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Los que pasan del sexo

Los asexuales empiezan a salir del armario con bandera y consignas como: “No todo el mundo está interesado en el sexo” o “La asexualidad no es solo para las amebas”.

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Un debate tan destinado al fracaso como el del sexo de los ángeles podría ser el de si el ser humano puede convertirse en ángel y prescindir del sexo, sin que eso le suponga ningún tipo de sacrificio o trauma. Muchos empiezan a opinar que sí, que al margen de los que eligen el celibato por cuestiones morales o religiosas, existe una categoría de personas que jamás ha desarrollado interés ni inclinación por el sexo, una nueva opción sexual que se define, precisamente, por no reconocer ninguna y cuya única premisa es sexo 0.

Los asexuales empiezan a organizarse, tienen bandera –negra, gris, blanca y morada– y cuentan ya con una plataforma online, AVEN (Asexuality Visibility and Education Network), donde darse a conocer al mundo, explicar sus tendencias, dejar de ser tachados de frikis y, lo más difícil, hacer ver que “el problema de la asexualidad es convencer a la gente de que no hay ningún problema”, según asegura uno de sus miembros.  

Las reivindicaciones de los asexuales recuerdan al movimiento gay de los años 70. Un grupo de gente “rara” que no encajaba en ningún estereotipo de la época y que empieza a declarar sus preferencias y a sentirse orgulloso de ellas. Algunos incluso ven más difícil conseguir que las explicaciones de un asexual sean tan bien comprendidas como lo son ya las de los homosexuales. Carlos, tras pasar por consultas psicológicas y de todo tipo decidió, no sin cierta resignación, reconocer y asumir que es asexual. “Hemos crecido con la idea de que el sexo es lo más y cuando ves que a ti te da igual empiezas a considerarte raro o en cierta forma enfermo. Cuando era adolescente y mis compañeros de clase se mataban a pajas yo empleaba mucha energía en interesarme por el sexo: películas porno que veía como quien ve llover, citas con chicas… Primero piensas que eres gay y pruebas con hombres, pero es igual. Algunas veces conseguía excitarme, pero era a costa de mucho trabajo y dedicación y creo que el sexo debe ser algo más placentero y espontáneo o,  al menos, eso dicen. Para mí acabó convirtiéndose en un quebradero de cabeza. Probablemente me estoy perdiendo algo bueno, pero desde que he asumido mi condición estoy más tranquilo. Otra cosa es cuando intentas que alguien ajeno a este mundo entienda tu opción. Es casi imposible. Te dirán que estas deprimido, con la libido baja, que tuviste un trauma en la infancia del que ni tú mismo te acuerdas, que todavía no has encontrado a la mujer o al hombre que despierte tus instintos… de todo, pero muy pocas personas pueden ponerse en tu lugar. ¿Qué aceptan antes unos padres, que su hijo/a les diga que es gay o lesbiana o que es asexual? Creo que la mayoría elegiría lo primero”.

La asexualidad empezó a popularizarse y hacerse visible en Japón a mediados de la década del año 2000, hasta el punto de crear una nueva tribu urbana o grupo social, el de los soshokukei danshi (chicos herbívoros). Eran jóvenes y adolescentes con un nulo interés por el sexo y el mundo laboral  –la mayoría no trabaja–, que viven en casa de sus padres, se alimentan de cereales con leche y dedican su tiempo a ver Internet, ondularse y teñirse el pelo y pulir sus uñas. Una apatía sexual que conlleva bajos índices de natalidad con consecuencias económicas e industriales. Por lo pronto, la venta de condones ha caído en picado desde 1999; claro que hay otras actividades florecientes como la de la indumentaria andrógina, adoptada por estas nuevas criaturas: el corpiño masculino se ha puesto de moda y la marca Wishroom ha empezado a comercializar sostenes para hombres.

La réplica a los chicos herbívoros no se ha hecho esperar y en Japón, país piloto de lo que ocurrirá en el futuro, han surgido ya las nikushokukei joshi (chicas carnívoras), mujeres que rondan los 30 y que han aparcado el recato de las geishas para adoptar el arrojo de los samurais. Después de la jornada laboral –ellas si trabajan y además empiezan a escalar puestos que los hombres dejan vacantes–, salen de caza en busca de los pocos heteros disponibles que quedan para buscar relaciones sexuales y, si se tercia, el matrimonio.

Según AVEN, uno de los mayores problemas de los asexuales es encontrar pareja porque, aunque prescindan del sexo, sí necesitan afecto o la necesidad de compartir la vida con alguien y no es fácil acceder al amor sin estar dispuesto a poner toda la carne, o alguna, en el asador. El premio gordo sería encontrar una media naranja también asexual, aunque para los menos afortunados la solución pasa por tener relaciones –como quien va al dentista–, para satisfacer al otro, o dar con una pareja altamente comprensiva y tolerante.

La bandera de la asexualidad.

Las estadísticas dicen que entre un 3% y un 5% de la población mundial es asexual y muchos enarbolan estudios hechos con animales que parecen demostrar que otras especies comparten también esta orientación sexual, pero los  expertos son escépticos al hablar del tema. Ana Márquez, psicóloga, sexóloga y presidenta de la Sociedad Sexológica de Madrid y de la Fundación Sexpol, ve en el término asexual un cajón de sastre que englobaría a personas con diversos desordenes. “He leído que mucha gente que se define como asexual reconoce que se excita y se masturba. ¿Qué es eso entonces, sino sexo? Otros evitan el acto sexual, pero disfrutan con las caricias, besos, tocamientos… en todo caso sería una sexualidad no coital, pero sexualidad al fin de al cabo. Siempre que no hay deseo existe una disfunción, no una enfermedad, pero sí una causa, ya sea psicológica o física –el cuerpo puede no producir determinadas hormonas–, sin contar que el ser humano pasa por fases de mayor o menor deseo debido a la edad, causas externas, estrés… Uno puede llevar mejor o peor esta situación, incluso acostumbrarse a ella, pero la sexualidad es salud y placer y no deberíamos renunciar a ella”.

La situación empieza a ser ya alarmante para el gobierno japonés. Una encuesta del Ministerio Nipón de Salud de 2011 revelaba que un 21% de los varones de entre 20 y 50 años expresa indiferencia o aversión al sexo, mientras la cifra aumenta en adolescentes. Un 36 % de los chicos de entre 16 y 18 años no están interesados en las relaciones sexuales.

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