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Las tres pruebas para saber si eres sexualmente incompatible con alguien

Las divergencias eróticas, la forma de entender y disfrutar del sexo pueden llegar a ser tan irreconciliables como las de un votante de Donald Trump y uno de los verdes.

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Cordon Press

Pocas parejas se declararían en quiebra debido a una incompatibilidad sexual. Sin embargo, si entendiéramos mejor este concepto y sus consecuencias, tal vez las rupturas serían menos dolorosas, dramáticas, exentas de víctimas y verdugos y hasta amigables.

En mi vida erótica he descubierto que la dimensión sexual es otra muy distinta a la afectiva o amistosa, y que no siempre concuerda con nuestros gustos o aficiones. He tenido amantes por los que, en un primer momento, no hubiera dado un duro. Y si alguien me los hubiera presentado con intenciones de Celestina me hubiera reído en su cara. Sin embargo, todo cambiaba radicalmente y por arte de magia cuando se pasaba al plano horizontal. He conocido también personas encantadoras, con las que me hubiera ido al fin del mundo pero nunca al dormitorio; porque la cosa, no se sabe muy bien por qué, nunca llegaba a funcionar.

“No hay feeling”, con este mantra abortamos muchas relaciones sin pensar demasiado, muchas veces sin siquiera haber empezado, y hacemos pasar al siguiente en el particular casting erótico. ¿Cuántos buenos amantes habrán sido descartados por una poco exitosa primera vez?, ¿cuántas parejas sexualmente incompatibles podrían haberse evitado si no fuera por los narcóticos efectos del enamoramiento?

Descubrir que uno es sexualmente incompatible con el ligue de una noche o con alguien con el que está empezando a salir no es un drama, pero la cosa se complica si el interfecto/a es el hombre o la mujer perfecta en todo menos en la cama -¡mierda!-, o si resulta que es la persona con la que hemos compartido media vida.

Desgraciadamente, no existen todavía pruebas fiables para detectar la incompatibilidad sexual, al modo de las que se usan para descubrir si uno es alérgico al polen, al polvo o a las gramíneas y, por otro lado, muchos de los problemas con los que las parejas acuden a los sexólogos pueden solucionarse fácilmente. La verdadera incompatibilidad es algo más sutil, o más obvio según se vea, porque a menudo nos fijamos demasiado en los árboles y éstos nos impiden ver el bosque.

Tal vez muchos no tengan todo el sexo que quisieran pero, en la vida también hay otras cosas, ¿no? Luego están los que protestan por tener un partenaire excesivamente fogoso, algo así como renegar de unos cuantos kilos de más en un país africano asolado por la hambruna. Algunos, tras leer demasiadas revistas femeninas, se obsesionan con salpimentar su vida erótica cuando a la pareja el sabor que más le gusta es el vainilla. Sí, ese tan neutro y que combina con todo. Y no faltan los que se enzarzan en las posturas, caricias, besos y tocamientos que más le ponen, y que su egoísta media naranja no solo no lleva a cabo sino que ni siquiera se ha enterado aún del menú que más le gusta, en qué dosis y a qué horas prefiere que se sirva.

Pero estos escollos en la relación no son lo que realmente hacen a dos personas incompatibles en la cama, sino otros. Harris O’Malley, más conocido como el Dr. Nerdlove, es un bloguero de sexo y coach de seducción cuyo lema es “making nerds sexier since 2011” (haciendo que los nerds sean más sexys desde 2011). Colaborador habitual de The Guardian, New York Magazine o The Huffington Post, cree que los aspectos en los que se asienta la incompatibilidad son otros más generales. En un artículo al respecto, O’Malley apunta que las preguntas claves que hay que hacerse son, básicamente, tres: ¿Tenemos libidos similares?, ¿compartimos la misma idea respecto a la monogamia y la infidelidad?, y ¿nos gusta el mismo tipo de sexo?

Libidos amigables

Según Iván Rotella, sexólogo, director de Astursex, centro de atención sexológica en Avilés y miembro de La Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS), “las diferencias de deseo dan muchos problemas a las parejas y es una de las causas más comunes por las que deciden pedir ayuda profesional. Una unión que solo se basa en el sexo no llegará muy lejos, pero tampoco le auguro mucha vida a aquellas que han enterrado su dimensión erótica cuando el deseo de uno de los miembros sigue todavía vivo. La incompatibilidad sexual existe y hay parejas que se quieren mucho pero que van a ser incapaces de darse el placer que esperan, porque en ellas el amor es más fraternal que erótico o porque tienen gustos opuestos. Hay veces que te compensa tener un buen amigo y una mala pareja y otras no tanto, por eso es muy importante la comunicación, sobre todo al principio de la relación. Pero hablar de sexo no es evaluar cada polvo sino saber qué piensa el otro del tema, sus actitudes, deseos, fantasías, que espera de su sexualidad y como se relaciona con ella”.

