuela Águeda me puso María del Mar y la verdad es que el agua marina me resulta terapéutica. En el norte, me tonifica; en el Mediterráneo, aprovecho para nadar». Ibiza es otra de las escenografías familiares. Allí suele pasar unos días en una de las casas de la urbanización Can Pep Simó, obra del arquitecto Josep Lluís Sert, tío de Francisco de Sert.

La despreocupación veraniega le ayuda a evocar su época hippie. «Mis hermanas y yo sacábamos la ropa de los baúles de la capilla de Torre Arnús, la casa de mis abuelos, donde nací. Nos poníamos las sotanas del cura, las enaguas de los monaguillos como blusas y los camisones de mi abuela como vestidos». La curiosidad sigue intacta. «Mi madre no era presumida y a veces me sale ese aire libre que ella tenía y voy de mercadillos. “Tienes cuerpo de pobre, todo te sienta bien”, me decía».

Su madre se quedó sorda cuando ella nació y sus abuelas la mimaban mucho. «Aunque eran dos mujeres muy opuestas, ambas tuvieron mucha influencia sobre mí. Una era liberal, republicana y laica, en cambio, la otra era muy religiosa y estricta, e iba vestida con los encajes que ella misma se hacía».

Casada con el escritor Francisco de Sert –sobrino nieto del prestigioso pintor y muralista José Mª Sert–, vive en «la torre» que su abuelo encargó a Enric Sagnier a finales del XIX, y que remodeló en los 70 el arquitecto Federico Correa. «Mi marido nació y pasó aquí gran parte de su infancia», explica. Ellos llegaron en el 77.

En un rincón angosto, María del Mar ha acondicionado un vestidor fascinante. «El autor es mi hijo, el arquitecto Paco Sert; él es quien ha logrado el prodigio». El tapizado de la pared en rojo, la asimetría de los colgadores y del mobiliario, que sigue la diagonal de las paredes, convierte este espacio en una joya vanguardista. María del Mar conserva prendas como uno de los abrigos que le hizo Sybilla en 1987 o el juego de tocador en plata de Cartier que perteneció a José Mª Sert. «Mi abuela Pilar era muy amiga de Coco Chanel, viajaba a París y traía todo lo que podía. Dicen que fue una de las primeras señoras de Barcelona en maquillarse. Me chocaba mucho porque mi madre iba con la cara lavada, mientras mi abuela se pasaba horas en su tocador lleno de espejos».

A los 15 años pasó uno en un colegio en París. «Me expulsaron del Sagrado Corazón en Barcelona porque tiré los libros por la ventana e incité a la rebelión», recuerda. Estuvo otro curso en Inglaterra y, al volver, estudió Historia del Arte. Amaba la pintura antigua desde muy pequeña. «Me entusiasmaban los museos y la obra italiana y holandesa. Mi abuela Pilar era también amante del arte y del interiorismo, solía ir a las subastas y le compraba obras a Cambó. Poco a poco fui educando el gusto. Luego, la universidad te enseña a trabajar, recopilar, investigar y poner en orden lo que sabes».

El archivo del modelo de José Mª Sert es la última exposición que ha comisariado. «Explica el método que utilizaba en sus pinturas a través de sus fotografías, auténticas obras de arte que ilustran su faceta más vanguardista», comenta. Su caballo de batalla: la denuncia de la impunidad con que se destroza la obra de Gaudí.

Los sombreros pueblan la pared del vestidor, un diseño de su hijo Paco Sert.

Germán Sáiz

Fotos de su abuela Pilar, de María del Mar, vista por Toni Bernad, y de Picasso, Miró y Sert.

Germán Sáiz

Sentada en el prototipo de una silla de Josep Lluís Sert que encontraron en la casa. El almohadón es un pañuelo de Miró.

Germán Sáiz

Mural de Mateo Vialagrasa y tapiz Aubusson. El escritorio de los años 30 es de Duplantier.

Germán Sáiz

Zapatero de su vestidor. En 1987 Sybilla creó para ella este abrigo exclusivo. «Decía que le gustaba vestir a mujeres, no a niñas».

Germán Sáiz

Collar y anillo de Calder.

Germán Sáiz

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_