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Fantasías sexuales que solo puedes cumplir en verano

El buen tiempo, los viajes y el mar permiten infinitas posibilidades eróticas. Hay que aprovechar la época estival para poner en práctica ciertas ideas imposibles de realizar con bajas temperaturas.

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Courtesy Everett Collection

Dicen que las fantasías pierden su gracia cuando se convierten en realidad y que, en esa nueva dimensión casi siempre salen bastante desfavorecidas, pero con las sexuales ocurre lo contrario y es la vida real la que adquiere, ya para siempre, un tinte mágico. El ascensor en el que hemos tenido un encuentro pasa a ser algo especial y la playa donde llegamos a mayores se grabará automáticamente en el disco duro de nuestra memoria, independientemente de que la experiencia haya sido más o menos placentera. Si algunos sueños no deberían realizarse nunca porque son muchas veces lo que nos mantiene vivos, en el terreno sexual me atrevería a decir que la ilusión y la felicidad se incrementan a medida que uno consigue llevar a la practica sus ideas más descabelladas.

El verano se perfila como el momento propicio para tener más experiencias sexuales y escenificar en el mundo real, lo que tantas veces hemos imaginado en nuestra mente. Una encuesta Nacional de Tendencias Sexuales que realizó, en 2010, sexología.net –portal informativo– entre más de 2000 usuarios, revelaba que las parejas tienen tres veces más relaciones durante los meses calurosos que en invierno. Los solteros triplican su actividad sexual y las mujeres sin pareja tienen el doble de encuentros. El 40% de los encuestados admitía que le gustaría ser infiel a su pareja y la fantasía sexual más común para la temporada veraniega –por encima de formar un trío o hacérselo con un desconocido– era la de practicar sexo en el agua.

La tendencia underwater es la preferida por el gran público, no solo porque disfrutar del mar o de un río solo es posible en esta época del año –a no ser que se utilice un traje de neopreno y eso dificulta bastante la penetración, además de restar sensualidad al acto–, sino porque la menor gravedad del medio acuoso permite posturas complicadas y hasta imposibles en tierra. Los hombres además, pueden realizar otra de sus fantasías, bastante común entre el género masculino, que es la de sostener en peso a la mujer mientras la penetran. A no ser que la pareja sea muy delgadita o él esté muy cachas, intentarlo puede hacer que se acabe, en el mejor de los casos, en la consulta del traumatólogo.

Dentro del agua la cosa cambia y permite que él se sienta como Schwarzenegger y ella tan ligera y manejable como Audrey Hepburn, y así todos contentos. Montárselo en la playa aúna también el morbo de hacerlo en público o el riesgo añadido de que te pillen, si se elige una cala solitaria o una zona apartada de las hordas de veraneantes. Sin contar con todos los accesorios implícitos a la costa: piraguas, barcas, pedaletas… que ofrecen infinitas posibilidades. Estás últimas siempre han sido mis preferidas, claro que eso era cuando uno podía alejarse lo suficiente de la arena y la seguridad no estrangulaba aún nuestras vidas. Ahora las boyas limitan la salida a unos 200 metros de la playa y eso te pone en el punto de mira del gran público y del socorrista incluido. Una cosa es tener sexo en lugares públicos y otra salir en Google Earth. Allá ustedes.

Lo que si hay que tener en cuenta a la hora de montárselo en el mar es que se necesita más lubricación, si se utiliza preservativo, hay que ponérselo antes de entrar en el agua y que la sal o el cloro de las piscinas pueden provocar irritaciones. Teniendo en cuenta estas observaciones, hay todo un mundo de posibilidades que explorar. Webs como sexunderwater, a medio camino entre el porno y un documental de Cousteau sobre el apareamiento de alguna especie marina –¿por qué la pornografía bajo el agua resultará más científica y menos guarra?–, pueden ser muy instructivas, aunque una siga sin entender cómo los actores aguantan tanto sin respirar o como practican sexo oral sin tragar una sola gota de agua.

Además de los partidarios de la playa, están también los adictos a la montaña y el campo, que no son pocos. Para los más valientes dos lugares inquietantes: los cementerios y los inocentes campos de maíz, que el cine de terror ha revestido de un halo siniestro. No crean, este emplazamiento cuenta con su legión de fans y en EEUU, Fiala Farms, en Oregón, proponía hace dos años para San Valentín perderse con la pareja en un campo de maíz y que fuera lo que Dios quisiera.

Escena de la pelicula " Emmanuelle"
© J. CuiniËres / Roger-Viollet (Roger-Viollet/Cordon Press)

Sylvia Kristel ofreció un recital en ‘Emmanuelle’ sobre cómo hacer el amor en pleno vuelo sin mantas de por medio.

Cordon Press

Otra de las fantasías sexuales relacionadas con el calor es la del exhibicionismo. Enseñarlo todo, y no precisamente en una playa nudista, es el anhelo de muchos. Ha llegado el momento de hacerlo. Si uno es inglés y vive en un barrio periférico, tiene ocasión de poner esto en práctica cada fin de semana en el pub de la esquina, así que en verano ya no hay quien los pare. Cuando vivía en Mallorca, en los bares de Magaluf ellos acababan siempre enseñando sus partes y las chicas sus tetas. Ahora prefieren tirarse por los balcones, lo que demuestra una vez más que la raza no mejora sino que está en franca degeneración. Los destinos de playa más horteras posibilitan esta fantasía con sus concursos de camiseta mojada, pole dance o fiestas de la espuma, así que quien no se atreva es porque no quiere. De todas formas no hay que presionarse y si se ve que no ha llegado el momento, no importa, se puede esperar. Para este tipo de eventos no suele haber límite de edad y además, los viajes del Inserso incluyen ya concursos de streaptease para distraer a los abuelos y algunos de los cuales no se cortan un pelo.

Las posibilidades de hacerlo con un desconocido aumentan en verano gracias a los viajes. ¿Quién no ha pensado durante las 12 horas de un vuelo transoceánico en hacérselo con el pasajero de delante, que está como un queso, en los baños del avión mientras todo el mundo duerme? Una amiga azafata me comentaba que el sexo en el aire ocurre más a menudo de lo que parece y, si uno es discreto, tiene bastantes posibilidades de éxito. Otra opción menos arriesgada es meterse mano tras las mantas, ya que la temperatura simula la de Helsinki por el aire acondicionado. Siempre me han gustado los aviones y los vuelos largos, en los que uno parece tener que llevar a cabo una misión importante, así que espero poder realizar esta fantasía algún día. De momento aconsejo que vean la escena del avión de la película Emmanuelle (1974), en la que Sylvia Kristel se enrolla en plena cabina y sin mantas de ningún tipo, con un pasajero para después rematar con otro que, directamente y sin mediar palabra, la coge en brazos y la lleva a los baños.

Cuando el problema es que uno está solo y no encuentra a nadie para secundarle en sus aventuras, siempre puede recurrir a la autosuficiencia. La web The Frisky propone masturbarse con el sistema de riego automático –¿No será demasiado fuerte?– y con polos redondos para refrescarse a fondo. Además de un jueguecito para el que se necesita a la pareja y que consiste en practicarle sexo oral con la boca llena de cubitos de hielo y un ventilador enfocado hacia la cara de la chica por dos importantes razones: para refrescarla en su dura tarea y para que tenga el pelo al viento, como en los vídeo musicales, lo que hará que esté todavía más sexy.

©DreamWorks/courtesy Everett /

¿Tendría April Wheeler (Kate Winslet) fantasías con el aspersor en ‘Revolutionary Road’?

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