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Lección de geometría

Desde que Marc Jacobs descubrió a los estampadores Suturno, el mundo de la moda se ha rendido ante su original visión de los tejidos.

Su jornada comienza con la apertura de los negocios de decomisos que permanecen en el madrileño Palacio del Marqués de Gaviria. Su local, en la segunda planta, fue un almacén hasta hace unos años. «La única ventana estaba tapiada y ocupada por un aparato de aire acondicionado. ¡Todo un acierto!», asegura irónico Javier Ballo. Desde sus mesas se escucha el ritmo de zapatos de claqué que llega de la academia vecina. Julia Vergara comienza a enredar entre pinturas, figuras y tejidos. Juntos componen el estudio de estampación Suturno. Son pareja, pero Marc Jacobs los unió como firma. Que el diseñador repare en un producto de unos creativos que están comenzando es como encontrar en el desierto una lámpara maravillosa y que el genio que la habita te conceda un deseo.

En 2008, Robert Duffy, socio de Jacobs, viajó a Madrid en busca de un local donde inaugurar su primera boutique para la segunda línea de su firma. «Entró en la tienda-taller del estudio Peseta. Allí teníamos una pieza expuesta: el bolsaco», recuerda Julia. Un accesorio compuesto por un antiguo saco de los años 50 que la estampadora había transformado en shopping bag. Duffy encargó 100 unidades para sus tiendas americanas. «Fue la primera pieza en la que apareció el nombre Suturno, y las bolsas se agotaron en una semana. Tiempo después se subastaban en Japón por eBay», recuerdan. Conquistaron América con su sutil lógica geométrica. Ese año, Bergdorf Goodman –en colaboración con la revista Wallpaper– escogió una de las alfombras que habían creado para Graviti Zone Rugs y con ella decoraron el escaparate de su edificio en la Quinta Avenida.

Los bocetos de estos diseños y de sus estampados para las firmas como Hoss Intropia, Jocomomola, Cold Alaska, Zara Home, Hakei y Baum und Pferdgarten adornan una de las paredes del taller. Junto a ellos, los que realizan para su firma. También los proyectos con otros estudios, como Ciszak Dalmas «o nuestros amigos de Loreak Mendian y la firma ID.02». Su trabajo camina entre la artesanía y la tecnología, con menor porcentaje de la segunda. Desde sus mesas salieron los estampados Casas, Huellas o Molinillos. «Trabajo con sellos. Primero hago un molde y, con tintas que compré en Japón, juego con las posibilidades», afirma Julia. La estampadora se cubre el pelo con un pañuelo atado como turbante –es su uniforme de trabajo–. Comienza a imprimir sellos sobre un papel. Más tarde se acerca a la pizarra y dibuja cómo quedarán sobre seda. Javier se aproxima y, con tiza, organiza con trazos firmes un esquema para optimizar los rollos de tejido. «Es lo que nos diferencia de otros diseñadores industriales, que nuestro proceso es prácticamente manual». El estampado comienza a tomar forma. «Solo cuando tenemos el resultado deseado lo pasamos al ordenador», continúa Javier, encargado de la producción.

«Nuestros diseños se realizan en España», comenta. En Barcelona hacen la impresión en seda y el orillado de los pañuelos. «Una modista especializada los cose a mano. En Francia esta labor es una profesión que aquí se está perdiendo», comenta Julia mientras guarda un fular de la serie Casas en una caja de cartón. «Los detalles de cuero de nuestros bolsos los producimos en Madrid, también las cajas de regalo. Son tan cuidadas porque creemos que un buen envoltorio prepara para una gran emoción». Y es que no es lo mismo la comida rápida que un plato realizado con esmero. «Somos y nos sentimos artesanos».

Mirta Rojo

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