Las diferencias de deseo pueden ajustarse, se puede llegar a acuerdos, hay que recurrir al autoerotismo como herramienta de autosatisfacción, también en la pareja, y se debería ser capaz de manejar los desajustes de deseo temporales o momentáneos, debidos a una enfermedad o al ingreso en una nueva etapa de la vida como, por ejemplo, la madurez o la menopausia. Sin embargo, puede ser muy difícil, y hasta imposible, hacer que dos libidos inicialmente distintas convivan y sean felices, algo que casi siempre da lugar a malinterpretaciones: “ya no me desea”, cuando en realidad es que su nivel de deseo siempre ha sido bajo, exceptuando la efímera fase de enamoramiento. Créanme, las libidos suelen ser muy tercas y perseverantes en sus ideales.

Conviene estar de acuerdo en conceptos como la monogamia e infidelidad

 Cada vez quedan menos defensores de la monogamia pura y dura, del “hasta que la muerte nos separe”, del “dos son compañía y tres multitud”; al mismo tiempo que la fidelidad empieza a ser un concepto cada vez más flexible y antinatural, desde que los biólogos han descubierto, gracias a las técnicas de determinación del ADN, que la información genética de polluelos de águilas, gansos, cisnes y otras especies de aves -que hasta ahora encarnaban el ideal del amor para toda la vida- no correspondía con la de sus supuestos padres.

Para muchos, el modelo de pareja actual es una imposición cultural y las uniones, al igual que la moda, deben adaptar las tendencias a sus gustos y medidas, en una especie de prêt -à- porter erótico que determinaría las reglas a seguir, derechos y deberes. Aquí todo está permitido y, mucho más democrático que los regímenes actuales, permite la posibilidad de revisión de los estatutos y la creación de otros nuevos, siempre que los integrantes estén de acuerdo.

Según Rotella, “la pareja tiene que ser una construcción personal y única, a partir de las necesidades y deseo de sus integrantes. Dentro de esta creación entra también el concepto propio de fidelidad. Podemos diseñar un modelo basado en el, hasta ahora, existente o gestionar de forma diferente el deseo erótico hacia otras personas, basado en jugar al placer y no al amor. Algunas parejas permiten ciertos flirteos o relaciones puntales con otros, sin que eso suponga un agravio; mientras otras, no pueden siquiera vislumbrar esta posibilidad. Este capítulo es otro de los roces habituales de la relación y muchas veces la causa de su ruptura, por eso es importante tener una visión similar respecto al tema, aunque luego pueda cambiar con los años o las experiencias”.

Contrariamente a la libido, los convencionalismos sociales son mucho más endebles y, a menudo, siguen la teoría de Groucho Marx, “estos son mis principios, pero si no le gustan… tengo otros”; ya que como apunta Rotella, “la crisis ha propiciado la aparición de nuevos tipos de parejas y relaciones, como uniones que conviven juntas pero que dejan espacios a la sexualidad con otros, o modelos más abiertos”. ¡Lo que ha unido la hipoteca que no lo separe el hombre!

Y, por pedir, que haya gustos sexuales similares

Una versión moderna de Romeo y Julieta podría ser una pareja en la que ella es bisexual y ferviente practicante del BDSM, mientras él cree en el amor tierno, romántico y para toda la vida. O viceversa. Están locamente enamorados pero el sexo es un desastre y, finalmente, sus gustos dispares minan la convivencia, llena de amargura y deseos insatisfechos.

Un segundo remake de la obra de Shakespeare podría ser aquella en la que los miembros de la pareja se toman menos en serio sus ‘personalidades sexuales’ y están dispuestos a explorar otros territorios. Pero, ¿es esto fácil en la vida real, en la que se nos ha inculcado que debemos aguantar y ser flexibles con el trabajo, la familia, las amistades pero no hacer nunca jamás nada que nos disguste en materia de sexo? Mi amiga Gemma (39 años) siempre presumía de marido con sentido del humor y ecléctico, hasta que un día ella le propuso ciertas practicas sexuales a realizar. “Entonces su ceño se frunció y me miró como a un alienígena que bajaba de una nave espacial dispuesto a abducirlo”, cuenta. Gemma no volvió a mencionar el asunto, puede vivir sin ello, pero descubrió a otra persona, hasta ahora desconocida, en ese fatídico instante.

“El sexo está revestido de gravedad y seriedad”, cuenta Iván Rotella, “cuando debería ser algo lúdico y hedonista. Cuando lo abordamos desde esta perspectiva las cosas cambian y nos atrevemos más a probar y a expresar nuestros deseos, porque todo es menos determinista, menos trascendente. Es muy difícil que dos personas coincidan exactamente en sus gustos y preferencias eróticas, pero la solución está en ser abierto a probar nuevas cosas. Hay personas incapaces de trasmitir al otro lo que le gusta, sus fantasías, pero lo deseable en una relación es sentir y hacer sentir al otro. Si los gustos son muy dispares o irreconciliables puede ser un problema, pero antes hay que intentar ser flexibles y abiertos y enseñar al otro, a su propio ritmo. Entonces, la diferencia de paladares, en vez de suponer un obstáculo, puede llevarnos a probar sabores totalmente nuevos para nosotros”.

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